Por Sebastián Godínez Rivera/Latinoamérica21
La erosión democrática no solo implica el ascenso de líderes populistas, bajos niveles de participación en las elecciones y el respaldo a personajes autoritarios. Hay una variable que cada vez es más visible en varios países latinoamericanos, y es la predominancia de los militares sobre el poder civil.
Antes de entrar en materia, es necesario diferenciar entre dos conceptos: la militarización, entendida como el crecimiento de la presencia militar en actividades que históricamente correspondían a los civiles, y el militarismo, la doctrina de algunas naciones para hacer valer su interés nacional a través de la fuerza sobre los recursos naturales o algún otro país. En este texto me referiré al concepto de militarización.
En perspectiva histórica
Los militares en la historia de América Latina tienen una suerte de doble rostro. Durante el siglo XX generales gobernaron países e impulsaron programas desarrollistas nacionalistas, como Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Jacobo Arbenz en Guatemala o Lázaro Cárdenas en México. Son vistos como símbolos de la soberanía latinoamericana y voces antiimperialistas de la región.
Por otro lado, las fuerzas armadas también han sido vistas con temor debido a los golpes de estado que se suscitaron en varias naciones como Chile con Augusto Pinochet, Paraguay con Alfredo Stroessner, Bolivia con Juan José Torres o el Perú con Francisco Morales Bermúdez. Estas figuras han sido vistas como símbolo de la represión y de la influencia de Estados Unidos en la región, aunado a las persecuciones y represiones que se llevaron a cabo, como la Operación Cóndor.
Sin embargo, durante la tercera ola de democratización, de acuerdo con Samuel Huntington, las fuerzas armadas fueron sometidas al poder civil luego de las transiciones a la democracia que se dieron. Si bien nunca se han ido del escenario político y juegan un papel de equilibrio dentro del sistema, esto ha permitido que la mayoría de naciones mantengan la estabilidad política.
A lo largo del siglo XXI una nueva generación de presidentes llegó al poder, militares y guerrilleros como Hugo Chávez en Venezuela (1999-2012), Daniel Ortega (2006-actual) en Nicaragua y la dictadura de los hermanos Castro en Cuba (1959-2019). En estos casos los ejecutivos provenían de la lucha armada; por lo tanto, los militares se identificaban con sus proyectos, y además los ejércitos fueron politizados y dejaron de lado su imparcialidad para adherirse a un proyecto político específico.
Un fenómeno contemporáneo
Empero, recientemente se ha presentado un fenómeno nuevo, que consiste en que los presidentes civiles doten de mayores funciones a las fuerzas armadas. Por ejemplo, en Centroamérica la presidenta hondureña Xiomara Castro ha militarizado la Seguridad Pública intentando replicar el método de mano dura contra las pandillas de El Salvador y así reducir los altos índices de criminalidad. Este caso específico resulta paradigmático al ser un gobierno de izquierda, que tiende a apostar por el fortalecimiento de cuerpos no castrenses.
Al oeste, en El Salvador, el presidente Nayib Bukele no solo ha militarizado la seguridad sino que las fuerzas armadas han sido utilizadas para ejercer presión sobre la oposición, por ejemplo, cuando esta se negaba a aprobar su plan para el combate al crimen. Se trata de un caso inédito porque en los anales históricos son los militares quienes presionan al presidente en funciones para que deje el poder y no el ejecutivo en turno quien presiona a los congresistas.
La relevancia que han cobrado los militares en el país centroamericano muestra que existe un crecimiento exponencial del poder de las fuerzas armadas no solo en funciones, sino en violaciones a los derechos humanos, y un incremento en materia económica para que cumplan sus funciones. Las fuerzas armadas se han convertido en un pilar del régimen punitivo salvadoreño en el cual Bukele mantiene el control.
Más al sur, en el Ecuador, el presidente Daniel Noboa enfrenta una crisis de inseguridad que se acompañó de actos terroristas luego de que criminales asaltaron canales de televisión y universidades y asesinaran a personal penitenciario. El mandatario optó por decretar el estado de excepción y que los militares se hicieran cargo de la seguridad para hacer frente a esta situación.
Como podemos ver en estos casos, las fuerzas armadas han sido utilizadas para hacer frente a la ola de violencia que azota a las naciones. Sin embargo, el crecimiento de la presencia castrense en la seguridad pública puede generar mayores problemas para el poder civil al tomar en cuenta que la historia de Centro y Sudamérica está marcada por la presencia de estos en varias esferas de la vida pública.
La utilización de las Fuerzas Armadas en México
Finalmente, el caso mexicano es preocupante porque la historia política del país está basada en la despolitización del ejército desde 1945, cuando las fuerzas armadas fueron excluidas del entonces partido de Estado, el Partido Revolucionario Institucional. Los militares han sido un equilibrio en el sistema político. Si bien durante la era del partido hegemónico (1929-1997) se utilizaron como cuerpo de seguridad para sofocar manifestaciones obreras, estudiantiles o sindicales, nunca rompieron con el orden constitucional.
Durante la transición y la era de gobiernos divididos (1997-2018) al ejército no se lo había dotado de otras funciones más que las castrenses, y a partir de 2006 se encargaron de apoyar labores de seguridad pública. A partir del 2018, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador los ha dotado de mayores facultades.
El ejército se encarga de la vigilancia de las aduanas y de la detención de migrantes en la frontera, construyen obras como aeropuertos, refinerías y trenes, entregaron vacunas para combatir la pandemia de Covid-19, reparten los libros de texto y administran proyectos de infraestructura. Ahora bajo la administración lopezobradorista, las fuerzas armadas han cobrado un papel más relevante, lo cual genera una preocupación: ¿podrá alguien quitarles el poder y estarán dispuestos a cederlo?
La región vive tiempos de malestar con la democracia, pero también la creciente militarización es una alerta para todos los países. Dotar de poder a los militares es desconocer la historia política de la región, pero también puede ser leído como una acción autoritaria por parte de algunos políticos que intentan blindar un proyecto político específico. La literatura en este ámbito suele ser escasa, pero la coyuntura política nos obliga como cientistas sociales a analizar este nuevo fenómeno que se desarrolla en varias naciones.
Sebastián Godínez Rivera es Cientista Político. Graduado en la Universidad Nacional Autônoma de México (UNAM). Diplomado en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién.