Xavier Rodríguez Franco / Latinoamérica 21 El pasado 6 de marzo, una representación del gobierno de Joe Biden viajó a Caracas para reunirse con Nicolás Maduro. La visita fue una más de las que diplomáticos de Occidente están realizando a diferentes potencias petroleras con el fin de incrementar la inyección de hidrocarburos al mercado energético global para compensar la escasez, producto de las sanciones a Rusia.
Estas gestiones han implicado el acercamiento a regímenes poco democráticos y conocidos por su precario historial de derechos humanos como Turkmenistán, Nigeria, Arabia Saudí o la misma Venezuela.
Este encuentro “exploratorio” evidencia la disposición de Biden a dejar de lado la “transición energética” ante una eventual escasez de petróleo, a pocos meses de las elecciones legislativas de noviembre de 2022.
Pero, por otra parte, el diálogo directo de los representantes diplomáticos con el régimen de Maduro también revela un cambio en la política exterior hacia Venezuela, a pesar de que la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, insistió en que no reconoce a Nicolás Maduro como líder de Venezuela. Cabe destacar que el régimen venezolano, con fuertes vínculos diplomáticos y militares con Rusia , no tiene capacidad para asumir compromisos con ninguna de las partes. Su poder se sustenta en una forma de feudalismo extractivista, controlado por diferentes facciones protegidas por el Estado, por lo que el Gobierno no cuenta con capacidad técnica real para incrementar sosteniblemente un eventual repunte de la producción petrolera.
La Pdvsa de hoy, desprovista del capital humano de alta calidad que tuvo hasta hace algunos años y con unas instalaciones gravemente deterioradas, difícilmente podría ser el anclaje estratégico de la nueva geopolítica energética de EE. UU., al menos a corto o mediano plazo.
Actualmente, Venezuela produce alrededor de 740.000 barriles de petróleo al día, lo cual no llega a la décima parte de la producción rusa actual. Una eventual reactivación de la industria tendrá un efecto muy limitado en la crisis energética global de este momento. Pero más allá de estas desventajas, Venezuela cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo. Y si bien el tipo de petróleo pesado y extrapesado venezolano requiere mayor nivel de inversión para su extracción, refinación y transporte, rinde mejores beneficios en contextos de altos precios, tal como pareciera ser la tendencia.
En este sentido, el petróleo venezolano vuelve a convertirse en un atractivo, tal como lo han anunciado grandes empresas como Chevron . Una reactivación de la explotación petrolera podría, de todas maneras, compensar a EE. UU. parcial o totalmente el volumen procedente ahora de Rusia, es decir, unos 550.000 barriles de petróleo diarios en promedio para el año 2021.
¿Una mala noticia para la causa democrática venezolana?
Un eventual y aún poco probable acercamiento entre la Casa Blanca y Miraflores para proveer a EE. UU. de petróleo podría dar aire al régimen de Maduro y convertirse en un nuevo obstáculo a la causa democrática que, por años, muchos venezolanos han venido construyendo desde dentro y fuera del país.
Esto fue reconocido por el propio Juan González, asesor presidencial de EE. UU. para América Latina y miembro de la comitiva diplomática que viajó a Caracas. Sin embargo, en medio de una crisis mundial en la que la propia seguridad energética de EE. UU. se ve amenazada, estos aspectos pasan a desempeñar un papel secundario para el gobierno de Biden.
Independientemente de la diplomacia a dos bandas que sigue practicando el régimen de Maduro, la causa democrática debe tomar apunte de lo ocurrido y centrarse en su continuidad. Se debe asumir que un eventual retorno a la democracia no dependerá exclusivamente de la dirección diplomática que asuman los actores centrales del orden mundial.
En todo caso, la invasión rusa a Ucrania y su impacto en el mercado energético mundial ha abierto un nuevo esquema político que la dictadura venezolana intentará aprovechar para posicionarse tras años de sanciones y aislamiento internacional, algo que se ha agravado recientemente, ya que buena parte del dinero de la venta de petróleo venezolano permanece en bancos rusos sancionados por EE. UU. Esto podría acelerar una nueva etapa en el proceso de negociaciones con la oposición, suspendido algunos meses atrás unilateralmente por el Gobierno. Muchas cosas quedan aún por definirse en un contexto internacional cambiante e incierto.