Las elecciones de este 7 de febrero en Ecuador podrían abrir un inédito escenario cuya trascendencia rebasa las fronteras del país andino: un balotaje entre el candidato correísta triunfador, Andrés Arauz, y el candidato del movimiento indígena, Yaku Pérez . La tradicional polarización entre izquierda y derecha es ahora sustituida por un nuevo campo para las definiciones políticas, que es el enfrentamiento dentro de las mismas fuerzas de izquierda.
Por un lado, la que ahora ya se podría llamar como izquierda tradicional encarnada en los postulados del ex presidente Rafael Correa, versión ecuatoriana del bolivarianismo inaugurado por Chávez y continuado por Maduro en Venezuela. Y esta nueva expresión que apuntaría a consolidarse con la victoria del Movimiento Pachakútik, que combina los valores ancestrales de defensa de la naturaleza frente al extractivismo, con las posturas del ecologismo global y las reivindicaciones de movimientos emergentes como el feminismo y el ecologismo.
Desconfiguración de la derecha
El resultado electoral nos presenta un cuadro de desconfiguración de la derecha tradicional; la alianza PSC-CREO (Partido Social Cristiano y Movimiento Creando oportunidades, CREO) se demostró infructuosa. Desde un inicio, reveló su debilidad de fondo: una alianza electoral y no programática, unida únicamente por la necesaria presencia electoral, pero acompañada por la reticencia a fortalecer demasiado a una de sus expresiones en desmedro de la otra.
En el fondo los unía, sin que se percatasen suficientemente, una voluntad de auto boicot como tendencia: poca claridad en afirmar un programa político conjunto que signifique la propuesta de una alternativa real para salir de la profunda crisis económica y sanitaria que afecta al país.
El 19,58 % de la votación alcanzada por el candidato Guillermo Lasso, de la alianza PSC-CREO, dista mucho del 44.41 % que las dos fuerzas lograron sumar en la elección de 2017, cuando ambas se enfrentaron a Lenin Moreno. Entonces, se trató de una fragmentación que les impidió, como tendencia, vencer a la izquierda correísta representada por Alianza País. Ahora, ‘unidas’, el resultado es peor.
Y reconfiguración de la izquierda
Por otro lado, la victoria de Andrés Arauz refleja también una caída significativa de desempeño electoral del correísmo respecto de los resultados que esta agrupación venía demostrando en anteriores contiendas electorales. Apenas logra superar el 30% cuando históricamente su cota superaba el 40% de intención de voto, alcanzando en la última elección un 39.36 de aceptación.
Dos actores emergen de manera sorprendente. Por un lado, Yaku Pérez que representa a Pachakutik, brazo político de la CONAIE, organización histórica del movimiento indígena, con casi el 20% de votación. Y por otro, Javier Hervas, que logra un 16%, en representación de Izquierda Democrática, partido de centro, reedición de la tradicional socialdemocracia ecuatoriana, vigente en los años 80 y 90 del siglo pasado.
El resultado electoral muestra el crecimiento de Pachakútik, protagonista de la revuelta de octubre de 2019. Yaku se encargó de posicionar su candidatura al interior del movimiento, al desplazar a los otros líderes del movimiento indígena más cercanos al correísmo, Iza y Vargas, línea que se consolida con el resultado actual.
Igual acontece con el voto que está tras lo alcanzado por Javier Hervas. La necesidad de abandonar la retórica ‘ideológica’ por el pragmatismo de ofrecer soluciones empresariales a la problemática del empleo, en particular para los sectores medios urbanos seriamente afectados por la crisis.
La distribución del voto
Una rápida lectura de la distribución del voto es aleccionadora. Arauz se fortalece en los antiguos bastiones de la costa populista y de la derecha socialcristiana (Guayas y Manabí). Mientras que Yaku consolida su representación del mundo rural, de la sierra y la amazonía, donde Pachakutik y la CONAIE tienen sus bastiones político electorales mas consistentes.
En general, el resultado permite apreciar la emergencia de un voto renovado que expresa una alta sensibilidad por temáticas que son extrañas para los contendientes tradicionales, tanto de la derecha como del correísmo. La necesidad de virar hacia un modelo de desarrollo y crecimiento sostenible, más allá de la tradicional retórica derivada de la pugna redistributiva.
La inclusión de nuevos temas como la reivindicación de género y el ambientalismo, así como la búsqueda por enfrentar la pobreza en la generación de empleo y no en la dádiva populista.
Los desafíos para la segunda vuelta que se realizará el 11 de abril próximo son enormes. El enfrentamiento ya no se da entre la izquierda y la derecha tradicional, que ha sido virtualmente relegada del escenario electoral, sino que se ubica al interior del campo de las izquierdas.
Para el candidato Arauz, será enormemente difícil enfrentar a Yaku Pérez y a su programa, que recoge las tradicionales reivindicaciones del mundo indígena y las nuevas demandas de los actores sociales emergentes. Los ofrecimientos de subsidios y dádivas ya no serán suficientes para cautivar a un electorado que está caminando hacia nuevos referentes y soluciones vinculadas con la necesidad de combinar el crecimiento sostenible de la economía, con la defensa y profundización de los derechos y las libertades, posición que representa la línea opuesta a los postulados del correísmo de Arauz.
El desafío para Yaku Pérez también es arduo. ¿cómo incrementar considerablemente su votación estableciendo claras líneas de comunicación con los electores de Lasso y de Hervas, para caminar juntos en la línea de contención al correismo? ¿cómo contagiar al votante de las grandes ciudades y al elector populista, de las bondades y alcances de su propuesta?
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