Había una vez una Cuba democrática en dónde los partidos políticos dirimían su competencia en elecciones libres, en dónde las ciudadanas y ciudadanos elegían a sus representantes en un contexto de libertad. Este período duro poco, pero existió. Se extendió por algo más de una década. El problema es que el discurso único oficial ha sepultado su registro histórico y la transmisión oral, luego de siete décadas, se ha extinguido. Lo sorprendente es que ese período excepcional también produjo una Constitución en 1940 que expresaba en su primer artículo su impronta republicana al sostener que se trataba de “ un Estado independiente y soberano, organizado como República unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana ”.
El 10 de marzo se cumplen 70 años de la ruptura del orden democrático en Cuba. Esto no quiere decir que desde su independencia la Isla haya gozado de una democracia ininterrumpida. Por el contrario, ese único periodo democrático cubano fue muy breve, de 1940 a 1952. El historiador Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta, se ha sumergido en esa etapa para dar cuenta de la dinámica de la competencia electoral.
En su libro “ La democracia republicana en Cuba 1940-1952 ”, da cuenta del sistema de partidos de aquel entonces que contrasta con el régimen de partido único actual. Destaca además que los incentivos que presentaba el sistema político para el multipartidismo hizo que partidos radicales, como el Comunista, ingresaran en una lógica de competencia electoral, con lo cual se trató de un sistema político inclusivo. Lamentablemente esto arroja como saldo que Cuba ha vivido gran parte de su historia bajo regímenes autoritarios y esto marca una ausencia en materia de cultura democrática.
Tanto el discurso de Fidel Castro como el de la élite actual del Partido Comunista de Cuba han intentado desconocer que hubo grandes esfuerzos por promover reformas democratizadoras en Cuba y que de hecho hubo un periodo en el que prevalecía una democracia plural que celebraba elecciones competitivas entre fuerzas políticas tan diversas como comunistas, socialistas, liberales, conservadores y reformistas.
Esto lo describe muy bien Loris Zanatta en su libro “Fidel Castro, el último Rey Católico”. Allí hay un joven Fidel Castro con un marcado discurso antipolítica, que con desprecio cuestionaba a la democracia cubana de aquel entonces a la que clasificaba como una “ partidocracia ”. Con la utilización discursiva permanente del término “ politiquería ” hacía una impugnación de la dimensión consensual y dialoguista de la política, lo que dio lugar a una coincidencia con el discurso que tuvo después Batista en el vestíbulo del golpe.
Este período democrático fue una originalidad incluso en la región. Solo recordemos que en República Dominicana gobernaba Rafael Trujillo, en Nicaragua Anastasio Somoza García y en El Salvador, en 1948, un golpe militar ponía fin al gobierno de otro militar. En cambio, en Cuba todo indicaba que se había dejado atrás su historia colonial y la tutela norteamericana cuando las fuerzas políticas locales celebraban una Asamblea Constituyente que brindaría el marco legal para la celebración de varias elecciones presidenciales y legislativas en las que habría alternabilidad en el poder, al menos hasta 1952.
De hecho, Fulgencio Batista, quien con el golpe de 1952 acabaría con el periodo democrático cubano, había sido electo en el marco de la Constitución en 1940. Luego le seguirían Ramón Grau San Martín (1944) y Carlos Prío Socarrás (1948). En las elecciones de este período la participación electoral iba en aumento, del 73 al 78 por ciento.
La conocida como “ Constitución de octubre ” establecía que la elección presidencial era indirecta, a través del colegio electoral, y bastaba con una mayoría relativa (como la mayoría de los países de la región para esa época, no había segunda vuelta). Sin embargo, en 1943 a través de un nuevo Código Electoral se estableció la elección directa del presidente.
El periodo democrático concluiría el 10 de marzo de 1952, cuando Batista, en campaña para las presidenciales que se celebrarían ese año, al verse con muy pocas chances de llegar al poder de manera democrática, usó sus influencias militares para clausurar el orden constitucional.
El pueblo cubano no volvería a conocer un régimen democrático, dado que luego del golpe de Batista llegaría la experiencia totalitaria más longeva de la región, encarnada por Fidel Castro primero y luego por su hermano Raúl. Hoy es el Presidente Miguel Díaz Canel el que heredó la responsabilidad de impedir que las y los cubanos puedan elegir libremente a sus representantes.
Para sorpresa de la opinión pública internacional y del propio régimen el 11 de julio del 2021 una multitud salió a la calle a exigir libertad y democracia. Su himno fue “ Patria y Vida ”. La represión fue inmediata, hoy las cárceles de Cuba están atiborradas de presos políticos, activistas como el artista Luis Manuel Otero Alcántara o políticos como Daniel Ferrer siguen detenidos. Se advierten procesos y condenas a menores de edad y persecución a periodistas, sobre todo mujeres como lo muestra el caso de Luz Escobar.
Quizá la juventud de Cuba se haya movilizado sin conocer ese interregno democrático, no obstante, su emergencia debe interpretarse como una línea de continuidad en la tradición democrática de Cuba, una tradición que busca ser desplegada pese a la impugnación compartida entre Batista y los Castro.
Leandro Querido es Director de Transparencia Electoral de América latina. Magister en Derecho Electoral. Universidad Castilla La Macha, España. Autor del libro “Así se Vota en Cuba”. www.latinoamerica21.com, un medio plural comprometido con la divulgación de opinión crítica e información veraz sobre América Latina. Síguenos en @Latinoamerica21