Tras el primer año de gobierno del autodenominado Frente de Todos, que asumió en 2019, y habiendo pasado el momento de mayor aislamiento de la pandemia de la COVID-19, el Gobierno argentino comenzó a dar muestras, primero, de sus desavenencias; segundo, de sus divisiones y sus disputas en la actualidad. El conflicto en el Gobierno se expresa básicamente entre los intereses electorales de Cristina Fernández de Kirchner (y el denominado kirchnerismo) y las intenciones del presidente Alberto Fernández y los sectores políticos provenientes del peronismo que lo apoyan.
Recordemos que la creación del Frente de Todos fue una estrategia de Cristina de Kirchner que dudaba de su triunfo en 2019 y decidió postular a Fernández, pero reservándose la vicepresidencia e, implícitamente, el control del Gobierno. Este proyecto empezó a debilitarse por una cierta resistencia del presidente a dejarse dominar, resistencia menguada por el hecho cierto sobre la base de poder del Gobierno: Cristina.
En estos momentos, la política argentina se dirige a las PASO (primarias abiertas y obligatorias) en agosto y a las elecciones presidenciales de octubre. La fuerte crisis económica que vive la Argentina (100% de inflación, para poner solo un indicador) y la crisis social (más del 40% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza) permiten diagnosticar una posibilidad real de derrota del Gobierno y una victoria del principal frente de oposición.
También recordemos que Juntos por el Cambio es un acuerdo político entre Propuesta Republicana (fuerza política creada por el expresidente Mauricio Macri) y la centenaria Unión Cívica Radical. Cabe señalar, a su vez, que en este posible frente ganador todavía no están dirimidas las candidaturas y hay fuertes disputas en su interior.
En el Frente de Todos, las candidaturas en pugna son las del actual presidente, con una muy baja intención de voto; las del ministro de Economía, Sergio Massa, un político ambiguo que apoya todas sus chances de ser candidato en el control de la inflación, y la del kirchnerismo. La vicepresidenta anunció que no será candidata, con lo cual hay grandes especulaciones sobre a quién nominará, aunque sus leales claman por que se presente como candidata.
Para reforzar sus escasas posibilidades de un triunfo electoral, el Frente de Todos comenzó hace un tiempo a declamar, y a realizar movimientos, por la unidad de los distintos sectores (a los ya mencionados, se agregan gobernadores provinciales, intendentes, sindicalistas, movimientos sociales, cada cual con sus propios intereses). Lo paradójico es que a cada discurso y movimiento real sobre la creación de un consenso y una unidad política sólida, el Frente se desune más.
Desde hace poco menos de un año, el presidente Fernández comenzó a dar tímidas muestras de una relativa autonomía respecto a las propuestas y deseos políticos de su vicepresidenta Cristina de Kirchner. Un poco más tarde, desde el espacio político del presidente se empezó, también tímidamente, a enunciar la posibilidad de que este buscará su reelección. Este movimiento fue tildado por el kirchnerismo, lisa y llanamente, de deslealtad y traición política. A partir de entonces la búsqueda de unidad del Frente de Todos empezó a mencionarse cada vez con más urgencia, al tiempo que las posiciones políticas se agredían abiertamente, por lo que aumentaban la brecha entre los diferentes sectores.
Recientemente, por insistencia de Cristina y tras titubeos del presidente, ambos se reunieron en lo que se denominó la Mesa Política Ampliada, una reunión en la que confluyeron los principales espacios políticos del Gobierno con el objetivo explícito de crear políticas para este momento crítico. El objetivo implícito es que todos los posibles candidatos del Frente de Todos empiecen a dirimir posiciones.
El resultado de esa reunión fue una serie de agresiones disfrazadas de frases punzantes de los diferentes sectores respecto a quién debía ser el candidato del Frente. El ensimismamiento de los sectores da la idea de que ninguno cederá y de que la división interna del oficialismo seguirá alimentando la crisis que vive el país y el fuerte descontento social.
Si la oposición, envuelta en similares disputas, aunque con la ventaja de no ser gobierno, estuviese más consolidada sobre un futuro programa de gobierno para resolver los innumerables problemas del país, la elección de octubre ya estaría definida.
Diego M. Raus es director de la Licenciatura en Ciencia Política y Gobierno, de la Universidad Nacional de Lanús. Profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Licenciado en Sociología, por la UBA, y en Ciencia Política, por Flacso-Argentina.
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