Por: Gabriel Gaspar
Latinoamérica atraviesa una de las situaciones más dramáticas de su historia. La pandemia persiste y algunos de sus países se encuentran entre los mas castigados del planeta. Ha quedado en evidencia la falta de servicios estatales capaces de atender la enorme demanda sanitaria debido a la disminución y en gran parte privatización de los mecanismos de previsión social. Esto ha potenciado, en varios países de la región, agudos procesos sociales y políticos que se venían experimentando previo a la pandemia.
Apertura, desregulación y privatizaciones
En las últimas décadas, la mayoría de las economías latinoamericanas se habían reorganizado siguiendo la receta de la apertura, la desregulación y las privatizaciones. Y una de las consecuencias mas notorias fue el achicamiento del Estado y el traspaso de muchas de sus funciones, especialmente en materia de educación, salud y previsión, al sector privado.
La llegada de gobiernos de corte social demócrata o izquierdistas morigeró a ratos ese proceso, mediante una redistribución via presupuesto. Pero ello descansó en gran medida en el incremento de los recursos fiscales que proveyó el boom de las materias primas a comienzos de siglo. Hacia mediados de la segunda década las economías comenzaron a enfriarse y la crispación volvió a emerger.
En 2019 Ecuador, Chile, Colombia y Bolivia vivieron convulsos estallidos sociales. Regiones del interior de Perú se resistían a diversos proyectos extractivistas avalados por los gobernantes limeños y crecía la indignaba con la corrupción de sus elites. Los argentinos vivieron ese año un derrumbe económico, con una gran inflación y una peor devaluación, lo cual terminó con una deuda impagable con el FMI. Las elecciones sirvieron de válvula de escape y así emergió el gobierno de Alberto Fernández.
Brasil y México vivían los primeros momentos de Bolsonaro y AMLO, cada uno en su estilo canalizando la protesta social acumulada. Venezuela prosiguió en crisis y expulsando migrantes que empezaron a saturar la capacidad de los países vecinos. Y en Centro América, entre la eterna crisis y la amenaza de las maras, surgieron las caravanas de migrantes rumbo al Norte.
Ante semejante escenario, como siempre, el republicano Uruguay y la democrática Costa Rica se mantenían como los únicos bastiones de estabilidad en la región.
El inicio de la pandemia
En marzo del 2020 apareció el primer caso de Covid-19 en Brasil. A las pocas semanas, cuarentenas, desplomes económicos y miedo azotaron a los latinoamericanos. Según la CEPAL, en el 2020 las exportaciones se redujeron un 13% al tiempo que las importaciones cayeron un 20%. La contracción económica de la región fue cercana a un 8%, la mayor en 120 años.
La rabia acumulada se mezcló con la incertidumbre laboral y la amenaza sanitaria. Las sociedades buscaron protección y los ojos se volvieron hacia el Estado. Pero la mayoría de los países carecían de servicios estatales capaces de atender la enorme demanda sanitaria.
El crecimiento económico de los años previos en muchos casos incrementó el trabajo informal y el endeudamiento de las familias por la vía de la expansión del crédito privado. Así, la cuarentena y el encierro encontró a millones de trabajadores latinoamericanos sin ingresos formales, dependiendo del día a día y endeudados.
Los caminos de salida
Es difícil delinear el final del túnel cuando la mayoría prosigue penosamente en el “callejón de la amargura”. En aquellos países donde el estallido de la crisis sanitaria, sumado al descontento social preexistente coincidió con un proceso electoral, la energía se canalizó o se está encauzando por esa vía como en Argentina, Ecuador, Perú. Y en Chile surgieron acuerdos para llevar a cabo reformas institucionales profundas.
En cambio, donde no existen mecanismos institucionales para procesar las demandas sociales y las elecciones se ven algo lejanas, el conflicto se ha instalado, como en el caso colombiano. El hecho es que la mayoría de las sociedades latinoamericanas demandan mecanismos básicos de protección social que hoy, o son exiguos, o simplemente no existen o fueron desmantelados por la fiebre privatizadora.
Construir una red básica de seguridad social modificará las bases del Estado subsidiario y privatizador imperante en la región. Obviamente, es un tema de prioridades políticas y sociales mas que estrictamente técnico. Como tal, debe ser definido a partir de la opinión ciudadana de cada país.
Por cierto, los regímenes que colocan en el centro la protección social de los ciudadanos tienden a elevar la calidad de su democracia. El liberalismo extremo que hemos conocido también ha generado una amplia demanda de participación, trasparencia y control ciudadano que le ponga frenos a la corrupción y a la reproducción de burocracias políticas que copan el Estado.
El estado de bienestar en América Latina
¿Pueden las economías latinoamericanas sostener un Estado de Bienestar? ¿Por básico que sea? Hay países en mejores condiciones que otros, pero también se echa de menos mecanismos multilaterales eficientes que permitan construir instrumentos mínimos de concertación ante desafíos comunes: desde la negociación hasta la producción de vacunas. Si un país del tamaño de cubana es capaz de hacerlo, ¿por qué no lo pueden hacer países mas grandes?
Si miramos el mapa político próximo de Sudamérica vemos que en Brasil asoma Lula, en Colombia Petro, y en Perú en pocos días la segunda vuelta definirá si regresa el fujimorismo o si el profesor Castillo se convierte en presidente. Para las elecciones chilena aún faltan varios meses, pero es claro la derecha no se mantendrá en el poder.
La construcción de Estados Benefactores a la latina, para no transformarse en barriles sin fondo, requiere de una estrategia de desarrollo que lo soporte. En Sudamérica ayuda el incremento de la demanda y de los precios de sus productos de exportación, pero obviamente es necesario un impulso a la infraestructura, un incremento de la productividad, diversificar la oferta exportadora y por cierto, un salto en recursos humanos. Además, hace falta actuar coordinadamente ante el crimen organizado y reformar el Estado para sanear las practicas corruptas y clientelares.
No es poco, tampoco es fácil y menos rápido. Pero son desafíos que hay que enfrentar. Este puede ser un buen momento para que buena parte de los países de la región asuman la conformación de nuevos pactos sociales para lo cual hace falta que se construyan mayorías ciudadanas que respalden el proceso.