Por: Lamán Carranza Ramírez y Alonso Huerta Cruz
La de patentes, marcas y derechos de autor es una industria en constante movimiento, donde la tecnología es la cerámica para moldear un futuro innovador.
Bastan una gran idea y su precisa descripción, para que la solicitud se realice y muy seguramente sea otorgada. Personajes famosos del cine y la música también lo lograron.
¿Cómo hacía Michael Jackson para inclinarse 45 grados, más allá de su centro de gravedad, sin caer de boca? Unos zapatos especialmente diseñados, registrados desde 1992 en la oficina de patentes y marcas de Estados Unidos, la respuesta.
'Eruption' de la banda Van Halen, contiene uno de los mejores y más difíciles solos de guitarra de la historia. Así Eddie Van Halen introdujo al rock el 'tapping'; técnica por la cual inventó en 1985, una pieza que se sujeta a la parte trasera del instrumento, para apoyarlo contra el cuerpo sin que se mueva.
Kanye West patentó en 2012, una modalidad audiovisual en la que las pantallas se colocan al frente, en paredes laterales, techo y suelo, con la finalidad de crear una sensación de inmersión en el público.
Houdini, con su traje de buceo; Marlon Brando, con un tambor sintonizable; Steve McQueen con una carcasa ergonómica para el asiento de los autos; Francis Ford Coppola, Jamie Lee Curtis, Steven Spielberg y Prince, son otros en ésta curiosa lista de innovadores famosos.
Y no es casualidad, un ciclo de propiedad intelectual detona el crecimiento económico y social, por ello las patentes son uno de los indicadores de innovación y desarrollo tecnológico de un país.
Países como Estados Unidos o Alemania ven una correlación directa entre el número de patentes solicitadas y el crecimiento económico, en procesos de innovación tecnológica.
Son estratosféricas las cantidades económicas que se citan en los litigios por patente de las grandes firmas mundiales de farmacéutica, de tecnologías de información y comunicación; así como las industrias eléctrica y automotriz. En algunos casos son los activos más importantes de las compañías.
La importancia de la propiedad industrial y la desventaja que supone no proteger los desarrollos innovadores, es directamente proporcional a la posición de privilegio en el mercado, que asegura la solidez jurídica de una patente.
El sistema de patentes se desarrolla a mayor velocidad en un reducido número de naciones, pero existe cada vez mayor actividad de solicitudes en países con economías en auge, como Brasil, India, Turquía o Sudáfrica.
Existe un documentado paralelismo entre los países con mayores ingresos y aquellos con más solicitudes de patentes. Los más innovadores.
De acuerdo con un estudio de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, las industrias que invariablemente patentan sus innovaciones representan 82 millones de empleos, un 42% del Producto Interno Bruto y un 93% de las exportaciones.
Para dimensionar esa cifra, sólo esas industrias europeas generan casi 7 veces el Producto Interno Bruto de México en 2018, tan burdo y demoledor como eso, hablamos de 150 mil miles de millones de pesos.
En el mismo sentido, según la Organización Mundial de la Propiedad Industrial (OMPI), la protección de las invenciones tiene una relevancia estratégica a nivel global, pues Estados Unidos y China aportan 43% del total de solicitudes internacionales, mientras que la decena siguiente de economías representan otro 43%; un abrumador 86% del total.
Cifras que crecerán con la profundización de la economía del conocimiento, con inmumerables conceptos intangibles. Y en esa economía, la única forma de saber quién es quién, es con un sólido sistema de innovación y propiedad intelectual.
Los descubrimientos, invenciones y patentes resultan, en la mayoría de los casos, del ingenio de uno o unos cuantos; así como de la colaboración de equipos científicos que, además de hacer ciencia, se entusiasman por demostrar la existencia de nuevas y mejores formas de conseguir las cosas.
En un ciclo de innovación y protección intelectual, en México podremos avanzar, competir mejor, medir nuestra capacidad de ayudar a otros, procurar el bienestar propio y obtener un lugar de prestigio en el mundo.
¿Cuánto nos falta para lograr este esfuerzo? El primer paso es incentivar una cultura de registro y luego faciltar los trámites para, hacer de la generación de patentes una prioridad.
El espectro es ámplio, por ejemplo, una sola empresa acapara el 47% de las patentes internacionales de especies marinas. Tres países controlan dos tercios del total. Miles de secuencies genéticas de casi un millar de especies son propiedad de alguna empresa u organismo privado.
Quienes consiguieron una patente tuvieron acompañamiento de expertos u organismos públicos y privados que están en ese sector. Algo similar debe suceder a través de los consejos de ciencia de los estados, para incentivar a los jóvenes innovadores y emprendedores.
Hidalgo hizo lo propio y obtuvo un récord histórico de 47 patentes solicitadas, en sólo dos años, ascendió 7 posiciones y se colocó como la octava entidad con más trámites de éste tipo de todo el país.
Esto lo acerca a la posibilidad latente de participar en la economía del Siglo XXI, significa una estrategia que, a mediano y largo plazo, en el mundo siempre resulta en crecimiento económico y social, pero de manera exponencial.
Paul Romer, Nobel de Economía en 2018, estableció: “Para que una sociedad se desarrolle necesita acumular capital humano y conocimiento, acceder a las innovaciones tecnológicas, aunque no las desarrolle por sí mismas. Cuando lo consigue, puede lograr que el crecimiento sea sostenido, por tanto, que mejoren renta y nivel de vida de los ciudadanos.
Las inversiones son importantes, sí; pero también lo es la economía de la innovación. Se trata de crear, a través de industrias, emprendedores, científicos y trabajadores; con su ingenio, una masa crítica nacional que sostenga una visión para ser parte fundamental en la estrategia de desarrollo de México.