Lamán Carranza y Yayo González 

Ante la pandemia por el coronavirus Covid-19, días de confinamiento y una nueva realidad de la vida, es obligada una nueva disposición de los instrumentos y la manera de tocar las notas.

El aire, necesario para transmitir el sonido que emiten los que crean e interpretan la música; enrarece con un virus diminuto y poderoso.

Inefable y caprichosa, la música es todavía una de las únicas vías para propagar un mensaje universal de conciencia, respeto, amor, salud, libertad y bienestar.

One World: Together at Home, llamado el Live Aid de los tiempos del coronavirus, cambió a Bob Geldof por Lady Gaga y el resultado fue un recorrido por todas las épocas de la música, desde la absoluta ganadora de la última entrega del Grammy, Billie Eilish; hasta los más grandes de la historia, y no por su edad, Paul McCartney, The Rolling Stones y Sir Elton John.

Como en 1985, el resultado fueron millones de dólares recaudados, esta vez, para que los héroes del momento, el personal de Salud de todo el mundo, tenga lo necesario en la guerra contra el Covid-19.

¿Por qué una agenda de presentaciones, algunas con cuestionable calidad sonora, vistas a través de pantallas de televisión, computadoras o celulares logró esto?

Tal vez porque la música, y las artes en general, son el ejercicio de la sensibilidad humana, que brinda refugio y ayuda a superar crisis personales, o mundiales como ahora.

Nuestra felicidad, tristeza, soledad, ansiedad o sufrimiento, se explican y expresan a través de una melodía, de una letra profunda, o también de la manera más abstracta, con sólo notas plasmadas en partituras.

Así, la tristeza puede representarse de la forma en que interpretó Elvis Presley ¨Are You Lonesome Tonight?¨ O como lo hizo Astor Piazzolla, a través de las notas con las que dio el último adios a su padre en ¨Adiós Nonino¨.

La música es un elixir de salvación y vida en tiempos de crisis e incertidumbre, cuando nuestra agenda, rutina y forma de ver las cosas vuelca hacia un destino incierto, una búsqueda de certezas, aunque no existan. La música entonces, es certeza o ilusión de la misma y es ahí que encontramos un poco de tranquilidad.

La pandemia quemó nuestras agendas, pocos saben qué va a pasar, eso provoca angustia y una profunda sensación de inseguridad. Cuando enfrente sólo hay vacío y neblina, la música puede señalarnos el camino a seguir.

Los movimientos sociales hallaron en la música a una aliada para hacer visibles las causas importantes y las injusticias más dolorosas. Woodstock, Glastonbury, Lollapalooza, Coachela y Tomorrowland mueven masas, voluntades, cambian formas de pensar y ver la vida.

Hoy la música tiene otra tarea, hacer visible un virus que no lo es, fomentar el respeto y la responsabilidad, restablecer el concepto de sociedad y crear una nueva orquesta de la humanidad. No sólo cambiar, si no salvar vidas en el mundo.

Debe asumir su compromiso histórico de hacer visibles las cosas y en una reflexión más profunda, desde el confinamiento en soledad o familia, ayudarnos a determinar hacia dónde vamos y quiénes somos. Aceptar esta nueva realidad y redefinir nuestra manera de vivir.

La música, las canciones y sus mensajes, son casi siempre representaciones de un sentimiento colectivo, la música es y será cronista de los tiempos en los que se vive.

Esa es su bondad, materializa los sentimientos y las sensaciones, acaricia nuestras almas, calma temores, miedos y nos ayuda a sobrellevar las peores tormenta. Entonces, aún en el encierro, nos sentimos parte de algo, eso nos hace de alguna manera libres.

La música tiene vida propia, y trasciende a pasado y futuro, según las vivencias de cada persona. Somos “Aves Enjauladas”, escribió la española Rozalén, una canción que nació durante las primeras semanas del confinamiento en uno de los países más castigados por el Covid-19.

Ese es el significado que ella le dio a la pandemia, según sus vivencias; pero el ciclo de su composición terminará con lo que sienta cada persona que la escuche, un abanico infinito de interpretaciones.

Las canciones son, en gran parte, palabras; pero cada persona, cada núcleo familiar y comunidad posee un lenguaje que es distinto al de otros pueblos y culturas. Es cierto, pero también cada lenguaje es una visión del mundo y cada visión es una ventana universal.

La tarea es romper los límites del lenguaje, la experiencia y el entorno para los artistas en México es otro, el comportamiento y la cultura provocó que el joven chihuahuense Alex García, mejor conocido como Sieck, creara el viral Rap del Coronavirus. Lírica y música combinadas con un mismo objetivo, entregar un mensaje de urgencia para todos sobre el respeto a las medidas de distanciamiento e higiene.

Diferentes estilos, como especies de flora y fauna en el mundo, pero por encima de todo hay que ser leal y auténtico; por que es posible fundir con originalidad y elegancia lo popular y lo culto, lo tradicional y lo nuevo.

El tiempo exige que la humanidad sea una orquesta en la que los músicos se escuchen, ninguno toque más alto que el otro, con respeto y consonancia. Un esfuerzo de conocer y comprender las necesidades del otro.

La música nos da hoy un punto de encuentro a la distancia, con los que tanto nos importan y no podemos tocar, la música hoy nos consuela, recordando que la guerra es contra un virus, lejos de la lucha y el odio.

Esto es clave para superar la crisis y emergencia por el Covid-19; además de las medidas sanitarias, los tratamientos y las vacunas, nos salvará actuar con responsabilidad y solidaridad, y a través de la música, una nueva orquesta de la humanidad con la melodía esperanza.

Yayo González es músico y compositor argentino nominado al Grammy Latino por su canción "Vamos a Morir", Fundador y vocalista del reconocido grupo alternativo y jazz "Paté de Fuá"

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