El ilustre intelectual y diplomático mexicano Alfonso Reyes apuntó con vehemencia que hay que ser “generosamente universales para ser provechosamente nacionales”.

Por Luis Felipe Jiménez, Parsifal Islas y Lamán Carranza 

El hecho es que si nos cerramos al mundo, nos aislamos del conocimiento universal, lo que supone dificultades para entender y resolver los problemas más inmediatos y asumir una corresponsabilidad global en las grandes transformaciones, no sólo de México, sino del planeta.

La ciencia mexicana nos da una importante lección sobre cuán importante es abrirse al mundo y colaborar con otras nacionales para alcanzar grandes objetivos y, por qué no, contribuir a un proyecto de nación “generosamente universal y provechosamente nacional.

En esta ocasión, este espacio honra y reconoce la entrega del Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, a un consorcio binacional encabezado por el Doctor Luis Felipe Jiménez, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El premio es producto de una diplomacia científica de varios años, que comenzó con la idea de un Doctorado conjunto entre la Universidad de la Habana y la UNAM.

Desde ese momento, el Dr. Luis Felipe Jiménez contribuyó a impulsar el intercambio de jóvenes estudiantes cubanos y mexicanos durante los últimos cinco años. Esos son los frutos de ser generosamente universales y hacer de la ciencia nuestra mejor embajada.

Las investigaciones derivadas de estos intercambios consolidaron la colaboración científica entre México y Cuba, especialmente entre el Departamento de Biología Celular de la Facultad de Ciencias de la UNAM, que integran el propio Dr. Luis Felipe y las Doctoras María de Lourdes Segura Valdez y Dra. Reyna Lara Martínez; y el Departamento de Biología Animal y Humana de la Facultad de Biología de la Universidad de la Habana en Cuba, en el que trabajan las Doctoras Ana Sánz Ochotorena y Yamilka Rodríguez Gómez.

La investigación consiste en estudiar con técnicas de microscopía óptica, electrónica y de fuerza atómica, la morfología reproductiva de los reptiles y anfibios endémicos de Cuba, aportando conocimientos biológicos que pueden contribuir a la conservación de especies y ecosistemas.

Resulta interesante cómo, una investigación sobre las gónadas de reptiles puede contribuir a fortalecer lazos entre naciones. Pero es que naturalmente va ligada con la formación de recursos humanos especializados, intercambios culturales y beneficios económicos por el tránsito de especialistas entre ambos países.

A un nivel más alto, cuando las tensiones geopolíticas e ideológicas parecen imposibilitar la amistad entre los pueblos, la pasión por la ciencia logra abrir brechas y construir puentes.

Así fue que, gracias a las colaboraciones entre científicos mexicanos y cubanos fue posible propiciar paulatinamente la colaboración con científicos de los Estados Unidos, la única actividad permitida pese al bloqueo comercial.

Según un reporte del propio departamento de Estado de la Unión Americana, esta diplomacia científica fue clave para el acercamiento oficial que Estados Unidos y Cuba han comenzado a experimentar.

Vale la pena reconocer a nuestros científicos mexicanos, primero por consolidar una fortaleza nacional desde el campo de la microscopía avanzada, y segundo, por contribuir desde la ciencia a la cooperación internacional fortaleciendo a México y a su política exterior.

En la lucha contra COVID-19 México vuelve a tener una aportación importante. La microscopía avanzada resulta clave para desarrollar vacunas y tratamientos contra el coronavirus.

En esto consiste la aportación del nuevo proyecto de los doctores Luis Felipe Jiménez, Lourdes Segura y Parsifal Islas sobre la aplicación de luz sincrotrón en el estudio del coronavirus SARS-CoV-2.

Este proyecto solo ha sido posible por un marco de cooperación internacional entre el Gobierno de Hidalgo y el Instituto Paul Scherer de Suiza, todavez que México aún no cuenta con un sincrotrón.

La investigación permitirá construir mapas microscopicos de las células infectadas por los coronavirus causantes de Covid-19. Estos mapas nos ayudan a conocer con detalle el campo de batalla que se libra en nuestras células cuando enferman. Con esta información se podrán desarrollar fármacos dirigidos a lugares específicos de la célula con el objeto de sabotear la multiplicacion de los virus.

Estos ejemplos muestran que México cuenta con muy buenas capacidades tecnocientíficas, como lo es un liderazgo internacional en microscopía, una carta que nos permite jugar en el concierto de la ciencia a nivel mundial en beneficio de la humanidad.

Esto es motivo de celebrar y seguir impulsando el desarrollo de más ciencia de México a través de la cooperación internacional.

Hacer ciencia no está, como ya lo vimos en la frenética búsqueda de vacunas, tratamientos y curas contra la Covid-19, a ninguna nacionalidad.

La investigación científica es un acto de contraste honesto de ideas y construcción colectiva de un conocimiento y es válido en todos los lugares del mundo.

El que los científicos viajen a otros países y colaboren con colegas extranjeros, permite que la ciencia sea un vehículo de cooperación y entendimiento permanente entre países.

Más aún, el conocimiento científico sobre los problemas urgentes como Covid-19 o la pérdida de la biodiversidad, es un lenguaje transparente que todos podemos hablar independientemente de intereses.

Así, la ciudadanía, los políticos y los científicos que comprenden el valor social de las ciencias, se convierten en representantes importantísimos y agentes de cambio para la sociedad.

Consideramos que más que nunca, la frase de Alfonso Reyes cobra sentido y es un llamado a que la ciencia sea redimida como un asunto de Estado, entendiendo que, sin cooperación internacional, no hay producción de conocimiento universal y que, sin ciencia, difícilmente se puede lograr una gran transformación en México.

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