Hablemos de ciencia, hagámoslo por el simple hecho de que en el mundo globalizado en el que vivimos, son los países que invierten en tecnología e innovación los que más desarrollo reportan en lo que va del Siglo XXI.
Hablemos de ciencia porque, aunque me encanta la historia y la literatura, encontré una motivación extraña en tratar de entender sobre aceleradores de partículas, nanosatélites, agujeros negros, inteligencia artificial o tecnologías transformadoras.
Términos que suenan tan lejanos, pero que están cotidianamente presentes en la vida de la mayoría de los habitantes del planeta y de México.
El ideal es que impere una nueva dinámica de la vida pública y privada: establecer, en todas y cada una de las áreas de acción, a la ciencia, la tecnología y la innovación como una vía para transformar nuestro entorno.
Creo decididamente que debemos seguir los ejemplos que nos dieron Leonardo DaVinci, Nicola Tesla, Antoine Lavoisier, Charles Darwin, Albert Einstein, Marie Curie y muchos otros, para abrazar a la ciencia como la más valiosa herramienta para resolver problemas como lo son la pobreza, el cambio climático, la inseguridad y los retos en materia de salud.
David MayerFoulkes, profesor investigador de la División de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), define a la pobreza como ‘’la falta de acceso a un suficiente nivel tecnológico en el sector productor donde participa el trabajador’’. Y eso es precisamente lo que sucede en los países en vías de desarrollo.
Entonces, hablemos de ciencia porque es tan universal y tan necesaria, que algo como el Sincrotrón Sesame, ubicado en Jordania, puede ser una realidad. Una realidad que actualmente opera a pesar de las enormes diferencias entre los países que se unieron para su construcción. La ciencia une, incluso a aquellos que han sido históricamente enemigos como Israel y Palestina.
La ciencia permite a científicos de naciones en conflicto revisar el conocimiento del otro, incluso, posibilita la construción de una estación internacional en el espacio; además, personas de diversas procedencias, ideas políticas y religiones trabajan juntas con un único objetivo: generar conocimiento.
Eso es algo muy valioso, loable y útil para el mundo, porque nos permite avanzar hacia un mejor mañana, es un ejemplo de cómo debemos dejar que las ideas originales nos guien; aunque resulte complicado tratar de ver el mundo desde un enfoque distinto.
Hablemos de ciencia porque la ciencia es encontrar lo que antes no habíamos notado, es hacer conexiones en lugares en los cuales parecieran inexistentes, es dejar que la vida nos sorprenda con sus singularidades.
Encontremos a través de la ciencia, justo en un panorama y contexto convulso, un presente vasto de posibilidades, en el que la única complejidad es el tiempo y el único desafío sea usar nuestra imaginación.
El futuro está aquí, blockchain, inteligencia artificial, drones para vigilancia y seguridad, por qué preguntarnos si un Sincrotrón es necesario, si la ciencia de frontera es para otros y no para los mexicanos.
Cuántos más tienen que ganar certámenes de robótica y tecnologías emergentes para darnos cuenta que México puede liderar, a través de sus jóvenes, el futuro científico y tecnológico del país.
Invertir en ciencia y conocimientos es dar a todos ellos las herramientas para usar su talento y capacidad para hacer de México un país de primer mundo.
Con ciencia y tecnología los mexicanos somos la fórmula para estar mejor, crecer y desarrollarnos.
Es simplemente construir los mundos imaginarios y posibles que nos permitan desarrollar propuestas de supervivencia y sobrevivencia para las generaciones que vienen detrás de nosotros; en suma, mejorar nuestro mundo actual y crear las soluciones para los problemas añejos, presentes y los que aún no conocemos.