Por: Parsifal Islas, Brenda Valderrama, Yudy Tibaduiza y Lamán Carranza Ramírez 

En el contexto actual de la pandemia por Covid-19, la ciencia toma un papel definitivo por la celeridad con que ofrece nuevas vacunas, tratamientos y conocimientos clave, para contener el avance de la pandemia. En tan solo un año, la comunidad científica mundial logró desarrollar más de doce nuevas vacunas a través del uso de tecnologías innovadoras.

La ciencia también hizo evidente que la Covid-19 es la primera gran pandemia del Siglo 21 y que los virus no reconocen fronteras. Una vez más, nos enfrentamos a un problema global del que todas las naciones son co-responsables.

Además, la ciencia puede proveer un lenguaje común, para que la comunidad internacional enfrente esta co-responsabilidad. Es necesario, que los beneficios de los avances científicos lleguen a la sociedad, un paso clave, es abrir canales de diálogo político desde la ciencia entre esferas tan diversas como la diplomacia, los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y la iniciativa privada.

El arte de construir estos diálogos y promover agendas tan importantes, como el abasto de vacunas y la articulación de alianzas estratégicas desde la ciencia constituye un área de especialización conocida como diplomacia de la ciencia.

En México, la necesidad por contrarrestar la distribución desigual de vacunas en el mundo impulsó a diversos actores gubernamentales (locales y federales) ha incursionar en negociaciones internacionales a partir de un nuevo discurso de diplomacia de vacunas, desde el cual se incorporan capacidades institucionales en Diplomacia de la Ciencia.

Es decir, estos nuevos actores de la agenda pública post-COVID lograron fortalecer los vínculos con la comunidad académica nacional e internacional y así, atraer soluciones especificas a los problemas generados por la pandemia.

En un artículo publicado recientemente por la revista Science & Diplomacy de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), tuvimos la oportunidad de documentar importantes casos de Diplomacia de Vacunas en la historia de México y también analizar a quienes construyen un liderazgo emergente, apoyados apostando por una política de Estado en Ciencia, Tecnología e Innovación.

La Diplomacia de las Vacunas está presente un nuestro país desde la época colonial. La primera gran Campaña Mundial contra la viruela fue producto del “Despotismo Ilustrado”, una forma de gobierno que adoptó el Imperio Español, el cual combinaba sus ideas políticas con las ideas de la ilustración y una interacción constante con pensadores, filósofos y científicos.

La política ilustrada propició que entre 1803 y 1806 el Dr. Xavier Balmis y la enfermera Isabel Zendall, dirigieran la llamada expedición filantrópica en la totalidad del imperio español, inmunizando a las poblaciones a través de un proceso llamado variolización.

Como país independiente, fue en 1888 que el Dr. Eduardo Liceaga, director del Hospital General de México, pudo traer un cerebro de conejo inoculado con el virus de la rabia gracias a las relaciones científico-diplomáticas con el Instituto Pasteur y el Gobierno de Francia. No se trataba de importar una vacuna, sino de colaborar bilateralmente en el desarrollo de una vacuna que se produjera en territorio mexicano, logro alcanzado en tan solo un año después de la comisión del Dr. Liceaga en Paris.

Durante el Siglo 20, la primera pandemia se vivió en 1918, se trataba de la gripe española, con más de medio millón de decesos, los gobiernos revolucionarios reconocieron que las enfermedades eran un asunto de seguridad nacional y promovieron el Instituto Nacional de Higiene, antecedente directo de nuestro actual Birmex.

Uno de los periodos de mayor esplendor de las vacunas en México, fue durante la gestión del Dr. Jesús Kumate, quien fue artífice de programas de vacunación que incluyeron la inmunización contra sarampión, dengue, cólera, polio, malaria, viruela, tuberculosis y un tipo de neumonía aviar conocido como ORT.

A partir de esta política de vacunación y fortaleciendo el sistema multilateral de salud como la Organización Panamericana de la Salud, México logró posicionarse como una potencia en vacunación y gozó de autosuficiencia en la producción de biotecnológicos hasta poco antes de 1998.

En años recientes, las enfermedades infecciosas emergentes y remergentes que son causantes de pandemias continúan como una problemática global, difícil de controlar y que amenaza la salud de las personas.

La epidemia de influenza AH1N1 puso en evidencia el deterioro de capacidades nacionales para abastecernos de vacunas y el desmantelamiento sistemático de un patrimonio científico que nos blindaba frente a las epidemias, situación presuntamente derivada de las recomendaciones de la Organización Mundial de Comercio, tras la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN).

En la actualidad, la pandemia por COVID-19 nos encontró en panorama ambivalente, por un lado, la producción científica y la formación de cuadros especializados en enfermedades emergentes y reemergentes aumentó significativamente con respecto a la época de Kumate, por otro lado, las capacidades gubernamentales de apoyo a la investigación, producción de vacunas e incluso cobertura de inmunizaciones disminuyeron en esa misma medida.

Este escenario sugiere una falta de vinculación efectiva entre la política del Estado y las capacidades tecno-científicas de la Nación. Sin embargo, la demanda a una respuesta rápida contra la pandemia actual, impulsó que se crearán nuevas alianzas entre gobernantes y científicos y que se fortalecieran, las ya existentes.

Dicha dinámica fue interesante, entre actores no tradicionales de la salud publica, como la Secretaría de Relaciones Exteriores que creo un Consejo de Científicos para apoyar las negociaciones internacionales a nivel multilateral y bilateral.

Pero también llamó la atención el despliegue de gobiernos locales como la Ciudad de México, que consolidó una red de colaboración con más de 30 universidades para asesorar de manera científica a su gobierno y acompañar el proceso de prevención y de vacunación.

En ambos casos los titulares, tanto la Cancillería como el Gobierno de la Ciudad de México y sus equipos, contaban con una larga trayectoria de colaboración con lideres de la comunidad académica, especialmente de la UNAM y el Cinvestav, mismos que han sido clave para la correcta implementación de estrategias de Diplomacia de la Ciencia.

Otro caso especial, es el del Gobierno de Hidalgo, en donde se establecieron alianzas entre científicos y gobernantes en un periodo de tiempo corto. El Gobierno de Hidalgo se apoyó en la experiencia de Diplomacia acumulada durante la gestión del proyecto Sincrotrón Mexicano para convocar a la comunidad científica mexicana a desarrollar proyectos de investigación binacionales con el Sincrotrón Suizo.

Esto derivó en conocimiento para nuevas terapias y vacunas contra COVID-19 y recientemente ha impulsado con el apoyo de científico y autoridades federales, la construcción de una planta de producción de vacunas de ultima generación en territorio mexicano.

Tenemos muchas lecciones que aprender de nuestra historia científica, junto con el legado de diplomacia de las vacunas que hemos esbozado brevemente.

La diplomacia de las vacunas es la demostración de la cooperación internacional para el acceso global a las vacunas y el apoyo a su investigación y desarrollo, fortaleciendo el poder blando y la influencia de las naciones en el sistema multilateral.

La Diplomacia y la Ciencia Mexicana constituyen un patrimonio valioso y un legado sobre el que podemos construir una visión propia de la Diplomacia de la Ciencia en el Siglo 21, a la altura de retos globales como las pandemias, el cambio climático y la sostenibilidad.

A fin de solucionarlos es preciso apoyarse del conocimiento científico y los avances tecnológicos, para hacerlos efectivos con el diseño de políticas públicas y proyectos que respondan a las necesidades del contexto, así como sinergias que ayuden a fortalecer los lazos de cooperación para el desarrollo y el multilateralismo.

En este artículo y en el publicado en Science & Diplomacy consideramos y queda de manifiesto que si juntamos voluntades y construimos puentes de entendimiento a través de la diplomacia de la ciencia en todos los niveles, a México le puede ir mejor, contribuyendo a una de las grandes transformaciones de su historia, inspirados quizá, en la máxima de Pasteur al inventar el método de producción de vacunas “Dadme un laboratorio y cambiaré el mundo”.

Parsifal Islas es coordinador general del programa académico “Cátedra de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia” de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesor de Relaciones Internacionales en la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán. Es asesor de Diplomacia Científica del Gobierno de la Ciudad de México y de la Iniciativa Sincrotrón Mexicano del Estado de Hidalgo. 
 
Yudy Tibaduiza Es investigadora postdoctoral en la Secretaría de Investigación y Desarrollo  de la Coordinación de la Investigación Científica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesora en la Facultad Estudios Superiores de Acatlán. Es coordinadora de investigación del programa académico “Cátedra de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia” de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y líder académica en la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) México. 
 
Lamán Carranza Ramírez 
Titular de la Unidad de Planeación y Prospectiva del Gobierno de Hidalgo  
 
Brenda Valderrama. Profesora titular del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional  Autónoma de México, UNAM, presidenta de la Academia de Ciencias del Estado de Morelos. También es ex Secretaria de, Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Morelos, México y asesora de la Iniciativa Sincrotrón Mexicano del Estado de Hidalgo. 

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