La crisis sanitaria por COVID-19 democratizó los alcances de la biotecnología para el cuidado de la salud de las personas, primero al permitir el desarrollo de nuevas vacunas en tiempo récord y también al ofrecer herramientas como las pruebas PCR, que nos permiten responder mejor a situaciones inesperadas, como la aparición de la variante Ómicron del virus SARS-Cov-2.
En recientes declaraciones, Sarah Gilbert, una de las inventoras de la vacuna de Astra Zeneca, advirtió que esta no será la última vez que un virus nos amenace: “La verdad es que la próxima será peor, puede ser más contagiosa o más letal, o las dos cosas”, palabras que nos ponen sobre aviso.
La científica de la Universidad de Oxford insistió en que el conocimiento adquirido en la actual crisis de COVID-19 no sólo es científico, también político. Esta pandemia debe servir a la humanidad para prepararnos a enfrentar enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes.
Repetir los errores de los últimos 10 años y ser omisos ante el derecho a la salud de las regiones más desprotegidas del planeta, sería imperdonable y devastador dada la advertencia de Sarah Gilbert.
La última década, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el estados de emergencia internacionales cuatro veces por enfermedades virales en la última década: Ébola en 2014 y 2019; Zika en 2016 y COVID-19 en 2020; ninguna de estas enfermedades ha sido abatida. ¿Falta de compromiso o solidaridad?
Por si esto fuera poco, enfrentamos como humanidad otros problemas como el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. El desequilibrio ecológico, según los especialistas como el Dr. Rodolfo Dirzo, de la Universidad de Stanford, favorece problemas como la rodentizacion y la aparición de enfermedades nuevas.
La humanidad ya enfrentó epidemias y pandemias muchas veces a lo largo de la historia, pero en los casos de la última década fueron determinantes la globalización, por la alta movilidad de personas entre continentes, y el declive que la cultura de vacunación, factores que facilitaron y aceleraron la propagación de los brotes entre regiones geográficas.
Ante este panorama, la advertencia es reivindicar el valor social de la ciencia y aumentar el financiamiento de investigaciones científicas que permitan desarrollar las innovaciones para la oportuna detección de nuevas amenazas y la atención de emergencias sanitarias.
Ómicron, por lo pronto, representa un reto inmediato para la ciencia y para la política. La tasa de mutaciones de esta variante podría no sólo facultarle para transmitirse más fácilmente, sino ser más agresiva e, inclusive, escapar a la protección de las vacunas de primera generación.
Mientras no se tengan datos contundentes, la política tiene la obligación de hacer declaraciones informadas y redoblar los cuidados al ciudadano buscando controlar la propagación de esta nueva variante.
Aún sin Ómicron, las vacunas tienden a perder eficacia con el tiempo, por lo que es importante vacunarse con el esquema completo y, de ser posible, recibir dosis de refuerzo. Vacunarse es vital para la salud propia y solidario para quienes nos rodean, un llamado para quienes todavía no están vacunados, a que lo hagan, por su bien y el de los demás.
Mientras el virus circule, el riesgo de aparición de nuevas variantes sigue. Un ejemplo es Ómicron, producto de la evolución permanente de su transmisión entre humanos; sofisticación viral sorprendente por la cantidad de mutaciones que presenta en la proteína S, con la que comienzá la infección a la células del pulmón. Y es probable que puedan aparecer nuevas variantes más agresivas.
Sería irresponsable dejar nuestro futuro al azar de la variación genética de éste o cualquier otro virus, es aquí que biotecnología nos permite tomar la riendas de nuestro futuro.
Mientras nuestro conocimiento sobre Ómicron se profundiza, las farmacéuticas ya trabajan en versiones mejoradas de la vacuna, adaptándolas a las novedosas características del virus, equivalente a lo que sucede con la vacuna contra la influenza.
Gracias a la tecnología basada en ARNn mensajero, utilizada por Pfizer, es posible desarrollar una vacuna específica contra la nueva variante, probarla y sacarla al mercado en cuestión de semanas. Es más, su compromiso es realizarlo en aproximadamente 100 días. Algo impensable en la historia de la vacunas desde hace 200 años.
A pesar de eso y porque en tres meses pueden pasar muchísimas cosas, el llamado de la OMS es a acelerar la vacunación mundial de forma que se alcance una cobertura segura de la vacuna. Este llamado es en beneficio de países con bajos recursos como los africanos, pero también de países desarrollados que no han podido superar el rechazo generado por los movimientos antivacunas.
Países como el Reino Unido y Estados Unidos impulsan ya programas de administración de refuerzos. En Grecia se anunció que a partir de enero, todas las personas mayores de 60 años estarán obligadas a vacunarse y aquellas que no lo hagan serán multadas con 100 euros, alrededor de 2500 pesos. En Alemania se confina a los no vacunados a partir de esta semana y se preparan para la inmunización obligatoria el próximo año.
Aunque todos los países estamos inmersos en la misma crisis, no es lo mismo contar con capacidad de producción de vacunas que tener que formarse en la fila para conseguirlas.
En México lo que nos queda es aprovechar el talento de nuestros científicos, una distinción internacional de nuestro país, esa capacidad para crear soluciones simples a problemas complejos.
Por eso en Hidalgo se tomó la decisión de aprovechar un espacio ya construido y hasta cierto punto desperdiciado. Ahí se construye ya el Clúster de Desarrollo Biotecnológico y Farmacéutico más importante de América Latina y el Caribe, con el objetivo de recuperar la autosuficiencia de vacunas.
Desarrollar grandes proyectos de ciencia, tecnología e innovación es una previsión de futuro que nos permite generar cambios exponenciales para cuidar la salud de las personas y las familias. Con este propósito, la política en Hidalgo se puso a la altura de los grandes retos globales y con sensibilidad por la ciencia se entretejieron alianzas con instituciones líderes en México y en el mundo, posicionándolo como un referente entre la comunidad académica internacional por sus acciones en diplomacia científica.
Es urgente concentrar esfuerzos para recuperar la capacidad de fabricación necesaria para satisfacer la demanda nacional por vacunas. Y lo podemos hacer mejor que antes, ya que tenemos acceso al conocimiento generado por la ciencia, que es un lenguaje universal y una herramienta para ayudarnos entre todos. La cooperación científica entre pueblos y naciones puede estimular una verdadera solidaridad.
La aparición de Ómicron marca la pauta para insistir en la importancia de la Aceleradora de Negocios Biotecnológicos Hidalgo-UNAM que se instala en el Distrito de Educación, Salud, Ciencia, Tecnología e Innovación (DESCTI) de esta entidad ubicada en el centro de México.
Una aportación de Hidalgo y los hidalguenses para que este país recupere el liderazgo histórico forjado a lo largo de la historia y llevado a máximo nivel por el Doctor Jesús Kumate, para que México vuelva a ser autosuficiente en vacunas y medicamentos biotecnológicos de última generación.
La Aceleradora permitirá no sólo responder a las futuras pandemias ya advertidas con nuevas vacunas para México y para los países del Caribe, también detonará una oferta educativa de alto nivel, empleos y sobre todo, la reactivación económica con una nueva industria farmacéutica.
Esta aceleradora, que el Rector de la máxima casa de estudios del país, Enrique Graue y el Gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, anunciaron apenas en julio pasado, es la primera en el país y es el eslabón faltante en la cadena de investigación, desarrollo, escalamiento y fabricación masiva de los productos biotecnológicos en México.
Una infraestructura fundamental para combatir ésta y las próximas pandemias porque la Planta de Escalamiento de Bioprocesos que la integra, tendrá capacidad para escalar la producción de 16 nuevos productos al año y dará servicios analíticos para la industria farmacéutica.
Ante el llamado de la OMS, es necesario llevar vacunas a donde no hay y ya vimos que las donaciones no son la solución, porque mientras en los países ricos haya demanda, no habrá suficientes para los demás.
Gracias a la Aceleradora, la industria biotecnológica nacional será más competitiva para el desarrollo de nuevos productos para la atención de problemas de salud generados por enfermedades infecciosas pero también de otros como cáncer, diabetes, y enfermedades renales, entre otras.
El modelo de colaboración de la Aceleradora de Negocios BiotecnológicosHidalgo-UNAM conjunta los esfuerzos de la academia, la industria y el gobierno para que México avance en la producción en masa de vacunas y medicamentos, con los más altos estándares de calidad.
La Aceleradora iniciará operaciones en la segunda mitad de 2022 en Hidalgo, como una parte escencial de un clúster biotecnológico, que incluye una planta de producción de vacunas con una capacidad de más de 100 millones de dósis por año.
Además se ha anunciado que en el mismo distrito se construirá el centro logístico de medicamentos más importante de México por parte de Birmex, completando así un ecosistema idóneo para el sector salud, farmacéutico y biotecnológico.
Así es que, ya sea como desarrollador, miembro de la industria biotecnológica o sólo como inversionista, hay que estar muy pendientes del desarrollo y consolidación de esta Aceleradora, por el bien de México, de América Latina y el Caribe.
Desde la ciencia y la tecnología, Hidalgo está en el camino de construir un patrimonio muy valioso para generaciones de mexicanos, un legado para ver y actuar a la altura de los retos globales que afrontamos hoy y que enfrentaremos en el futuro.