Celebrar elecciones, en un país grande y diverso como México que ha recorrido caminos sangrientos en la construcción de la democracia, es una gran proeza, que además es operada y observada por ciudadanos, muchos de ellos ajenos a partidos políticos y sin otro interés que no sea el bien de México. Esta es una hazaña reconocida internacionalmente y sobre todo es una hazaña que nos merecemos como mexicanos.

Nos han acostumbrado a cínicas prácticas en las que los grandes logros no son de México ni para los mexicanos, son de gobernantes para sus partidos políticos. Aseguran que la obra lleve el color que los distingue en las boletas electorales, que la placa inaugural lleve el nombre del gobernante y, sin importar si son funcionales, las inauguran posando sonrientes para la fotografía que hará historia; luego llega un nuevo gobierno y lo que era un proyecto majestuoso se convierte en una aberración, aunque también hay casos en los que las obras caen por su peso y malos cimientos, se abren socavones o quedan bajo el agua en la primera tormenta, entonces, los autores ya no son partidos ni personajes y en la foto de la desgracia o con los desgraciados afectados nadie quiere aparecer, a esos los mandan al carajo.

Pero la democracia es un logro nuestro como pueblo. Hemos demostrado que podemos acabar con hegemonías de partidos con mañas dictatoriales, cumplir sueños de la derecha y hasta hemos dado terceras oportunidades a candidatos perseverantes. El voto es nuestro superpoder. Al votar elegimos a quienes trabajarán para nosotros, ellos deberán ofrecer el servicio más profesional y pulcro. Al mando de un presidente, gobernador o alcalde administrarán los recursos de la nación y operarán las instituciones que nos dan seguridad, salud, educación, alumbrado, agua potable, etc. y un trabajo como este requiere rigurosa precisión.

Si el servicio resulta una patraña, con el uso de nuestro superpoder elegimos otro proveedor. Es para tomar en cuenta que estos prestadores de servicios utilizan toda clase de artimañas para renovar contrato o decidir a quien transferirlo, imagine usted que una vez en el puesto intentan que toda su familia, hermanos o hijos participen en el servicio o en su caso sean sus sucesores, son capaces de sabotear a la competencia o impedir que otros participen, crean minipartidos que no son otra cosa que changarros fraudulentos para confundir al votante y disminuir a fuertes competidores.

Permitir que añejos grupos con habilidades de rufianes o familias completas se apoderen de los partidos políticos atenta gravemente contra la democracia, evadir la responsabilidad de salir a votar también lo hace.

Junio de 2021. Han transcurrido las campañas en un ambiente de violencia política abrumadora con decenas de candidatos asesinados y con la constante amenaza de un presidente que no pierde, “le hacen fraude”, y que tampoco titubea al participar abiertamente en el proceso para favorecer a su partido. No ha ocultado su desagrado con el INE y coquetea con palabras como reelección.

El hartazgo y la desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política es justificadísima, pero callar, no exigir, y no votar es permitir que acaben con lo que tanto nos ha costado construir.

1.4 millones de mexicanas y mexicanos han sido reclutados y capacitados para recibir y contabilizar nuestros votos, que su espíritu demócrata sea el rostro de México frente al mundo. Nuestra gratitud por su valioso servicio a la Patria.

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