Esta semana ha estado rodeada de claroscuros en torno a la lucha de las mujeres por visibilizar la situación de violencia y discriminación que vivimos día con día en nuestro país. A algunos les parece extraño que si la Constitución reconoce la igualdad entre mujeres y hombres, se tomen las calles al grito de ¡ya basta, queremos respeto, libertad, justicia y un cese a la violencia! Parece inadmisible que en pleno siglo XXI, aún persistan prácticas que vulneran los derechos de las mujeres en México y en el mundo.

El movimiento de las mujeres se ha expresado de diversas formas, por ejemplo, este 8 de marzo, cientos de miles salimos a manifestarnos, unidas sin distingos y con voz de hartazgo le dijimos a las instituciones que en las calles, en las escuelas, en las oficinas o en nuestras casas, nos están acosando, discriminando, violando o matando por el hecho de ser mujeres. El 9 de marzo visibilizamos con nuestra ausencia, a través de un paro nacional, que si un día no regresáramos, la sociedad no sería igual sin nosotras. Indudablemente fue difícil “desaparecer” cuando llevamos toda la vida luchando por empoderarnos y por obtener cada vez más espacios a los que tenemos derecho y para los que estamos preparadas para ocupar.

Fue gratificante ver el respaldo a la causa de las mujeres, tanto en la esfera pública como en la privada; estoy segura que solo así, sumando, lograremos hacer evidente que aún tenemos un largo camino por recorrer para lograr la igualdad sustantiva en México.

Por lo que hace al ámbito legislativo, el día de ayer se aprobaron reformas a cincuenta leyes secundarias, para que las mujeres formemos parte de los órganos de decisión de las dependencias, entidades y organismos públicos autónomos, dando pasos firmes hacia la democracia paritaria. De igual forma, se tipificó la violencia política en razón de género como un delito, con lo que se logrará que por primera vez en nuestro país, existan elecciones libres de cualquier discriminación en contra de nosotras.

Desafortunadamente aún hay quienes intentan minimizar las manifestaciones del 8 y el paro del 9 de marzo, en las que de manera legítima, exigimos que nuestros derechos dejen de ser vulnerados e ignorados. Por ejemplo, el titular del Ejecutivo Federal en su conferencia del lunes habló de la existencia de una estrategia contra el feminicidio sin dar más datos, e inmediatamente, en un afán de desestimar el movimiento, dirigió la atención hacia los actos de violencia generados por un número reducido de personas durante la marcha, dejando fuera lo más importante: la voz unida de las mexicanas en un hecho sin precedentes que marcará la historia de nuestro país.

El gobierno de la Ciudad de México dio como cifra oficial la asistencia de 80 mil personas a la marcha, sin embargo, conocedores de la materia han hecho cálculos que arrojan otros resultados. El académico Leonardo Martínez señaló que la distancia entre el Monumento a la Revolución y el Zócalo capitalino es en números redondos de 100 mil a 120 mil metros cuadrados, entonces si por cada metro cuadrado había 4 personas, la marcha del 8 de marzo tuvo una asistencia de 400 mil a 480 mil participantes en total.

Ojalá este gobierno entienda que necesitamos impulsar un cambio para vivir en igualdad, libre de violencia y sin discriminación. Ojalá entienda que no todo se trata de politiquerías, pero sobre todo, que entienda que las mujeres nos sentimos inseguras y que vivimos con miedo de un día no poder regresar con nuestras familias. Sin duda, este 8 y 9 de marzo, demostramos que unidas estamos cambiando la historia.

Senadora de la República

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