Las últimas dos ceremonias de Estado, tanto para conmemorar los 106 años de la promulgación de nuestra Constitución, como el 110 Aniversario de la Marcha de la Lealtad, han sido altamente reveladoras y nos han mostrado el autoritarismo del presidente López Obrador. Su prioridad ha sido la promoción de sus “corcholatas”.
El titular del Ejecutivo federal, que es la cabeza de sólo uno de los tres Poderes de la Unión, ha relegado —en ambos eventos— a los representantes del Poder Legislativo y Judicial. Enviar al extremo de la mesa a las presidencias de la Cámara de Diputados, del Senado y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, da una idea sobre lo alejado que está López Obrador de buscar un equilibrio en el ejercicio del poder.
Con sus actos, el primer mandatario ha insultado a los representantes populares, a los juzgadores y a los mexicanos. Utilizar los espacios públicos para anteponer la figura presidencial y promocionar tanto al secretario de Gobernación, como al de Relaciones Exteriores y a la jefa de Gobierno de Ciudad de México, es inadmisible y una traición a nuestra historia.
La titularidad de alguno de los tres Poderes es independiente de la persona o el partido político del que provenga. Representan un equilibrio para el Estado mexicano. Esta trifurcación del poder es para que existan contrapesos, se limiten los excesos y nadie pueda actuar como un dictador. Lamentablemente, lo que hemos presenciado esta última semana ha ido en contra de lo que dictan nuestros principios republicanos.
El gobierno de López Obrador está traicionando la división de poderes y la lucha de millones de mexicanos que, a lo largo de nuestra historia, han reclamado un Estado democrático y equitativo en el uso del poder.
Es urgente que el primer mandatario deje de amedrentar al Poder Judicial para influir en sus decisiones. Necesitamos que los nombramientos de los servidores públicos se den por capacidad y lealtad a la ley, no por sumisión al presidente.
El gobierno federal tiene que dejar de usar la fuerza del Estado en contra de quienes piensan distinto. Nuestro sistema democrático se fortalece con la pluralidad, la independencia y la división de poderes. Hoy, ver al Ejecutivo lejos de los legisladores y los juzgadores nos habla de la naturaleza autoritaria de López Obrador y su gobierno. Pareciera que al estilo de Luis XIV, nos quiere decir “el Estado soy yo”. Sin duda, forma es fondo.
Senadora de la República
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.