La inseguridad es un grave pendiente en México y es de los más grandes fracasos de Morena. Este gobierno ha demostrado su absoluta incapacidad para proteger la vida y el patrimonio de los mexicanos.
Lo ocurrido esta semana en contra de dos sacerdotes jesuitas, quienes fueron ejecutados por intentar salvar la vida a una persona, es una muestra más de que la estrategia presidencial de abrazar a los delincuentes ha puesto en riesgo la vida y seguridad de los mexicanos.
En México, durante esta administración, más de cien defensores de derechos humanos han sido asesinados. Los matan porque no existe un castigo ni una sanción. Porque no hay Estado de Derecho y desde la autoridad se viola la ley. Y lamentablemente, el 99 por ciento de los asesinatos de activistas no son castigados.
¿Qué más tiene que ocurrir para que el gobierno del presidente López Obrador se dé cuenta de que abrazar a los delincuentes no es el camino para pacificar al país? Urge que se rompa el pacto de impunidad con el crimen organizado. El gabinete de seguridad debe reconsiderar las cifras sobre incidencia delictiva y rectificar el rumbo. México ya no puede soportar más sangre.
Se han multiplicado los hogares que lloran a sus familiares asesinados y desaparecidos. Las cifras oficiales lo dicen, mayo es el mes más violento del año con 2 mil 910 víctimas de homicidio doloso y feminicidio. Durante estos 42 meses de gobierno, se han alcanzado 121 mil 642 homicidios, superando los máximos acumulados en administraciones anteriores. Desde que llegó Morena al poder, van 3 mil 463 feminicidios, 32 mil personas desaparecidas y más de 60 periodistas han sido asesinados.
Claramente la estrategia de abrazos y no balazos ha quedado rebasada. No ha funcionado. No traerá paz a los mexicanos porque el gobierno se pone del lado de los delincuentes y no del lado de las víctimas. La 4T se preocupa más por los derechos de los criminales que por las familias mexicanas.
Han sido constantes las muestras de complicidad del presidente López Obrador con el crimen organizado. Basta recordar que hace unos días desde el micrófono de Palacio Nacional se afirmó que donde dominan los cárteles hay menos homicidios. Si ceder el control de los territorios a los grupos delincuenciales es la estrategia para acabar con la violencia, estamos ante la claudicación del Estado.
Este gobierno no persigue a los delincuentes, los solapa, los cuida, los hace sus socios, es más, hasta los hace candidatos. Mientras se siga cobijando a los criminales con una política de “abrazos y no balazos”, los mexicanos seguirán sufriendo. Lo que el pueblo de México necesita es que haya justicia y se cumpla la ley. Que no haya impunidad ni corrupción. Que no haya colusión entre el gobierno y los delincuentes. Que no se tolere la violencia y que se castigue a quienes cometen un delito.
Morena prometió que en seis meses darían resultados. A más de tres años, la inseguridad está desbordada. Ya no se valen los pretextos ni echar la culpa al pasado por las omisiones y la irresponsabilidad del presente. La política de los abrazos ha fracasado y esto debe cambiar.
Senadora de la República
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