“Hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba”. Así lo dijo hace unos días el Presidente de la República al referirse a quienes todos los días luchan por salir adelante.

“Una clase media manipulada fue la que permitió el fascismo de Hitler; la clase media de Chile no informada apoyó a Pinochet; la clase media manipulada, no informada, respaldó a Huerta en el asesinato al presidente Madero”. Así lo dijo esta semana.

Datos del Inegi señalan que 39.2% de la población, es decir, 44 millones de personas se encuentran en la clase media.

El enojo del Presidente López Obrador está basado en la derrota que sufrió en las elecciones del 6 de junio y respira por la herida cada que ve los resultados de la Ciudad de México. Que incongruente, mientras la clase media votaba por él, él sonreía. Ahora que la clase media del centro del país y de muchas capitales no lo ha acompañado, él agrede y violenta.

No ha podido crear un sistema de salud. No ha podido emitir una estrategia eficiente para vacunar a los mexicanos, pero quiere crear una clase media. Qué fantasioso y qué discurso tan incomprensible.

Han pasado casi 20 días desde la jornada electoral y el primer mandatario no ha tenido la altura para reconocer que se ha equivocado. Echar culpas es fácil y en eso López Obrador es experto. Ojalá también lo fuera para tomar por primera vez las riendas de su gobierno y dar resultados. Seguir alimentando la división social no resolverá los problemas de inseguridad, no atenderá la crisis sanitaria, ni llevará comida a las mesas de las familias.

México es un país diverso, con más de 126 millones de personas. Existen distintas etnias, estratos sociales, grados académicos. Justo esta diversidad hace de nuestro país, un lugar cultural y socialmente rico.

Desafortunadamente, la pluralidad que siempre nos había enriquecido como nación, hoy es utilizada como estandarte de la 4T para dividirnos entre buenos y malos, aspiracionistas y no aspiracionistas. Ese mensaje que se escucha desde Palacio Nacional, ha sembrado la idea errónea de que pertenecer a la clase media, tener cierto poder adquisitivo o hasta tener un negocio, es sinónimo de maldad.

Aspirar a tener una mejor vida, una educación continua, un mejor trabajo, condiciones favorables para quienes amamos, no debería ser censurado por ninguna persona y menos por el gobierno. Es evidente el resentimiento que López Obrador tiene por la clase media. Debería entender que la gente que sale todos los días de su casa a trabajar, a ganarse el sustento, no los hace menos mexicanos o malos ciudadanos, los hace mexicanos comprometidos con el futuro de sus familias.

En lugar de violentar a la clase media debería generar condiciones para que haya más mexicanos prósperos. Pero no, tal parece que está obsesionado por generar pobreza. Los resultados de su mentalidad se están materializando, 10 millones de mexicanos más en pobreza como consecuencia de su gobierno.

Mientras su resentimiento crece, la pobreza también. Esto debe cambiar.


Senadora de la República