La marcha en defensa del INE le ha molestado tanto al presidente López Obrador, que se ha quitado la máscara para mostrar su verdadero rostro: el de un hombre que se dice demócrata pero que en realidad repudia a las instituciones democráticas. Un autoritario que dice respetar al pueblo pero que pasa sus días amedrentando a quienes piensan distinto a él. Un hombre que quiere concentrar todo el poder en su persona.

En cuatro años de gobierno, López Obrador no ha dado resultados. México atraviesa por los índices más altos de delincuencia, hay un nulo crecimiento económico, la inflación alcanzó sus máximos históricos y, por si fuera poco, cada día hay más familias en situación de pobreza.

El lacerante entorno en el que viven los mexicanos parece no importarle al primer mandatario de este país, porque descaradamente ha iniciado una campaña para promoverse, no para trabajar y atender los problemas del país, sino para perpetuar su imagen. Ha decidido ser el presidente de un partido político, antes que ser el titular del Poder Ejecutivo federal.

López Obrador no se ha ocupado de los más de 37 mil desaparecidos, ni se preocupa porque se asesinen a más de diez mujeres al día, ni porque más de 800 mil personas hayan fallecido por su mala estrategia ante la pandemia. Lo que a él le importa es ser el eterno candidato, no el que resuelve, sino el que ataca. No el que llegó al poder para atender las necesidades de la gente, sino el que busca excusas para no hacerlo.

Durante estos cuatro años de gobierno, el Presidente ha dedicado cada uno de sus días a denostar a quienes disienten, a perseguir a la oposición, a echar abajo a las instituciones, a vulnerar los derechos de los mexicanos. Pero el domingo 13 de noviembre la voz del pueblo se hizo escuchar y le dejamos claro que no estamos dispuestos a permitir más atropellos, ni que siga con su destrucción. Por eso está tan enojado y fuera de sí.

La convocatoria a su “movilización” y las denostaciones contra el INE que hace un día sí y al otro también, son parte de su obsesiva campaña para perpetuarse en el poder. Y como sabe que no puede hacerlo porque aún vivimos en un Estado de derecho, entonces quiere destruir al árbitro electoral.

Su reforma para minar al INE es un capricho más, como lo han sido sus obras inservibles y carísimas de Dos Bocas, el AIFA y el Tren Maya. Insiste en poner subalternos en los órganos constitucionales autónomos para que le obedezcan, porque claramente las encuestas ya no lo respaldan.

Esta ola en defensa de nuestras libertades y de nuestras instituciones, ya no la para nadie. El pueblo de México está cansado de la falta de resultados, de vivir en la zozobra, de perder sus fuentes de ingresos, de que falte comida en la mesa, por eso Morena y el presidente López Obrador van a perder en las elecciones de 2024 y él, tendrá que irse a “La Chingada”, su rancho en Palenque, Chiapas.

Senadora de la República

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