Los electores defendieron la democracia el 2 de junio. Las candidatas, el 3. Tan importante es ir a votar, como reconocer los resultados. Saber ganar y saber perder.
El historiados y filósofo, Yuval Noah Harari, escribió en el New York Times: “Las elecciones son un método para alcanzar un compromiso pacífico entre los deseos de diferentes personas que se contraponen. Es posible compartir un país con personas que consideramos ignorantes, estúpidas y hasta malvadas (y posiblemente esas personas piensan lo mismo de nosotros). Pero, ¿quieres llegar a un acuerdo pacifícamente o prefieres arreglar tus diferencias con armas y bombas?”
Las elecciones resuelven diferencias. Pero, para que funcionen, es fundamental reconocer los resultados.
Esta semana, la excandidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez dio algunas entrevistas en las que relató cómo vivió ella la noche de las elecciones, cómo siguió atenta el conteo de los votos y cómo decidió llamar a Claudia Sheinbaum para felicitarla. Cuando la entrevisté, me aseguró que aceptaría el resultado de la elección, cualquiera que fuera. Y así lo hizo.
“¿Reconocerá los resultados de la elección, gane quien gane?” Cada vez más, se convierte en una pregunta esencial para cualquier candidato en una contienda electoral. De la respuesta depende la supervivencia de la democracia. Es verdad que el margen con el que Claudia Sheinbaum ganó, no daba espacio para que la oposición sembrara dudas sobre el proceso. Fue una paliza. Pero, incluso cuando el margen es estrecho, después de impugnaciones y quejas ante los tribunales, cuando todo queda sobre la mesa, reconocer el resultado es vital.
Todo esto viene a la mente después de la entrevista que el senador republicano por Florida, Marco Rubio, nos dio para Noticias Telemundo en Washington DC. Él es uno de los nombres que suenan entre los finalistas para acompañar al expresidente Donald Trump en la boleta en las elecciones de
noviembre. Trump todavía no decide quién irá con él, pero de concretarse todo, Marco Rubio podría hacer historia como el primer vicepresidente hispano en la historia de Estados Unidos.
—¿Por qué no quiere comprometerse a respetar los resultados de la elección? —le pregunté. En otras entrevistas se había resistido a decir si aceptaría o no.
—Yo respeto los resultados de las elecciones. Siempre los he respetado. Lo que siempre he dicho es que si hay problemas, el que pierda va a ir a la corte, —me dijo.
Pero ir a la corte está dentro de las reglas. Impugnar y acudir a los tribunales, se vale. Otra cosa es, después de todo eso, insistir en un fraude y no reconocer una derrota. Así se lo dije. Él respondió señalando a los demócratas: “son ellos quienes se quejan cuando no les gustan los resultados”. Y apuntó a irregularidades en las elecciones de 2020, aunque no hay evidencia de ningún fraude.
No es el primero ni será el último que siembra dudas sobre el proceso electoral. Lo deseable sería que todo político respondiera con una palabra: ¿aceptará los resultados de las elecciones, gane quien gane? sí. Una palabra que llena de certeza y confianza a un país. Así se defienden las democracias. Así se resuelven las diferencias.