Boyas enormes color naranja se posan formadas una junto a otra sobre el río Bravo.
En los últimos meses de la presidencia de Donald Trump, un nuevo plan para sellar la frontera entre México y Estados Unidos empezó a ganar impulso: una barrera flotante para desalentar a los migrantes de cruzar desde el sur.
La idea nunca se materializó. Pero ahora, tres años después, el gobernador de Texas, Greg Abbott, la implementó. El muro flotante ha desatado una batalla legal entre el gobierno de Biden y el gobierno del estado. México también ha hecho su queja diplomática: el 75% de las boyas están en su territorio.
La revista The Economist recuerda que, durante su gobierno, el expresidente Trump tuvo otra idea: disparar misiles a los laboratorios de droga de los cárteles de narcotráfico en México. “Nadie sabrá que somos nosotros,” dijo, según un recuento de Mark Esper, entonces Secretario de la Defensa. Quienes estaban ahí lo convencieron de no seguir esa ruta y, así, ese plan de Trump tampoco dio frutos.
Pero ahora, como con las boyas, más de uno le hace eco.
Las ideas que entonces parecían extravagantes se han convertido en lugar común. Cada vez más republicanos argumentan que el uso de la fuerza militar, o la sola amenaza de ello, puede ayudar a controlar la frontera y disminuir el tráfico de fentanilo.
El senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham, impulsó un proyecto para designar a los cárteles de la droga mexicanos como Organizaciones Terroristas. Dan Crenshaw y Mike Waltz, congresistas de Texas y Florida, respectivamente, propusieron “todo el uso necesario y adecuado de la fuerza” contra países, organizaciones y personas vinculadas al fentanilo.
Y los aspirantes a la nominación republicana también suben el tono. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, sugirió un bloqueo naval a los barcos que van a México para evitar la importación de precursores químicos del fentanilo que vienen de China. Nikki Haley, exembajadora ante la ONU, propuso enviar fuerzas especiales como una advertencia para México. Tim Scott, el otro senador de Carolina del Sur, declaró en mayo que, si es presidente, “permitirá que el mejor ejército del mundo luche contra estos terroristas”.
De acuerdo con el seguimiento de encuestas de YouGov, cada vez más votantes republicanos tienen una idea negativa de México: la mitad piensa que el país es un aliado. La otra mitad piensa que es un enemigo. Del otro lado, el 70% de los demócratas piensa que el vecino es un aliado. El desencanto republicano ha crecido, sobre todo, en el último año.
The Economist destaca tres motivos para esto. Primero, que atacar a México es una forma de atacar a Biden y sus políticas en la frontera. Segundo, la frustración por el aumento en las muertes por fentanilo, una droga que viene de México. Y tercero, la guerra en Ucrania. Muchos simpatizantes de Trump son simpatizantes de Rusia y están en contra del apoyo que Estados Unidos ha dado a Ucrania, contrario a lo que piensan la mayoría de los votantes. Denunciar a México les permite balancear y presentarse como “guardianes de su país”.
En el centro de todo están las contiendas políticas. En 2024 hay elecciones y México es, como lo ha sido antes, una piñata ideal en tiempos de campaña.