Llegó en señal de protesta. Las cosas por Florida recientemente han estado complicadas. El 10 de mayo el gobernador Ron DeSantis firmó la SB1718, la ley contra la inmigración irregular más estricta de todo Estados Unidos y la más dura desde la SB1070 en Arizona. Entre otras cosas, la nueva medida castiga a quien contrate y transporte a inmigrantes sin documentos en el estado. El miedo se ha extendido entre muchas personas y por eso el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, estaba de visita en Tampa: quería mandar un mensaje a los mexicanos que viven y trabajan aquí sin papeles.

—Es una demagogia muy racista, —me dijo sobre la nueva legislación. —La única forma que existe de aplicar esa ley es sobre el aspecto o sobre la lengua. Eso te lleva, necesariamente, al racismo y a muchos abusos.

—¿Qué mensaje le manda al gobernador Ron DeSantis?

—Yo entiendo que es un tema de su campaña y que el racismo es un asunto que funciona electoralmente. Así ha sido a lo largo de la historia. Pero está equivocado y él lo sabe. Va contra los valores y la esencia de Estados Unidos.

La cita para la entrevista fue un domingo temprano, en el Hotel Hilton en el centro de Tampa Bay, Florida. El secretario llegó al encuentro unos 15 minutos antes de lo acordado. Llevaba una camiseta negra tipo polo con la bandera mexicana bordada en una de las mangas. Yo iba de traje y corbata. “¿Siempre te vistes así en domingo?”, me preguntó en un tono de juego. “Solo para entrevistarlo a usted, Canciller”, respondí.

De aquí, él se iría a una reunión con campesinos; les mostraría su apoyo, les informaría sobre los recursos disponibles para ellos en los consulados mexicanos y plantearía su postura ante la nueva ley del estado. Según el Migration Policy Institute, en Florida hay unos 780 mil inmigrantes sin documentos. De ellos, unos 150 mil son mexicanos. A todos les impacta la nueva medida migratoria.

—¿Le preocupa el tono antimexicano en Estados Uni…?

—Sí, —respondió antes de yo poder terminar la oración. El Canciller responde rápido y a veces se adelanta. Parece que sabe por dónde va la pregunta o ya quiere que termine la entrevista.

Marcelo Ebrard avanza por una cuerda floja entre dos países que están en medio de un proceso electoral al mismo tiempo. En Estados Unidos, la frontera, la migración, el fentanilo y México serán (ya son) temas centrales en las campañas y él hace frente a esos mensajes como el diplomático de más alto nivel del gobierno mexicano. En México, su partido está por dar el banderazo de salida para la contienda presidencial de 2024, y él quiere ser el candidato. Un equilibrista en tiempos de campaña.

—¿Por qué quiere ser presidente de México, Canciller?

—Porque creo que puedo hacer una diferencia. Me he preparado muchos años para ello. 42 años. He vivido de todas las adversidades que te puedas imaginar. Desde el sismo del 85 hasta la pandemia. Sé cómo hacer las cosas y tengo la pasión por el servicio público.

La fecha clave es el 5 de junio: ¿qué pasará después de las elecciones en el Estado de México? El secretario de Relaciones Exteriores espera que su partido, Morena, defina las reglas para la encuesta que designará al candidato y acota que, para respetar los resultados, espera claridad en las condiciones del sondeo: “No voy a aceptar cualquier cosa,” aclara.

¿Cuándo dejará la Cancillería para dedicarse de lleno a la campaña? Si no gana en la encuesta, ¿se separará de Morena y buscará la candidatura por otro lado? O ¿apoyará al candidato (o candidata) de su partido? Son preguntas que aún no tienen respuesta.

Por ahora, en México, Marcelo Ebrard deja todas sus puertas abiertas de cara a 2024, y en Estados Unidos es todavía el hombre que negocia con la Casa Blanca y responde a los comentarios antimexicanos de algunos legisladores. Malabares binacionales.

@JulioVaqueiro

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