Difícil exagerar la importancia del momento. No sólo fue una noche más en la contienda por la Casa Blanca. Fue la noche crucial. Según el periódico The New York Times, el 74% de los votantes planeaba ver el primer debate entre Biden y Trump: el Super Bowl de la política. Y todos ellos irían con una sola pregunta en mente: “¿Biden todavía tiene la condición física para ocupar la Oficina Oval?” El único trabajo que Biden tenía era el de dar tranquilidad y demostrar lucidez en el encuentro. No lo logró. Perdió el hilo de sus ideas, trastabilló, y a veces apenas se le entendía lo que decía.

En una contienda tan cerrada en la que la capacidad mental de los dos aspirantes está bajo la lupa, el debate de anoche es muy importante. Donald Trump mintió y muchas veces no contestó las preguntas de los moderadores, cierto. Pero también fue más disciplinado que en otras ocasiones y consiguió no salirse de sus casillas.

El encuentro entre Joe Biden y Donald Trump fue un choque con el potencial de tener implicaciones definitivas en el resultado de la elección.

Al menos tres veces en la historia de Estados Unidos podría decirse que un debate presidencial cambió el destino del país. En lost res casos, sin embargo, se llevó a cabo a solo días o semanas de la elección. Esta vez, fue históricamente pronto.

El primer debate televisado fue en 1960, entre Richard Nixon y John F Kennedy. Quienes lo escucharon en radio pensaron que Nixon ganó. Quienes lo vieron por television, creyeron que fue Kennedy. La imagen juvenil y fresca de JFK hizo una diferencia.

Los otros dos ejemplos involucran a Jimmy Carter. En 1976, un mes antes de la elección, Carter logró que el entonces presidente Gerald Ford cayera en una trampa y negara ante el país entero que en Europa del esta existía el dominio soviético. Esto fue especialmente importate para los

votantes de origen checo o polaco que se alejaron de Ford y le restaron apoyo en estados con márgenes pequeñísimos, como Ohio y Wisconsin.

Y en 1980, la presencia genial de Ronald Reagan ante las cámaras le hizo ganar el debate y arrazar en las urnas frente a Carter.

Esta vez, con un empate técnico en las encuestas, el objetivo de los dos candidatos era atraer a los votantes moderados, los indecisos a los que llaman, ‘odiadores por partida doble’, porque no les gusta ninguno de los dos aspirantes, pero al final, sin más remedio, por alguno tendrán que inclinarse.

¿El debate de ayer tendrá un efecto determinante para esos votantes? Cabe retomar el primer ejemplo del pasado: el debate entre Nixon y Kennedy, con las diferentes percepciones entre quienes lo vieron y quienes sólo lo escucharon. En este tiempo la equivalencia podrían ser las redes sociales: quienes ven el debate completo por televisión o quienes sólo ven 15 segundos en TikTok. ¿Qué momentos se harán virales? y ¿serán esos momentos los que definan la democracia en el país más poderoso del mundo? Lo sabremos pronto.

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