El T-MEC en el papel sustituyó al TLCAN a partir de julio de 2020, pero en realidad es una versión revisada y aumentada del mismo, orientado además de promover el comercio y la inversión, a detonar el crecimiento económico. En 2026 se llevará a cabo el proceso de revisión establecido en el mismo tratado, lo que implica retos, pero especialmente riesgos si los agentes involucrados, gobierno y sectores productivos, fallan en construir un frente común y desarrollar una agenda de negociación asertiva. Ello debe ser una prioridad para el nuevo gobierno: dos años en la práctica es poco tiempo para estar bien preparados.

El comercio internacional es un pilar de la economía mexicana, representa aproximadamente 82% del PIB, y el T-MEC ha sido el vehículo oportuno que le ha permitido a México aprovechar las oportunidades que significaron la ruptura de las cadenas globales de suministro producto de la pandemia y el aumento de los costos logísticos, así como los efectos de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que se manifiesta especialmente en el fenómeno de la relocalización. De igual forma, la incorporación de disposiciones laborales; la regulación al sector automotriz y al comercio digital; las medidas dirigidas a la protección del medio ambiente y los mecanismos de resolución de controversias han significado un cambio relevante respecto de su antecesor.

Un efecto destacable de la renovada relación comercial ha sido el reposicionamiento de la economía mexicana que se ubica, desde hace varios meses, como el primer socio comercial de Estados Unidos. En 2023, México representó 16% del intercambio de bienes de Estados Unidos con el mundo, siendo el mercado más grande para los estadounidenses, seguido de Canadá, con 14.7%, y China, con 11.1%. Cabe señalar que en 2019 México se encontraba en la tercera posición con 14.5%, detrás de China, que acaparaba 15.7%, y, Canadá con 14.7%, lo que indica cómo nuestro país ha estado aprovechando la guerra comercial entre los gigantes económicos para ganar mercado.

El T-MEC ha facilitado un incremento en el comercio entre los tres países. De acuerdo con la Secretaría de Economía, en su Monitor Comercial del T-MEC, se ha alcanzado un valor récord de 798 mil millones de dólares de comercio entre Estados Unidos y México en 2023, un aumento de 30% respecto a 2019. Asimismo, según cálculos del CCE, la derrama económica que deja el T-MEC representa 55% del PIB.

En el contexto de la revisión del tratado, es previsible que en 2026 se aborden temas como las reglas de origen y el contenido regional especialmente en sectores sensibles para nuestros socios como son los semiconductores, la electromovilidad, el acero y la metalmecánica, y la generación de energía limpia. De igual forma se profundizaría en temas como el equilibrio en derechos laborales especialmente en la paridad en remuneraciones, y por supuesto el cumplimiento de metas ambientales, temas que implican no sólo una buena negociación sino una buena preparación por parte de la industria nacional.

Un tema que no se puede dejar de lado son las posibles implicaciones de las modificaciones legales que el gobierno mexicano aprobará y que podrían ser contrarias a disposiciones del T-MEC, y representan un tema y posible riesgo adicional en las negociaciones. Entre los cambios se encuentran la eliminación de órganos autónomos que tienen funciones de regulación de mercados; ampliar la limitación de la inversión extranjera en temas energéticos; declarar libre al país de la producción de maíz genéticamente modificado; priorizar el consumo de agua para consumo personal y doméstico y prohibir concesiones para actividades de minería.

Como señalamos, la renegociación está prácticamente a la vuelta de la esquina, por lo que el tener ya designado a quien encabezará la secretaría de Economía, debiera representar una ventaja estratégica (especialmente con su buen recibimiento), por lo que el período de transición es propicio para empezar a conformar las mesas de trabajo con los sectores productivos, los líderes empresariales han señalado su disposición e incluso ya han avanzado en el tema al interior de sus organizaciones; se requiere ahora que el entrante secretario designe a su equipo de trabajo en la dependencia y a sus negociadores.

Urge comenzar la preparación formal de la estrategia de negociación, los argumentos y los medios de cabildeo. El reto es llevar a cabo una negociación exitosa que lleve a mayores ventajas al amparo del tratado. Una mala preparación generaría riesgos importantes e impactos negativos al comercio y la inversión, pero también al crecimiento económico y al bienestar de los mexicanos.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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