En octubre se registró la segunda mayor salida de inversiones extranjeras en valores de deuda emitidos por el gobierno mexicano en lo que va de 2021. El impacto para México, más allá de la volatilidad en tipo de cambio, se traduce en un mayor costo de la deuda para el gobierno, pero sobre todo en la limitación al acceso de una herramienta de financiamiento para el desarrollo de proyectos de política pública.

Durante el mes pasado, según el Banco de México, el valor de la deuda emitida en bonos gubernamentales se ubicó en 446.2 billones de dólares, de los cuales 79.8 están en posesión de residentes en el extranjero lo que representa 17.9% del total en circulación.

En septiembre, los inversionistas extranjeros participaron con 83.4 billones de dólares, lo que para octubre significó una salida de capitales por 3.6 billones equivalentes a -4.2% mensual, la segunda caída más pronunciada en 2021 cuando en marzo la disminución fue por 4.4 billones de dólares, -4.8% respecto de febrero.

La salida de octubre fue motivada por el inicio de la normalización de la política de la Reserva Federal de Estados Unidos, la continua alza de precios por las distorsiones en las cadenas de valor y la expectativa de estancamiento de la recuperación económica. Adicionalmente, la iniciativa constitucional de reforma eléctrica contribuyó al generar incertidumbre en inversionistas con mayor aversión al riesgo.

Infortunadamente este comportamiento no es coyuntural. Entre el año 2018 y lo que va de 2021, la salida de inversionistas extranjeros ha sido por 30.1 billones de dólares; es decir, una contracción de 29.8% lo que ha significado que su participación respecto del total de deuda emitida haya pasado de 31.8% a 17.9%.

El atractivo internacional por los títulos en renta variable se mantiene, pero sin mayor crecimiento. A partir de 2019 la posición de inversionistas extranjeros disminuyó considerablemente y la caída se profundizó por efectos de las medidas de aislamiento por la pandemia. Si bien la recuperación en renta variable fue rápida, entre septiembre y octubre presentó una nueva disminución que ha impedido recuperar los niveles observados en 2018.

En México, los efectos de corto plazo más destacados en el ámbito financiero fueron dos: en primer lugar la presión al alza en la tasa de interés de valores gubernamentales (por ejemplo, del 30 de septiembre al 28 de octubre, la tasa de los Cetes a 28 días pasó de 4.69% a 4.93% y actualmente se ubica en 5.14%), lo que implica un mayor costo de endeudamiento para el gobierno; y en segundo lugar, una mayor volatilidad observada en el tipo de cambio que pasó de 20.51 a 20.86 pesos por dólar durante octubre.

Sin embargo, el efecto de mayor profundidad es la limitación al acceso y la expansión del financiamiento público y privado destinado para el desarrollo de proyectos productivos como resultado de la pérdida de confianza y de atractivo de inversión en México por los inversores extranjeros.

Si bien la expansión de la deuda pública total ha sido constante, es en buena medida por inversionistas nacionales que han aumentado sus posiciones en deuda local y en títulos de renta variable. No obstante, el país debe enviar las señales indicadas para regresar a los reflectores de los inversionistas extranjeros y contar con mayores oportunidades de financiamiento a menores costos.

Esperamos que la decisión del Banco de México de subir la tasa de interés objetivo en 25 puntos base para ubicarse en 5.0% contribuya no solo a anclar las expectativas inflacionarias, sino también a atraer a más inversionistas extranjeros como resultado de la ampliación del diferencial de tasas entre Estados Unidos y México, aunque ello sea a un mayor costo.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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