Cuatro días después de la jornada electoral en Estados Unidos el mundo entero confirmó que el nuevo presidente electo de dicho país es Joe Biden, candidato demócrata, exvicepresidente durante el periodo de Barack Obama. Para México, sin duda se tratará de un cambio drástico en la relación bilateral con su principal socio comercial. Cuatro años atrás, la expectativa con Donald Trump era incluso pesimista, se pensaba que luego de sus constantes afirmaciones sobre México, en cuanto a migración, narcotráfico y afectaciones a la economía estadounidense, se entorpecería la capacidad de negociación entre ambos gobiernos y países; sin embargo, la relación incluso terminó con tonos de cordialidad y entendimiento.

Ahora inicia un nuevo capítulo, esta vez con dos gobiernos que más allá de controversias y declaraciones son completamente disímbolos en su apreciación, aproximación y construcción del futuro.

En la visión de corto plazo, cerrar por fin el capítulo de la pandemia del Covid-19 será fundamental para el nuevo gobierno, a través de un grupo de expertos y científicos que lo estarán asesorando, del desarrollo de inversiones en equipos de protección personal, de normalizar la salud pública y en lo que respecta a la parte económica, otorgar préstamos para pequeños negocios y la continuidad de los incentivos implementados por la actual administración. Es decir, observamos una actitud proactiva, que parece evitar la negación del problema y que buscará diferenciarse rápidamente de las acciones de su predecesor, reactivar el empleo y la actividad económica tan rápido como sea posible.

Para México esto podría ser un primer punto de presión, en tanto que por la cercanía geográfica, la interacción sobre todo en la frontera norte y una dinámica económica y comercial siempre en aumento, seguramente motivará desde cuestionamientos hasta posibles bloqueos a la actividad si no se observan acciones contundentes por parte del gobierno mexicano.

Específicamente en lo que refiere a la recuperación económica, no es descabellado incluso esperar cambios en el T-MEC que permitan una mayor generación de empleos en Estados Unidos, o en su caso, la aplicación de la norma de manera estricta y al pie de la letra.

Todo lo anterior implicará grandes retos para México en varios ámbitos, en principio en el comercial y económico, pero también en lo diplomático y de negociación. El equipo de Biden se percibe como más experimentado, ortodoxo y de gran habilidad política, lo cual inevitablemente demandará el uso de las mejores habilidades de los negociadores y tomadores de decisiones mexicanos. Incluso, además de la aplicación de la norma y disposiciones firmadas, es de esperarse que el equipo de Biden ejerza cierta presión para el mejoramiento del ambiente de negocios y una mejor y más fácil operación de empresas estadounidenses en México.

Por otro lado, en la visión de largo plazo, el gobierno estadounidense a partir del año próximo iniciará una fuerte campaña a favor de lo que ha denominado una “revolución de energía limpia”, que tiene como objetivos enfrentar la amenaza global del cambio climático y liderar al mundo en la confrontación de esta emergencia. Se espera que, como lo ha prometido en campaña, Estados Unidos reingrese al Acuerdo de París y que posteriormente se convoque a una cumbre mundial sobre el clima. La visión del presidente electo Biden y de su equipo de trabajo es sobre exportar tecnología de energía limpia a todo el mundo y crear empleos de alta calidad y clase media al interior de su país.

El plan de la nueva administración incluye una inversión de 400 mil millones de dólares en el desarrollo de las industrias del futuro en un lapso de diez años y con ello la generación de hasta 10 millones de empleos. Sin duda, éste es un cambio de paradigma y se contrapone a la posición del gobierno mexicano, con una apuesta explícita a la energía con combustibles fósiles en favor del rescate y construcción de refinerías y carboeléctricas, desestimando a la generación de energías limpias y la participación de empresas privadas en ella.

Esto no es algo menor. Por ejemplo, en el caso de China, Biden ha señalado a dicho país como el principal generador de carbono y de financiar grandes proyectos de energía con combustibles fósiles en Asia y el mundo. Sin un cambio de visión en la política energética de México, la posibilidad de un señalamiento en el mismo sentido para nuestro país se incrementa y con ello la generación de bloqueos e incluso represalias económicas que podrían aumentar nuestra fragilidad económica.

Las empresas nacionales, deberán estar en línea con esta visión para mantener relaciones comerciales con sus contrapartes en Estados Unidos, cuidando en todo momento cumplir con disposiciones ambientales y laborales y al mismo tiempo, considerar que participar en esta cadena de valor, puede ser una de las grandes oportunidades en los años siguientes.

*Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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