En medio de un escenario de incertidumbre, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) anunció que mantendrá varios meses más, al menos hasta 2023, su tasa de interés entre 0% y 0.25%, y que seguirá comprando hasta 120 mil millones de dólares por mes de bonos, a fin de apoyar la recuperación económica.

La noticia ha sido recibida en todo el mundo con diferencias, como siempre: mientras que para los países emergentes la medida sigue dando espacio a tasas de interés relativamente bajas, al interior de Estados Unidos, en algunos sectores aún hay reservas e incluso preocupación por la alta inflación que ha tomado tintes de ser estructural, y no necesariamente pasajera como la Fed ha sugerido en varias ocasiones.

En Estados Unidos hay voces que sugieren que la Fed debiera detenerse, replantear su política monetaria y avanzar hacia esquemas que garanticen la estabilidad financiera. La elevada inflación es el elemento que preocupa a diversos analistas, por lo cual han abogado por aumentar las tasas de interés de corto plazo y disminuir gradualmente los estímulos.

Según datos de la Fed, la base monetaria previa a la pandemia rondaba 3.4 billones de dólares. Entre abril de 2020 y marzo de 2021, se incrementó cada mes en promedio en una razón de 52% a tasa anual. En abril se observó una relativa disminución de la dinámica, aumentando 25%. Lo anterior ha implicado que la cantidad de dinero circulante supere 6 billones de dólares, con un efecto moderado en su valor de cambio respecto de otras divisas. En este sentido, el índice dólar pasó de 99.9 unidades en abril de 2020, a 91.6 en abril de 2021 y, aunque ha mostrado ligera recuperación, actualmente se ubica en alrededor de 92 unidades. En cualquier caso, las expectativas son de una inflación de 3% (sobre su objetivo de 2%) y un crecimiento económico del orden de 7% al cierre de 2021.

Los estímulos y esta política monetaria acomodaticia por parte de la Fed han sido un paliativo no sólo para el mercado interno en Estados Unidos, sino también para otros, como el mexicano, que ha visto un aumento de la demanda de productos de exportación e incluso un mayor flujo de remesas familiares, elementos que han representado buena parte de la recuperación económica mexicana.

Lo cierto es que parece que la economía estadounidense se está sobrecalentando y, aunque la Fed ha prometido no retirar los estímulos, el crecimiento económico ha sido mucho más acelerado de lo esperado y el mercado laboral prácticamente se ha equilibrado, por lo que no debiera sorprender un cambio de parecer y, con ello, de dirección en los próximos meses.

Este jueves se dará el siguiente anuncio de política monetaria por parte del Banco de México. No se anticipan por ahora cambios en la tasa de interés, aunque el propio banco central ya ha identificado este riesgo potencial para el ámbito financiero nacional, referido en el Reporte de Estabilidad Financiera 2021 como “condiciones financieras globales más restrictivas y volátiles por un aumento mayor a lo anticipado de las tasas de interés y de la inflación en algunas economías avanzadas”.

Si el cambio de dirección sucediera, por fuerza derivaría en el aumento de las tasas de interés objetivo del Banco de México. En tanto el ajuste sucede y los ánimos se asientan, la salida de capitales hacia Estados Unidos podría derivar en un aumento del tipo de cambio. Es difícil predecir el efecto en otras variables, como la demanda de importaciones e incluso el envío de remesas hacia México, pero ante una contracción del efectivo disponible, al menos la dinámica deberá disminuir y, con ello, los efectos hasta hoy observados en la recuperación.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

Google News

TEMAS RELACIONADOS