La inflación de marzo llegó a 7.45% anual, la mayor desde enero de 2001, en un contexto en el que la séptima alza de interés consecutiva por parte del Banco de México ha sido insuficiente para anclar las expectativas inflacionarias; y en el que el índice de precios al productor asciende a 10.36% anual. Es cada vez más probable que se vuelvan a ver inflaciones de doble dígito siendo un escenario retador para empresarios y consumidores quienes han resistido de todo en los últimos años.

Mucho se ha hablado de los efectos nocivos de la inflación en los consumidores y de cómo ha sido persistente en los últimos meses con miras a que se prolongue al cierre de año. Desde la perspectiva del Banco de Pagos Internacionales, todo parece indicar que el mundo se enfrenta a una nueva era inflacionista.

Dicho comportamiento inflacionario, persistente e indiferente a los ajustes en la economía, ha dejado claro que va un paso adelante de toda medida monetaria debido a las distorsiones en las cadenas globales de valor, el desabasto de insumos por cierres de fábricas ante olas de contagio, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y, próximamente, por el reacomodo de los precios relativos en la economía. La crisis sanitaria seguirá siendo punto de inflexión en temas económicos, y en el control inflacionario no será la excepción.

Siendo la tasa de interés una herramienta de política pública para contener la inflación, queda claro que al menos en este momento es insuficiente, por lo que se necesita fortalecer las capacidades productivas de las empresas, las cuáles no han escapado de los efectos inflacionarios.

La inflación del productor medida a través del Índice Nacional de Precios al Productor (INPP) se calcula midiendo el precio de los insumos para la producción y, aunque típicamente está por encima de la inflación al consumidor, en esta ocasión vuelve a alcanzar niveles de doble dígito en una tendencia alcista.

Los costos en las industrias metálicas básicas y productos metálicos, derivados del petróleo y transportación de mercancías, actividades alimentarias y agroindustria son las actividades económicas en las que la inflación en bienes intermedios ha sido mayor. La combinación Rusia-Ucrania impacta en los mercados de energéticos y alimentos mediante el encarecimiento de petróleo y gas natural, así como de cereales y fertilizantes.

En una economía abierta al comercio, como lo es México, la solución no se encuentra en el control de precios. Aunque este tipo de medidas puede resultar en lo inmediato, en el mediano plazo son contraproducentes porque pueden derivar en la creación de mercado negros, el aumentos de precios y que haya una menor producción. Particularmente, en el caso de los productores, un control de precios puede provocar en la menor producción o inclusive en el cierre de operaciones por resultar incosteable.

Es por ello que, la contención de la inflación más que resolverse a través de política monetaria o de control de precios, necesitar atender desde la ampliación de las capacidades productivas. Un ejemplo de ello es el caso del mercado de granos, frutas y hortalizas que dependen de la temporalidad climática por lluvias o sequía que afectan la producción y alteran los costos intermedios y los precios finales.

En lugar de promover onerosas consultas, cuyo costo de oportunidad es elevado, el gasto debe centrarse a programas que impulsen la producción y la productividad al generar procesos más eficientes de siembra y de cosecha, lograr costos de distribución asequibles, entre otras medidas. En caso de seguir el mismo camino, la inflación no solo se mantendrá, sino que es cada vez más probable ver incrementos a tasa de doble dígito, cuyo impacto recaerá en las decisiones de gasto de empresas y hogares y en el bienestar de la ciudadanía.

 
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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