La semana pasada fue de alta volatilidad en los precios del petróleo debido a la tensión por las cuotas de producción entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, principales productores de petróleo y miembros de la OPEP+, lo que impactó en el precio pasando de martes a jueves de 77 dólares por barril a un mínimo de 70.8 dólares. A este evento hay que agregar una demanda creciente en países asiáticos, principalmente China, y la disminución de inventarios en Estados Unidos, los cuales cayeron hasta tres veces por debajo de lo estimado, por lo que no es claro el rumbo de los precios.
En el mundo nadie está exento de percibir los efectos de las variaciones del principal energético del mundo y, por tanto, en México no somos la excepción. La cuestión es cómo estos altibajos en los mercados internacionales afectarán a la economía y la sociedad mexicana. Aunque no existen respuestas únicas, los efectos se resentirán en tres aspectos fundamentales: precios, finanzas públicas y ambiente de negocios.
En cuanto a los precios se refiere, en junio la inflación cerró en 5.88% a tasa interanual, y no sería una sorpresa que al menos los datos de la primera quincena de julio estén por arriba de este valor; la primera ficha del dominó es la gasolina y el diésel, cuyo precio se compone de varios elementos: el internacional de referencia (asociado directamente al precio al petróleo), el denominado ajuste por calidad, los costos de logística, el margen de ganancia del franquiciatario y las tasas impositivas del IEPS y del IVA.
En Estados Unidos el precio de la gasolina pasó de 2.40 dólares por galón en enero hasta 3.20 dólares al cierre de la semana anterior. El efecto inevitablemente ha permeado a México: sólo basta recordar que a inicios de año el precio promedio de la gasolina regular se ubicó en 18.50 pesos por litro y el pasado viernes cerró en 20.30 pesos, un incremento de 9.7% en lo que va del año.
Lo mismo sucede con otros energéticos como el gas LP, asociado directamente a las cotizaciones internacionales. En este caso, la referencia es el Propano Mont Belvieu, que cerró el pasado viernes en 1.10 dólares por galón, cuando a principios de este mismo año se cotizaba en 0.75 dólares.
El segundo punto referido es el de las finanzas públicas, un elemento mucho más complejo de evaluar. Por un lado, los precios internacionales del petróleo arrastran el precio de la mezcla mexicana, que cerró la semana pasada arriba de 70 dólares por barril, con un efecto positivo en los ingresos petroleros, aunque llegó a cotizarse incluso por arriba de 77 dólares.
Aun así, en un entorno de inflación, la planeación de las finanzas públicas, tanto de los ingresos como de los egresos, se hace mucho más complicada. La inflación, por una parte, afecta el consumo y, con ello, la recaudación de IVA y IEPS, mientras que, por el lado del gasto, disminuye las posibilidades de asignar correctamente el gasto y la inversión, temas altamente relevantes en este espacio temporal en el que se están ejecutando obras de infraestructura que seguramente requerirán recalcular corridas financieras.
En términos generales, la inflación asociada a la incertidumbre de precios internacionales de los energéticos podría tener un impacto en la recuperación económica, afectando la inversión y las posibilidades de ejecutar proyectos productivos, con efectos directos en la generación de empleos y bienestar.
Si a esto se agrega que, seguramente, habrá una disminución de la liquidez en Estados Unidos a fin de atenuar los efectos inflacionarios internos, el efecto en el ambiente de negocios en México será particularmente complejo de resolver en el corto plazo.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.