La Secretaria de Economía del Gobierno Federal anunció su retiro al frente de la dependencia el jueves de la semana pasada. El viernes, el Presidente de la República designó a la nueva titular. Esta renuncia se suma a la de otros importantes funcionarios que han abandonado las filas de la actual administración. En la coyuntura actual de incertidumbre y perspectivas económicas frágiles, otro relevo en la Secretaría de Economía (SE) implica riesgos en la continuidad y éxito de objetivos transversales a todos los sectores.
En esta administración, la dependencia solo lista cuatro programas entre sus líneas de acción nacionales: uno para el desarrollo de la industria del software, uno de estímulos a la innovación, otro para la devolución de impuestos de importación a los exportadores, y el último, de fomento a la productividad y competitividad industrial. Atrás han quedado programas o fondos encaminados a la promoción económica del sector minero, de las Mipymes, de los emprendedores, o de las cadenas de suministro y logística. Lo cierto es que los frecuentes cambios dilatan el cumplimiento de los objetivos de la propia Secretaría de Economía.
Las consultas de solución de controversias del T-MEC se prolongaron por acuerdo de los tres países, por lo que deberemos esperar varios meses más para conocer el desenlace de estas negociaciones. Además del cuidado del resultado de las consultas, se requiere de retomar los acuerdos comerciales que están pendientes con otros países y regiones del mundo. Las negociaciones con la Unión Europea, Reino Unido o Corea del Sur, por citar solo algunos, están ahora a la deriva, en espera de que el próximo capitán las conduzca a buen puerto cuanto antes.
De cara al futuro, es crucial que el comercio exterior mexicano recupere la fuerza que alguna vez tuvo. Desde 2014, tanto el número de socios comerciales como el de productos comerciados ha entrado en un badén que no ha podido superar; la rapidez en la adaptación de la nueva titular y su equipo a cargo de las conversaciones comerciales, así como su habilidad para sortear eficazmente los obstáculos políticos y diplomáticos, serán esenciales para que el intercambio entre México y el exterior recupere su dinamismo y genere efectos positivos transversales en la economía.
Muchas veces se ha repetido que el comercio exterior es (o fue) el motor de crecimiento de México; no obstante, no es lo único. El pasado 21 de septiembre, después de varios intentos previos, se dieron a conocer los lineamientos de la política industrial que encauzará el desempeño económico del país en los siguientes lustros. Ésta deberá incluir no solo un conjunto de programas de estímulo para sectores estratégicos de la economía, micro y pequeñas empresas, y el desarrollo tecnológico, sino también para atender un pendiente que la economía arrastra desde hace décadas: la falta de competitividad.
México es el quinto país menos competitivo del mundo, según el Banco Mundial. El Índice Herfindahl-Hirschman mide el grado de concentración de un mercado mediante una fórmula matemática que arroja un resultado entre 0 y 1, en donde cero refleja competencia perfecta y uno un monopolio absoluto. Una métrica superior a 0.25 indica una economía poco competitiva, situación que se observa en nuestro país desde hace décadas. Si bien a inicios del nuevo milenio la competitividad de nuestra economía mejoró sustancialmente, en los últimos años parece estancada y sin sensación de mejora en el pasado reciente.
La Secretaría de Economía debe asumir el papel que le corresponde como promotora de la competitividad, el comercio exterior, la generación de empleos, el desarrollo regional y el crecimiento económico del país. Para ello se requiere de un gran esfuerzo, sobre todo que falta poco tiempo para concluir esta administración y muchos pendientes que concretar. El paso de estafeta no puede tomarse a la ligera.
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