Recientemente, el fenómeno del nearshoring ha reposicionado a nuestro país como uno de los centros de atracción de inversiones privadas especialmente en tecnologías de combate al cambio climático, reducción de la huella de carbono y generación de energías limpias. En contraste, la actual administración ha preferido mirar al pasado y concentrar sus recursos en seguir explotando hidrocarburos, producir gasolina y electricidad con plantas de ciclo combinado y recursos no renovables. Este contraste de visiones y acciones puede llevar a reducir la efectividad y los beneficios que podríamos alcanzar en los próximos años.

Históricamente, nuestro país ha mostrado un gran atractivo para la Inversión Extranjera Directa (IED), y de manera casi exponencial desde la entrada en vigor del tratado comercial con nuestros vecinos del norte, debido a su ubicación estratégica, mano de obra calificada, los múltiples tratados de libre comercio, cierto nivel de infraestructura desarrollada y para bien o para mal nuestros recursos naturales. De igual forma las distintas administraciones habían implementado políticas y reformas para fomentar y facilitar la entrada de inversión extranjera.

Si bien son variados los sectores a los que se destinan las inversiones, en los últimos años han destacado la manufactura —especialmente la de exportación—, las telecomunicaciones, el turismo, servicios financieros, bienes de consumo y con la apertura del sector, a la energía Estas inversiones se han materializado en forma de capital, tecnología, conocimientos y recursos financieros.

De acuerdo con el más reciente Informe de Inversiones Mundiales de la Conferencia de las Nacionales Unidad para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), desde mediados de 2022 los flujos mundiales de Inversión Extranjera Directa se han venido recuperando a sus niveles prepandemia. Este fenómeno se ha evidenciado en México ya que luego de una reducción de 18.4% de los flujos de entre 2019 y 2020, a partir de ese año el crecimiento ha superado 10% anual, alcanzando más de 35 mil millones de dólares en 2022, monto superior a los registrados en 2018 y 2019. Sin duda la IED es uno de los indicadores de mejor comportamiento durante el sexenio.

El tipo de inversión también es importante de analizar, según el informe de tendencias mundiales de inversión 2022 de FDI Intelligence, México se situó en 2022 como el primer destino de proyectos de inversión de capital y de generación de empleo en América Latina, con más de un tercio de los proyectos que llegaron a la región, y más de 35 mil millones de dólares que representan 37.4% de los flujos. Destacan las inversiones relacionadas con el cambio climático; sin embargo, los recursos se han canalizado a inversiones no relacionadas con la generación eléctrica, sino más bien a cadenas de suministro de manufacturas con tecnologías limpias —el megaproyecto de la planta de vehículos eléctricos anunciada este año es de los más destacados. Esta tendencia tiene sentido si recordamos que en el actual gobierno se instrumentó lo que hemos llamado la contra reforma energética, con la cual las inversiones privadas en el sector de generación de energía, especialmente la renovable han disminuido drásticamente.

En contraste el gobierno federal ha dado paso a inversiones relacionadas con la generación de energía y la refinación de petróleo con recursos no renovables. Las estimaciones sobre el costo de la construcción de la refinería Olmeca rondan 15 mil millones de dólares y, si le sumamos la compra de Deer Park por 1.6 mil millones, hasta ahora estos recursos representan casi la mitad de la IED que llegó al país en 2022. Habrá que agregar 6 mil millones de dólares que se requerirán para financiar la adquisición de las plantas eléctricas de Iberdrola.

Lejos de poner la mira en el futuro, la actual administración está viendo hacia el pasado, pensando que somos una potencia petrolera y que los hidrocarburos serán el motor de crecimiento de los próximos años. Esta postura hace que no se destinen recursos para desarrollar y ampliar la infraestructura que requieren las inversiones que el nearshoring está procurando; ello provocará que los impactos positivos y multiplicadores de la IED como la productividad, mayores empleos e ingresos no se desarrollen en plenitud, e incluso lleguen a reducirse los flujos.

Apostarle al pasado implica que sigamos atrasados en asumir y adoptar las tendencias de un desarrollo económico consecuente con la biodiversidad de la cual México es un baluarte mundial; que no alcancemos los objetivos asumidos de reducir las emisiones contaminantes, la huella de carbono y combatir el cambio climático; pero sobre todo que sigamos estancados en crecimiento y desarrollo humano.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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