En los últimos tres años, buena parte de la inversión pública se ha enfocado en el desarrollo de proyectos de infraestructura de gran envergadura que siguen generando duda, tanto de su rentabilidad de mediano y largo plazo, como de su efectividad para impactar positivamente en el crecimiento y en el desarrollo económico. No significa que la obra pública no sea importante en este proceso; por el contrario, lo que sucede es que no en todos los casos los proyectos promovidos parecen ser compatibles con las necesidades que se vislumbran a futuro, o al menos no se encuentran correctamente orientados.

En la visión de largo plazo en México parece que se ha quedado olvidada o al menos se ha desestimado la inversión destinada a un ambiente de negocios propicio para el desarrollo de la economía digital. La crisis económica ha demostrado que en buena medida ha sido la economía digital uno de los principales promotores de la recuperación, desde el comercio electrónico, los pagos y las transferencias digitales, el uso de plataformas virtuales y de datos en servidores en la nube, las telecomunicaciones y los diferentes servicios digitales, las redes sociales y las formas de contrato y promoción.

La denominada economía digital se ha constituido en un componente toral de las economías de todo el mundo. Según datos de Oxford Economics, hacia 2021 podría aportar hasta 17.9% del PIB de México y, aun así, esta proporción está por debajo de países latinoamericanos como Argentina, Brasil y Chile.

Han sido principalmente grandes empresas las que han desarrollado grandes inversiones y avances en la materia. Desde empresas que han desarrollo marketplaces con rendimientos crecientes, las de telecomunicaciones, las empresas del sector financiero con centros de información, desarrollo de software y mecanismos de venta, hasta aquellas con diferentes teleservicios digitales.

En este proceso, México a través de la inversión pública y la atracción de inversión privada, tiene grandes oportunidades en materia de política pública para convertirse en punta de lanza, inicialmente en la región latinoamericana, desarrollando un ecosistema adecuado para la economía digital, que incluya a pymes y emprendedores a través de dos elementos: infraestructura y capital humano.

Es necesario dar el soporte adecuado a los negocios digitales; nuestro país requiere redes adecuadas de comunicación, espacios adecuados para el desarrollo de clústeres de productores de software y hardware, desarrollo de nuevos proveedores de servicios y contenido digital, para lo cual se demanda de incentivos y promoción a la inversión privada, esquemas de participación del sector financiero y por supuesto, rápidos avances en la normatividad, incluyendo la que refiere a la competencia económica en este sector.

Es imperativa la inversión pública y una planeación con horizonte de varias décadas, el liderazgo de las autoridades para renovar y mejorar constantemente la infraestructura, definir los perfiles y necesidades de los futuros egresados en la materia, de vincular en este proceso a los centros de investigación públicos y a las universidades. Una de las ventajas de México sobre Latinoamérica es el número de ingenieros graduados y en proceso de hacerlo, alrededor de cinco estudiantes de ingeniería por cada mil personas, un número que sobrepasa por mucho a otros países.

Se trata de un esquema que, fuera de dudas, es rentable en varios niveles. Por un lado, genera empleo, bienestar y crecimiento económico, y por otro, es una fuente de recaudación. México tiene la oportunidad de convertirse en referente de economía digital en América Latina, de ser parte de la cadena de valor del mercado de Estados Unidos y otros países desarrollados, pero hay mucho trabajo por hacer y rápido, a fin de lograr una recuperación acelerada y de ganar tiempo en la carrera contra otros competidores de la región.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.