Luego de tres años de iniciada la pandemia, las restricciones levantadas desde hace algunos meses han hecho que poco a poco la sociedad vuelva a una “normalidad”. Ante ello, en el país se está reactivando el sector turismo. Particularmente en las próximas semanas se viene el periodo vacacional de semana santa y se espera que, a pesar de las condiciones económicas actuales, como cada año, los mexicanos abarroten diversos destinos nacionales. Este periodo se enmarca ahora en algo que no se preveía que fuera tan prolongado: los efectos de la alta inflación en el país, incluidos los productos turísticos (viajes, hospedaje, comida, servicios turísticos, etc.).
Los efectos del turismo son importantes en México porque representan alrededor de 7.5% del PIB y porque justo ahora estamos en una etapa de reactivación económica en medio de la vorágine de eventos externos. Las expectativas son muy positivas, por ejemplo, la Canaco de la Ciudad de México espera una derrama económica en todo el país de poco más de 11 mil millones de pesos, 64.7% más respecto a 2022. La Sectur estima una ocupación hotelera de más de 80% en diferentes destinos, y los de playa podrían alcanzar el 95% de ocupación.
Con respecto a la inflación netamente turística, los consumidores se enfrentarán en este periodo de semana santa a unos precios que, en algunos rubros, están por arriba de la inflación general. Con datos en tándem a febrero de 2023 la inflación del transporte aéreo de pasajeros fue de 34.2%, los hoteles 11.5% y los restaurantes y cafeterías el 10.5%. De entre los rubros seleccionados, los únicos que se mantiene en línea con la inflación general son el pago de peaje de autobuses y de automóviles, que ronda 4.2%, y el transporte turístico terrestre, con una variación de 6.1%. Haciendo contraste con esos niveles, para ese mismo mes considerado, la inflación general fue de 7.6%. Vale la pena tomar en cuenta que las variaciones en el índice general no reflejan fidedignamente lo que pasa en todos los componentes de la canasta, algunos de los cuales han tenido alzas más que significativas, como el caso de los productos turísticos y el de alimentos.
Es previsible que el gasto que los vacacionistas tendrán que hacer superará cualquier presupuesto o capacidad crediticia que se tenga. Los costos de los bienes y servicios turísticos, que se elevaron con la inflación, suelen aumentar todavía más porque la semana santa se considera “temporada alta” y muy seguramente se cubrirán a través del uso de tarjetas de crédito, de préstamos bancarios o de ahorros. Adicional a los precios algunas veces excesivos de este periodo particular, hay un riesgo para los viajeros, sobre todo los nacionales: el de elevar su endeudamiento, lo que haría disminuir los niveles de consumo futuro en un momento dado, lo que impactaría en la demanda agregada del país. Si además consideramos que las elevadas tasas de interés sobre los préstamos se mantendrán al menos durante este año y que posiblemente habrá una desaceleración de la economía, se activa el riesgo de impagos y carteras morosas.
Los datos indican que el sector turístico recuperará los niveles prepandemia en este año lo que es una buena noticia para el país. México debe aprovechar ese impulso y dinamizar los sectores que se involucran en todo el proceso, recordando que después de las remesas, los ingresos petroleros y la inversión extranjera directa, el turismo es una de las principales fuentes de ingreso del país (considerando tanto a los nacionales como a los extranjeros). Además, debe seguir trabajando en contener la inflación, que, si bien ha cedido terreno, sigue estando por arriba del objetivo de política establecido de 3%.
Los periodos vacacionales deben ser de alegría y de descanso, por ello los viajeros deben planear con anticipación el destino y el medio de transporte, realizar un itinerario y ajustar el presupuesto para no sobrepasar su capacidad de pago.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.