Entre enero y julio del presente año la economía mexicana experimentó una disminución de inversión de cartera por la salida de 77 mil millones de dólares (mdd) en posesión de extranjeros, lo que equivale a una caída de 28% en esos meses. ¿Cómo afecta ese hecho a la economía y por qué debería importar a empresas y a hogares?
Antes que nada, es oportuno distinguir entre la inversión directa y la de cartera. Es directa, según el Fondo Monetario Internacional, si un inversionista adquiere al menos 10% de acciones de una empresa; sí es menor, es de cartera. Por ello, las inversiones son distintas, porque la primera implica arraigo y madurez en el mediano y largo plazo, y la segunda es de corto plazo por la facilidad para entrar y salir de un país.
Las inversiones de cartera son realizadas por fondos de inversión e inversionistas (personas e instituciones) que invierten en acciones del mercado bursátil y en bonos o instrumentos de renta fija del gobierno. Cabe señalar que la entrada o salida de capitales responde al interés del inversionista (mayor rendimiento o ajustes en la inversión), de gobiernos y empresas (por liquidar emisiones para desendeudarse o cambiar de posición en el tiempo), y no exclusivamente a las condiciones políticas y económicas de un país.
En México, en los últimos años la tenencia de extranjeros ha sido en promedio de 55% en renta variable y de 45% en deuda pública. Las inversiones extranjeras en renta variable pasaron entre enero y julio de 150.9 a 106.9 mil mdd, y en deuda pública de 124.2 a 91.2 mil mdd.
Las disminuciones comenzaron en febrero por temores ante la pandemia con efectos a nivel mundial por la incertidumbre de los inversionistas. Lo cierto es que economías emergentes se han recuperado más rápido que México por el menor riesgo que ofrecen frente a la desconfianza de las políticas del gobierno actual y el temor de la degradación de la nota soberana por el riesgo de Pemex. De concretarse, significaría una salida masiva de capitales por los regímenes de inversión que obligan a mantener cierta exposición de riesgo en los fondos de inversión.
El mayor riesgo que asume un inversionista es pagado con un mayor interés por lo que un diferencial más amplio entre las tasas de México y de Estados Unidos favorece la entrada de capital. Por ello, el manejo de la tasa objetivo del Banco de México busca crear condiciones financieras adecuadas para un ajuste ordenado en el mercado sin efectos inflacionarios vía tipo de cambio. Sin embargo, observamos que ese margen de maniobra se está agotando.
De hecho, si observamos la dinámica del EMBI (Emerging Markets Bonds Index), calculado por J.P. Morgan Chase, que mide el riesgo en cada país, tiene una correlación a la inversa con la tenencia por parte de no residentes y, en el mismo sentido, con el tipo de cambio y la inflación.
Lo anterior se explica porque una entrada o salida masiva de capitales genera una mayor o menor oferta de dólares en la economía. Vale decir que cuando la entrada de dólares es por deuda pública, el gobierno los deposita directamente en el Banco de México sin efectos cambiarios. Sin embargo, si es por privados, más dólares abaratarán la divisa, provocando una apreciación del peso.
A inicios de año, la menor oferta de dólares depreció el peso al pasar de 18.84 unidades por dólar en promedio durante enero a 24.27 en abril, con eventos de hasta 25.11 a mediados de marzo. No obstante, entre junio y septiembre las medidas de política monetaria permitieron una parcial recuperación.
La presión en el tipo de cambio se amortigua con la emisión de dólares por los estímulos fiscales para reactivar el consumo en Estados Unidos, lo que ha debilitado al dólar, por lo que en Consultores Internacionales, S.C. estimamos que la banda esté entre 21.50 y 22.50 pesos por dólar para los siguientes meses.
Al momento, el efecto del tipo de cambio sólo se tradujo en una presión moderada a la inflación, ya que de abril a agosto pasó de 2.2% a 4.1% por la menor demanda; pero, si el consumo se recupera, podríamos ver una mayor inflación.
El exceso de liquidez en los mercados plantea una oportunidad para que empresas se fondeen a buenas condiciones de interés y cambiarias, siempre y cuando lo vean prudente, poniendo atención al tipo de cambio después de las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Por su parte, Banco de México deberá cuidar una política que logre mantener una inflación baja y estable que no afecte al poder adquisitivo de la moneda y el bolsillo de las personas.