México enfrenta un panorama retador en crecimiento económico. Por un lado, el incremento del producto se estancó durante el segundo trimestre del año y, dado el clima de negocios e incertidumbre en el país, el panorama para una pronta recuperación no parece llegar. Aunado a eso, el incremento generalizado de los precios se acelera conforme avanza el año, particularmente el componente no subyacente de la inflación.

Es objetivo del Banco de México es mantener una inflación baja y estable, y uno de sus instrumentos de política monetaria es la tasa de interés objetivo. Aunque a principios del año la Junta de Gobierno decidió bajar y después mantener la tasa de interés de referencia, en las últimas tres ocasiones el banco central optó por incrementarla como elemento de contención ante el alza inflacionaria.

El efecto esperado en la economía es que, a través del incremento de la tasa de interés de referencia, suban las tasas interbancarias, disminuya el dinero en circulación, se reduzca la demanda de bienes y servicios y, con ello, que disminuya el nivel de precios.

Pues bien, la ecuación perfecta de política monetaria en los últimos meses de 2021 no ha tenido el impacto esperado en la economía y se puede observar en el elevado 6% de variación anual de la inflación (datos de septiembre). Lo anterior es evidencia de que no se han anclado las expectativas, pese a los esfuerzos del Banco de México.

Si la explicación al problema estuviera en el incremento de la demanda por la paulatina recuperación de la pandemia, el movimiento elevado de la tasa de interés conseguiría el efecto esperado y los precios se verían presionados a bajar. Entonces, si el instrumento diseñado específicamente para contener el aumento general, paulatino y sostenido de los precios no está conteniendo la inflación, ¿qué variables están explicando la formación distorsionada y elevada de los precios?

La inflación no subyacente, según datos del Inegi, se encuentra en 9.37% anual (casi el doble que la subyacente, 4.92%), y los energéticos presentan la mayor variación, incluso por encima de los productos agropecuarios, que por su volatilidad son frecuentemente los de mayor distorsión.

El gas doméstico LP, sólo por debajo del efecto pico de gallo, es el componente genérico de mayor variación anual, pero el más alto en incidencia mensual. Efecto coincidente con el control de precios por el gobierno federal mediante Gas Bienestar, medida que distorsiona los precios y contribuye con la inflación del gas LP.

En paralelo destacan la constante alza en gasolinas y la incertidumbre derivada de la iniciativa de reforma eléctrica, que atenta contra la competencia y el aumento de tarifas eléctricas. A estas alturas, únicamente falta el alza en precios del gas natural para completar una tormenta energética perfecta.

Próximos al cierre del año, las regulaciones y las políticas públicas no dan señales de implementar un esquema de competencia que permita la convergencia de precios de tal manera que no se disparen y provoquen incertidumbre en la inflación. Esperamos que el Banco de México continúe incrementando la tasa de interés pero, siendo un esfuerzo unilateral, no contendrá los efectos de segundo orden de los precios, mientras que la tormenta energética perfecta formada por políticas de gobierno continuará causando presiones inflacionarias.

Sin certeza energética se espera una prolongada convergencia de la inflación al objetivo de ±3% del Banco de México. La toma de decisiones en el entorno político, más allá de la política monetaria le está ganando terreno a la formación de los precios.

La inflación es un impuesto regresivo que afecta más a quienes menos tienen y que genera incertidumbre en las empresas, por ello debe combatirse. En materia energética, en lugar de buscar el control precios, las autoridades deben propiciar condiciones que promuevan la competencia en el libre mercado.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.
 

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