La industria manufacturera mexicana ha sido un pilar del crecimiento económico a lo largo de la historia moderna del país y ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo del comercio exterior, la creación de empleo, el bienestar económico y desde hace por lo menos una década en el auge del nearshoring. Desde la apertura a la globalización y las inversiones, nuestro país se ha posicionado como un actor clave en la escena global de la manufactura; atrayendo inversiones y negocios internacionales que han impulsado a la economía nacional, pero también del bloque económico en que se ha convertido el T-MEC.

México se ha convertido en uno de los principales exportadores de productos manufacturados del mundo, y en particular, de América Latina. Según la Organización Mundial de Comercio, en 2022 México ocupó la decimotercera posición entre los países líderes en exportación de mercancías, con un valor de 578 billones (miles de millones) de dólares. Al mismo tiempo se ubicó como la sexta exportadora de manufacturas. Ciertamente se encuentra bastante lejos de China, cuyas exportaciones superaron los 3 mil 500 billones de dólares y compite en circunstancias similares con Corea del Sur, el otro país emergente que se ubica dentro de los principales exportadores.

Destaca la diversificación de actividades manufactureras enfocadas a la exportación —cuyas operaciones representan 88.0% del total exportado— abarcando desde la electrónica que aporta 16.8% de las exportaciones manufactureras y la automotriz con 32.5%, hasta la industria aeroespacial y la farmacéutica, actividades cuya capacidad de producción se ha incrementado de manera constante. Esta diversificación ha permitido a México reducir su dependencia de sectores tradicionales como la agricultura, los textiles y el petróleo.

Ahora bien, la manufactura en México no sólo se ha centrado en la producción para la exportación, sino que también ha fomentado la creación de cadenas de valor regionales basados en proveeduría de alto desempeño. De igual forma, el grado de colaboración, que se puede definir como complementariedad con los socios del T-MEC, ha permitido que en 2023 nuestro país se haya posicionado como el principal proveedor de los Estados Unidos, desplazando a China y Canadá.

Como hemos indicado el fenómeno de la relocalización productiva no es nuevo para nuestro país. Empero en los últimos lustros, el país ha estado resurgiendo como un destino atractivo para el nearshoring, aprovechando no sólo la posición geográfica, sino también el andamiaje productivo y exportador que se ha construido (principalmente en la industria manufacturera). Ello implica eficiencia en costos y la experiencia en procesos y desarrollo de talento humano; cualidades que han hecho de México una opción ideal para las empresas que buscan desplazar su producción fuera de Asia, y acortar sus cadenas de suministro.

La evidencia más clara del atractivo de México son los diversos anuncios y la llegada de inversión extranjera directa que se materializa en proyectos productivos para la exportación plenamente identificados. De acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el país se ubicó en 2022 como el décimo segundo receptor mundial de inversión extranjera directa (IED) y el quinto entre las economías en desarrollo. Cabe señalar que el principal destino de la IED es la industria manufacturera que en el primer semestre de 2023 acaparó 56.9% de las inversiones, siendo la industria automotriz con 39.9%, la principal receptora.

Un efecto esperable de la industria manufacturera como puerta de entrada al nearshoring es la creación de empleo bien remunerado en las regiones que albergan zonas industriales y parques tecnológicos. Además, el empleo en la industria manufacturera, que significa 28% de la ocupación formal, ha fomentado el crecimiento de la clase media mexicana.

México y su industria manufacturera han sabido montarse en la ola del nearshoring. Sin embargo, para mantener y mejorar su posición en la escena internacional, se requiere incrementar la inversión en educación, salud, infraestructura y tecnología; además de promover un entorno institucional y normativo apropiado al objetivo de incentivar y potenciar el fenómeno. Para ello, no sólo se requiere un gobierno propicio. Es fundamental que el liderazgo empresarial sea el catalizador que impulse y movilice un sistema productivo, innovador y competitivo.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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