Pareciera ser que los efectos de las políticas (gubernamentales y de banca central) implementadas en el país para contener los precios están surtiendo efecto. En marzo de este año, la inflación general se ubicó en 6.8%, ligando su segundo mes a la baja. Pero el detalle ahora se centra en el comportamiento de la inflación subyacente, particularmente en el subíndice de mercancías, que no va al mismo ritmo que la general. Para contenerla no son del todo efectivas las medidas de política monetaria, el problema está del lado de la oferta, que se resuelve con la implementación de una política productiva que aminore el alza de los precios.

La inflación subyacente se define, de acuerdo con el Banco de México, como “el incremento de los precios de un subconjunto de bienes y servicios en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) cuyos precios no están sujetos a decisiones de carácter administrativo, estacionalidad o alta volatilidad”. Esto quiere decir que la medición de este componente de la inflación deja fuera los precios más susceptibles de variaciones y considera los productos y servicios menos volátiles en la búsqueda de un indicador de precios más estable, como los energéticos o los productos del campo sujetos a temporadas de cosecha, por poner algunos ejemplos.

Dentro del componente subyacente se encuentran dos subíndices principales, el de mercancías (principalmente alimentos, bebidas y tabaco) y el de servicios (vivienda, educación y otros). Por la construcción del índice, la inflación subyacente debería estar por debajo de la general, pero eso no ha sucedido desde octubre de 2022, por lo que el debate en torno a la eficacia de la actual política monetaria restrictiva para este caso, que se espera que llegue a su máxima tasa objetivo pronto, está en discusión. Además, si la subyacente no ha sido el indicador estable como se espera, la certidumbre sobre su comportamiento mina las decisiones de consumo, ahorro e inversión de los agentes económicos.

Durante 2021, la inflación de mercancías, con su subíndice de alimentos bebidas y tabaco, y la de servicios tenían una variación similar (rondando incrementos de 6%-7.5%), pero la separación parece darse entre noviembre y diciembre de ese mismo año. Para 2022, la inflación general se ubicó en un rango de 7.5% y 8.7% (cifras alcanzadas en agosto y septiembre de 2022), mientras que la de mercancías y la de alimentos, bebidas y tabaco no dejaron de crecer, mostrando tasas de doble dígito desde la segunda mitad del año pasado. En marzo de este año, la incidencia de la inflación subyacente en la general (o la contribución porcentual de ésta en el total) fue de 87.7% y la incidencia de las mercancías al interior del componente subyacente fue de 67.5%, por lo que se puede inferir que el diablo sigue estando en la subyacente.

La magnitud de choques como han sido los efectos de la pandemia y sus remanentes, la ruptura de cadenas productivas, y la guerra entre Rusia y Ucrania y su simultaneidad han ocasionado no sólo una mayor presión sobre la inflación subyacente por el lado de la oferta, sino también una persistencia en el indicador que ha evitado que se reduzca a mayor velocidad. En este contexto, continuar con la política monetaria restrictiva empezará a mostrar efectos negativos sobre el consumo y, como consecuencia, sobre el crecimiento, sin contribuir significativamente a la reducción de la inflación.

Sería preocupante que la autoridad quisiera controlar el alza de precios en el componente subyacente a través de medidas más parecidas a un control de precios que por medio de medidas efectivas reales. Seguir subsidiando a las gasolinas, a pesar de su efecto positivo, o apostando por invertir en plantas eléctricas para que no aumente el costo de la energía en el país, en el mediano y largo plazos, sólo traerá más pérdidas que beneficios.

La solución para disminuir la inflación subyacente se encuentra entonces en la política productiva y no en la política monetaria. México cuenta con los instrumentos necesarios para impulsar políticas públicas que incluyan financiamientos e incentivos fiscales para las pequeñas y medianas empresas, una mayor promoción de la política comercial, incentivar las inversiones en sectores clave en un ambiente de certidumbre, sobre todo de infraestructura. El fin último de estas políticas gubernamentales debe ser el incremento de la productividad en todos los sectores e incrementar el empleo que genere valor agregado al país.

Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS