Hace unos días, el secretario de Economía presentó una primera estrategia económica hacia 2030 que busca fortalecer la producción interna incrementando nuestra participación en las cadenas globales de valor, con exportaciones manufactureras que tengan un mayor contenido nacional. La propuesta se enfoca en sustituir importaciones provenientes de Asia, especialmente de China, reduciendo nuestra dependencia de insumos y materiales, impulsando la proveeduría nacional y consolidando la importante relación comercial en Norteamérica, aprovechando la creciente guerra comercial entre Estados Unidos y China. La estrategia es ambiciosa e implica superar importantes retos en términos de coordinación, implementación y financiamiento.
La propuesta incluye sustituir hasta 40% de las importaciones de China, Malasia, Vietnam y Taiwán, que en su totalidad representan 32% de lo adquirido (en el caso de China, representa 20.2% de nuestras importaciones). Actualmente, la participación de los bienes intermedios en las importaciones totales es de 76%, lo que significa que, en promedio, tres cuartas partes de un bien manufacturado en México tiene origen importado. El objetivo es incrementar el contenido nacional de las exportaciones mexicanas, que ronda 19.5% a lo largo de la cadena de valor. De esta manera, se alinearía nuestra política comercial con la de nuestros socios (Estados Unidos y Canadá); reducir la participación asiática dentro de las exportaciones mexicanas implica una oportunidad para la integración comercial norteamericana.
Es destacable la intención de crear un consejo empresarial mediante el cual se coordinen los esfuerzos entre el gobierno y el sector privado; un objetivo que no se ha logrado concretar ni consolidar, independientemente de la ideología del régimen. En específico, se busca colaborar con las 50 mayores empresas importadoras de bienes asiáticos, que concentran la mitad de las importaciones mexicanas (sin importar su nacionalidad). Además, se buscará identificar los bienes intermedios que pueden ser manufacturados localmente, fortaleciendo así la participación de México en la producción global. Destacan sectores clave como el automotriz, electromovilidad, nueva medicina, semiconductores, aeroespacial, energía renovable y textiles; cada uno con sus particularidades y grado de integración nacional.
La dependencia federal indica que dará prioridad a nuestra capacidad de generar valor nacional en las cadenas globales de exportación; cabe señalar que entre 2015 y 2018 la participación cayó 3.3 puntos porcentuales y desde entonces se ha mantenido estancada en un 40.8%, según estimaciones del Inegi. La estrategia planteada busca impulsar el desarrollo tecnológico, donde México aún tiene mucho camino por recorrer. La clave es incrementar la tasa de inversión nacional destinada a investigación y desarrollo, que actualmente es de 0.3% del PIB; esta cifra está lejos del 3.4% correspondiente a Japón y Estados Unidos o del 2.9% para la OCDE. Lo anterior implica destinar recursos públicos y privados a una estrategia bien estructurada y sostenible.
En este contexto, el desarrollo de infraestructura es crucial para atraer inversiones a sectores y regiones clave. La apuesta gubernamental —al menos en el discurso— es la expansión del sistema de transporte y logística mediante cinco nuevos corredores industriales y un conjunto de parques industriales con sus redes logísticas. Sin embargo, surgen dudas sobre la capacidad para realizar estas grandes inversiones, completar los proyectos a tiempo y lograr un impacto económico real que los haga rentables. Las asociaciones público-privadas son relevantes, pero requieren apertura por parte del gobierno.
Para una eficiente sustitución de importaciones es importante evaluar las implicaciones de sostener programas como el PROSEC, particularmente la llamada “regla octava”, que permite importar insumos y productos terminados con aranceles reducidos o nulos siempre que se utilicen en sectores prioritarios de la industria. En la práctica, estos incentivos afectan el desarrollo de la proveeduría nacional; facilitan e incrementan la rentabilidad de las importaciones sobre la producción interna.
El plan para sustituir importaciones asiáticas es ambicioso y tiene el potencial de transformar la economía del país; según la dependencia federal se lograría un incremento anual del 1% en el PIB; no obstante, para que esta estrategia sea viable será necesario superar desafíos significativos en términos de infraestructura, tecnología y colaboración con el sector privado. También se requiere una inversión multimillonaria para implementar los corredores industriales y atraer multinacionales a producir en México. El gran éxito sería lograr complementariedad con Canadá y Estados Unidos, aumentando así el potencial regional.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.