La tendencia de la depreciación cambiaria, resultado de desequilibrios financieros, pone en aprietos la estabilidad financiera retrasando la recuperación económica, pero sobretodo, afectando la estabilidad de los hogares y las empresas.
La reciente debilidad del peso frente al dólar ha sido la más importante en lo que va de 2021 y los factores que la están provocando obedecen a desequilibrios económicos más estructurales que transitorios, por lo que podrían fijar una nueva banda cambiaria en el corto plazo. ¿Qué está pasando con el dólar, y hacia dónde va?
El 12 de noviembre el tipo de cambio Fix (para solventar obligaciones) cotizó en 20.51 pesos por dólar, y el 26 del mismo mes llegó a 21.82 pesos; en sólo dos semanas se depreció 6.4%. Esta agresiva caída del peso se debe entender por dos frentes: los acontecimientos internacionales y el contexto nacional que desde 2018 ha causado inquietud de los mercados financieros.
En octubre, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) anunció que el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) comenzaría con el tapering, es decir, el cierre del grifo de los estímulos monetarios en respuesta a la crisis económica. El abandono de su política expansiva, en el que inyectaba liquidez a la economía, incrementó el precio del dólar.
El fortalecimiento del dólar por las políticas acomodaticias de la Fed incidió en la debilidad de otras divisas, en particular para el peso mexicano, a lo que se han sumado factores locales.
En México, la liquidación de bonos de deuda pública impactó en el tipo de cambio. En Consultores Internacionales, S.C. estimamos según datos del Banco de México que la disminución de la tenencia de valores gubernamentales en posesión de inversionistas no residentes ha sido de 14 mil 663 millones de dólares en lo que va del año.
La adopción de una política monetaria restrictiva por el Banco de México no ha sido suficiente para contener la fuga de capitales. Aunque Banxico ha incrementado gradualmente la tasa de interés objetivo a lo largo de este año, ampliando el diferencial con la tasa en Estados Unidos y el incentivo por mayores rendimientos, los activos están siendo liquidados para dirigirse a otros mercados. Los inversionistas, por aversión al riesgo, están mostrando incertidumbre en la política económica del país.
La conducción de la política económica en México sugiere que las políticas pública, fiscal y monetaria no están siendo congruentes y, por tanto, no están favoreciendo la recuperación económica. Ejemplo de ello fue el desaprovechamiento de una política monetaria expansiva que pudo potenciarse acompañada de mayores apoyos a las micro, pequeñas y medianas empresas, y a la protección de los empleos. No obstante, el recién aprobado Paquete Económico 2022 plantea el mismo camino: una indiferencia hacia la recuperación, mientras que la reciente postulación a la gubernatura del Banco de México poco contribuye a la credibilidad. Hoy, ante en un entorno internacional caracterizado por presiones inflacionarias y alzas en tasas de interés, la oportunidad parece haberse terminado.
La depreciación cambiaria afecta a hogares y empresas por la inflación. En México, la depreciación de la moneda impacta en el alza de precio de los bienes importados. Cuando nuestras importaciones representan 37.9% del PIB y más de 62% del consumo privado, el traspaso de los efectos del tipo de cambio a la inflación es inevitable. Basta decir que la inflación de la primera quincena de noviembre fue de 7.05%, la mayor en los últimos 20 años.
Nos hacen falta políticas que propicien la certidumbre a la inversión y al crecimiento. Más que la fortaleza del dólar, la debilidad del peso refleja nuestra falta de rumbo económico.
Sin incentivos para atraer y retener inversiones extranjeras, el camino hacia la recuperación será más largo. En ese entonces, el tipo de cambio y la inflación serán problemas menores frente a nuestra pérdida de competitividad en el mundo.