Recientemente, Inegi presentó los resultados del Estudio sobre la Demografía de los Negocios 2020, ofreciendo uno de los datos más reveladores del impacto que ha tenido la presente crisis económica en el ambiente de negocios nacional: de los 4.9 millones de establecimientos micro, pequeños y medianos sobrevivieron 3.9 millones (79.19%), poco más de un millón (20.81%) cerraron definitivamente y 619 mil 443 establecimientos nacieron, lo que representa 12.75% de la población de negocios del país.
Después del total de contagios y decesos a causa del Covid-19, la pérdida de un millón de empresas será uno de los efectos más relevantes de este periodo, que pasará a los anales de la historia como uno de los más complejos para México y el mundo.
No obstante, más allá de un número abrumador: ¿qué implica la pérdida de estas empresas para México, para la economía y su sociedad? Para responder esta pregunta es prudente identificar primero los efectos inmediatos o de corto plazo, y después los de mediano plazo.
En un primer momento, de manera intuitiva, es claro que las unidades económicas son la base de la producción, por lo que el cierre de empresas implica de facto una contracción de esta variable y de los recursos humanos, materiales y financieros que se requieren para llevarse a cabo; es decir, se trata del rompimiento de la cadena productiva y de valor, de empresas y de hogares que por un lado perdieron a sus proveedores habituales y, por otro, perdieron parte de su demanda.
Un menor número de empresas, por definición se asocia a un menor número de empleos, lo que lleva a una disminución de la masa salarial, la principal fuente de ingresos de los hogares, y con ello la posibilidad de mantener el consumo. De hecho, al tercer trimestre de 2020, respecto del mismo periodo de 2019, hay 4.2 millones de personas ocupadas menos y casi 5 millones de personas más disponibles para trabajar, pero que no lo han hecho por las condiciones sanitarias y económicas, a lo que parece estar asociado una caída del consumo privado de -21% en el segundo trimestre del año.
Lo anterior, inevitablemente se reflejará en un mayor número de personas en situación vulnerable, que además de ver mermado su ingreso, tendrán menores oportunidades de acceder a servicios de salud, a mantener la seguridad social, en casos más graves, incluso derivará en educación trunca de las siguientes generaciones y hasta en menores posibilidades de una alimentación adecuada.
Ya en el mediano plazo, el alto número del cierre de empresas tendrá un efecto multiplicador a la inversa; es decir, que no sea simplemente absorbido por la economía, sino que genere una destrucción de la cadena productiva nacional que sea imposible de detener en el corto y mediano plazo. Esto llevará a una mayor concentración del mercado, las empresas grandes se harán más grandes y el resto se adelgazarán o desaparecerán. Los efectos, inevitablemente derivarán en una mayor fragilidad económica que impedirá que la recuperación en los meses y años siguientes sea rápida y adecuada.
El sector público no estará exento de estos efectos, un menor número de empresas produciendo llevará a menores niveles de ingresos tributarios y con ello una menor posibilidad de ejecutar gasto público. Coincidentemente, según datos de la Encuesta sobre el impacto generado por el Covid-19 en las empresas, presentados por el Inegi, seis de cada 10 empresas requieren apoyos fiscales para hacer frente a coyuntura económica.
Los siguientes doce meses serán complejos, el camino a la recuperación será sinuoso, largo, desigual e incierto. En Consultores Internacionales, S.C. consideramos que lo más importante será desarrollar un plan enfocado en acciones específicas de corto plazo, basado en la identificación, evaluación y mitigación de riesgos para la rentabilidad y operatividad de las empresas. Los apoyos muy probablemente no llegarán, por lo que la expresión, “tomar al toro por los cuernos”, cobra sentido hoy más que nunca. Es tiempo de anticipar, decidir y actuar.