Sin duda, el sistema bancario sano y sólido es esencial para fomentar el crecimiento económico, facilitar el financiamiento de los entes públicos y privados, mantener la estabilidad financiera y consolidar la confianza en todas las actividades productivas. En el mismo sentido, el consumo privado desempeña un rol preponderante como uno de los componentes del Producto Interno Bruto y, por ende, es motor del crecimiento económico, ya que estimula la demanda agregada, atrae y genera directamente la inversión y el empleo; un mercado y una economía con un consumo privado fuerte indica que hay confianza, productividad y bienestar.
En México, el sistema bancario luego de episodios difíciles se ha venido consolidando en lo referente a su solidez y salud financiera; la regulación, la evaluación de riesgos y la creación de reservas le ha permitido mantenerse seguro ante posibles contingencias. Excluyendo el efecto de la pandemia, la salud financiera de la banca mexicana medida a través de la utilidad neta acumulada ha resultado creciente; para 2022, según datos de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), este indicador a nivel del sistema bancario privado registró 236 mil 743 millones de pesos, lo que representa un incremento a precios corrientes de 30% respecto a 2021. Otros indicadores de fortaleza son el Índice de Capitalización (ICAP) que, según la misma fuente, cerró 2022 con un nivel de 19.0%, siendo el mínimo requerido de 10.5%, y el Coeficiente de Cobertura de Liquidez ronda 300%.
Es indudable que la banca ha hecho bien la labor de protegerse de los riesgos sistémicos, los impagos y la mora creando las reservas necesarias, pero también en el último año se ha beneficiado por el alza de las tasas de interés en el mercado. El efecto de la política monetaria restrictiva del Banco de México ha impulsado al alza las tasas de interés de los créditos, especialmente de las tarjetas de los diferentes bancos a partir de marzo de 2021; al mismo tiempo, el margen financiero de los bancos se ha visto beneficiado de manera significativa.
Con el aumento en las tasas de interés se esperaría una disminución en el número de los créditos solicitados por los mexicanos e, incluso, un aumento en la morosidad; sin embargo, esto no ha sucedido. De acuerdo con datos de la CNBV en la mayoría de los créditos al consumo se ha observado un incremento y están por alcanzar sus niveles prepandemia o ya los superaron. La cartera total de créditos al consumo registró en marzo de 2023 un incremento nominal de 18.0%; de igual forma, entre los de mayor aumento en el monto de la cartera se encuentran los de tarjeta de crédito, con incrementos de 22.6%, los de nómina con 17.7%, los personales con 14.1%, mientras que los destinados a la compra de bienes duraderos y automóviles (ABCD) crecieron al mismo mes en 13.9% y 13.6%, respectivamente.
En su más reciente informe de estabilidad financiera, el Banco de México señala que la posición financiera de los hogares ha venido decreciendo, ello debido a que el crecimiento del endeudamiento ha sido más dinámico que el del ahorro. Lo anterior es evidente si tomamos en cuenta el alza significativa en la inflación y en particular en los rubros que más afectan al consumidor: los alimentos y servicios. En el mismo contexto, el banco central indica que los nuevos créditos personales, de nómina y automotriz está acompañado con una mayor colocación entre clientes con un perfil de mayor riesgo relativo de incumplimiento.
Es de destacar que el índice de morosidad de los créditos se ha venido reduciendo desde su pico más alto de inicios de 2021. El IMOR global de los créditos al consumo pasó de un nivel de 5.5% en enero de ese año a 2.9% en marzo de 2023. Comportamiento similar registran los demás tipos de crédito al que acceden los hogares. No obstante, en lo que va del año se registra un ligero incremento en la morosidad de los créditos de tarjeta, personales y de nómina. Lo anterior implica en principio que los acreditados se están esforzando por cubrir al menos los mínimos requeridos, para no perder el acceso a los mismos, de igual forma han disminuido los llamados tarjetahabientes “totaleros” los que pagan todo el saldo al final del mes, lo que hace suponer un aumento en el apalancamiento de los usuarios del crédito.
Ante la situación de crecimiento insuficiente de la economía, alta inflación y la reducción en el poder adquisitivo de los salarios, el mayor uso de crédito bancario es resultado de la necesidad de sostener el nivel de consumo por parte de los hogares, que con altos costos implica un posible mayor endeudamiento y riesgo de caer en insolvencia, lo que el sistema bancario debe vigilar estrechamente.
Indicamos que el consumo es un motor del crecimiento, pero este aserto es válido en la medida en que crece de manera equilibrada y sostenible en su financiamiento. Para ello, se requiere un impulso a la actividad económica y al empleo bien remunerado por parte del ecosistema productivo nacional, lo cual es fundamental para mantener una economía saludable y en crecimiento.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.