La literatura económica del siglo 20 y 21 encuentra un punto de coincidencia, el crecimiento económico es altamente relevante para los países y sus sociedades. No hay evidencia empírica que sugiera que un país que haya tenido altos niveles de crecimiento empeore, en términos generales, su bienestar.
Por supuesto, las divergencias teóricas y prácticas se observan en la implementación de políticas públicas y estrategias empresariales. Sin embargo, otro punto de acuerdo es la importancia del sector industrial en el desarrollo económico integral de una región.
Si observamos los 30 países con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH) son naciones que han mostrado tasas de crecimiento promedio anual por arriba de 4% en su sector manufacturero, de manera consistente en las últimas cinco décadas.
De acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en los países en desarrollo, apenas 30% de los productos agrícolas se someten a procesamiento industrial, en comparación con 98% de los países de altos ingresos.
En México tenemos expectativas de crecimiento en el mediano y largo plazos superiores a 4%, asociadas a su potencial estimado. En cualquier caso, el país va a requerir energía, misma que deberá cumplir con una serie de características: renovable, segura y barata. El reto, por supuesto, no es trivial, requerirá de acciones específicas en la materia, que debe decirse de manera urgente.
Después de la reforma energética, desarrollada en la pasada administración, el país generó fuertes expectativas para los inversionistas y en términos generales, aunque se sabía perfectible, quedaba claro que era un intento muy adecuado para la industria manufacturera nacional.
La energía es claramente uno de los insumos más importantes para el desarrollo empresarial e industrial de cualquier país. Altamente relevante en los procesos productivos, no sólo resulta necesaria su disponibilidad, también su precio y la calidad del servicio. Contar con energía barata resulta en competitividad y mejores posibilidades de éxito en los mercados internacionales.
La energía es también un elemento importante en el desarrollo y cambio tecnológico, es un insumo que permite la innovación tanto en productos como en procesos productivos.
Cuando en crecimiento económico se hacen consideraciones de política, deben tenerse en mente dos elementos encadenados uno al otro, desarrollo industrial y sector energético eficiente.
La economía nacional requiere hoy más que nunca un sector industrial fuerte, competitivo, que genere empleos de calidad y con ello efectos significativos en la calidad de vida de la población; no obstante, lo que observamos es una industria en crisis, buscando la mejor manera de subsistir.
En este camino, una política energética es altamente relevante, debe fomentar el desarrollo de tecnologías y apropiación de las ya existentes, principalmente en lo que refiere a energías renovables, tales como la solar o la eólica. Los retos asociados no son mínimos, dados los problemas de frecuencia que actualmente estas fuentes implican, el almacenamiento y la distribución eficiente son los elementos mínimos que deben considerarse en la formulación de planes estratégicos para el sector energético mexicano.
México requiere un Sistema Eléctrico Nacional (SEN) confiable, con costos accesibles para las diferentes industrias, se requiere también la generación de un medio ambiente económico adecuado para el desarrollo de inversiones, principalmente en energías renovables y limpias, para lo cual es necesario fortalecer al mercado eléctrico y a sus jugadores, los generadores y clientes privados para integrarlos de manera exitosa.
Una política industrial debe estar ligada a una política energética, de no ser así, las posibilidades de crecimiento sobre el potencial estimado serán prácticamente nulas.
Presidente de Consultores
Internacionales, S.C.