En días en los que el Senado de Estados Unidos está próximo a aprobar el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), y a su vez prosiga el Congreso de Canadá con miras a finales de marzo-principios de abril, todo parece indicar que, en el mejor de los casos, México tendrá un nuevo tratado comercial con los vecinos del norte para el tercer trimestre del año o posiblemente hasta 2021. En este sentido, ¿cuál será su contribución para reactivar la economía en 2020?
En principio, el comercio exterior mexicano es determinante del crecimiento económico debido al considerable índice de apertura (exportaciones e importaciones como proporción del PIB), que asciende a más de 80% para el primer trimestre de 2019.
Por un lado están los impactos estimados del T-MEC por sí solo que, de acuerdo con un estudio elaborado en abril de 2019 por la Comisión de Comercio Internacional de los Estados Unidos (International Trade Commission, ITC, por sus siglas en inglés), se prevé que las exportaciones anuales de México a Estados Unidos aumenten en 12 mil 400 millones de dólares.
Respecto de nuestro pronóstico para las exportaciones de 2019 en 461 mil 10 millones de dólares, dicho impacto presumiría un crecimiento de 2.7% anual.
De igual forma ocurre en el ámbito de inversiones, las cuales se espera que aquellas estancadas procedentes del extranjero comiencen a fluir hacia México.
Los efectos positivos deben aprovecharse al máximo y potenciarlos aún más considerando el entorno previsto para 2020, considerando que las exportaciones están en función del índice de la producción industrial de Estados Unidos y del tipo de cambio real.
Por un lado, el crecimiento estimado por el FMI para Estados Unidos lo ubica en 2020 en 2.1% y 1.8% para 2021. Por otro lado, la relación cambiaria peso-dólar ha sido positivas en el último mes con un promedio mensual de noviembre a diciembre que pasó de 19.33 a 18.93 pesos por dólar, aunado a la segunda inflación decembrina más baja en los últimos 50 años, ubicada en 2.83% (superior al 2.13% de 2015).
En pocas palabras, habrá un entorno favorable para incrementar las exportaciones (aprovechando que México lleva 11 meses como principal proveedor de Estados Unidos), pero con la posibilidad de que nuestro principal cliente compre menos. En consecuencia, hay que actuar para estimular el consumo interno y aprovechar los beneficios del T-MEC.
En consideración de que al mes de noviembre de 2019 nuestras exportaciones crecieron sólo 2.3% respecto del mismo periodo de 2018 (muy lejos de 10.6% observado para el mismo periodo de 2017), sin duda que un crecimiento de 2.7% por T-MEC será un empujón para revertir la caída pero aún faltará un mayor esfuerzo para retomar la dinámica previa.
En el caso de las inversiones, el panorama es un respiro que ubica a México en mejor posición como país preferido para la inversión de cartera en América Latina (precedido por Brasil y Colombia); y como oportunidad de crecimiento en el que se logren captar mayores montos de inversión extranjera directa que puedan detonar mayor crecimiento y empleo en sectores estratégicos.
Más allá de los beneficios de corto plazo, es meritorio analizar en el largo plazo qué cambios estructurales provocará en la complejidad económica de México, por lo que brotan preguntas como: ¿el T-MEC creará o desviará comercio?, ¿qué tanto mejorará la competitividad regional?, ¿cómo reconfigurará sectores exitosos como el automotriz y el eléctrico-electrónico?, ¿qué impacto tendrán los cambios laborales y de contenido regional en acero y aluminio?, entre otras.
Lo cierto es que, a juzgar por los hallazgos en modelos gravitacionales de comercio bilateral, prevalecen dos afirmaciones: la economía de México, sin la protección tarifaria del TLCAN o T-MEC, sería diametralmente distinta al considerar la irrupción de China; y, sí el índice de apertura derivará en desarrollo humano, México sería caso de éxito mundial; sin embargo, no es así, por lo que aún hay retos importantes en encauzar sus beneficios a mejorar la distribución del ingreso y en reducir los niveles de pobreza.
Si bien el T-MEC aumentará el comercio y las inversiones, sus beneficios serán tardíos para 2020 y más visibles en 2021, por lo que además del tratado, será necesario ajustar la política económica para que favorezca el consumo (de gobierno y de los hogares), la inversión y la aplicación del Estado de derecho.
Sólo así, con una medida conjunta, será posible crecer más, mejorar el nivel de empleo e incidir positivamente en el bienestar de los ciudadanos.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.