La UNAM me ha dado mucho más de lo que hubiese esperado: educación, trabajo, amigos, amor, prestigio, oportunidades, felicidad.

Ingresé a la Universidad en 1967 y desde entonces no la he dejado. Me llamó la atención la libertad que se respiraba en la Facultad de Ciencias, donde estudié Física. Este deseo de libertad se acrecentó con el movimiento estudiantil del 68. Desde entonces valoro y defiendo mi libertad y, si es posible, la de los demás. Tuve profesores excelentes, me hice de amigos y sentí que estaba en el sitio que me tocaba. Los grandes docentes lo marcan a uno para bien durante toda la vida y siempre he tenido la fortuna de ser guiada por sus talentos. Durante la licenciatura comencé a dar clase como ayudante desde el tercer trimestre; posteriormente me invitó el Dr. Manuel Peimbert a trabajar en el Instituto de Astronomía como ayudante de investigador, lo cual me dio libertad económica y la guía siempre certera para seguir adelante.

El Instituto de Astronomía ha sido mi escuela, los coloquios lo ponen a uno al día del devenir de campos que no son de nuestra especialidad; impartir clase es la manera de redondear el conocimiento; trabajar y discutir con los colegas es un placer.

Desde hace décadas me dedico a la divulgación de la ciencia. Para mi fortuna, la UNAM me ha apoyado en esta labor; he escrito libros, artículos, elaborado exposiciones de ciencia, participado en programas de radio y televisión y, sobre todo, dictado conferencias, en particular durante la pandemia, gracias a los medios telemáticos. He disfrutado una enormidad al impartir charlas en los bachilleratos y las Escuelas de Estudios Superiores de la UNAM; convivir con alumnos y constatar la gran labor que se desarrollan en esos planteles, lo que permite sopesar la riqueza de la institución y su importancia para el país. De joven fui varias veces al Observatorio Astronómico Nacional que se ubica en la Sierra de San Pedro Mártir en Baja California; me dio una medida de la importancia de tener instrumentos especializados en México para desarrollar ciencia básica de calidad.

He podido disfrutar de múltiples maneras las actividades culturales de la UNAM, la Revista de la UNAM, de la que he sido autora y ahora en su nueva época miembro del Consejo Editorial, los museos, las ferias de libro, el teatro, cine, los conciertos y como si fuera poco, pude tomar clase de danza en sus instalaciones.

La UNESCO ha creado un instituto para garantizar la educación de por vida. Se trata de que todos podamos aprender a aprender por gusto, que durante la educación básica tengamos acceso a las clases híbridas, que a lo largo de nuestra vida nos podamos actualizar y reinventar y que todos tengamos acceso a la cultura propia como a la universal. Estoy segura que la UNAM jugará un papel importante en este gran proyecto ya que sabe hacer justo lo que hace, otorgar educación y cultura universal.

Recuerdo el gusto que me dio cuando se creó la Fundación UNAM hace 28 años y cómo me ayudó cuando fui directora General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad. Fue justo después de la huelga y colaboró para que se renovaran las instalaciones. Ahora constato con gusto que Fundación UNAM continúa apoyando proyectos significativos como el Consorcio de Universidades por la Ciencia y, sobre todo, los diversos apoyos a la comunidad durante la pandemia, desde acceso a computadoras personales hasta apoyos para el combate al Covid, incluidos los espacios para la vacunación.

Instituto de Astronomía de la UNAM

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