Las previsiones de un futuro apocalíptico para el planeta requieren de la atención urgente y permanente de los gobiernos, empresas, instituciones y prácticamente todos los actores sociales en el mundo. El desastre climático en curso tiene responsables en todos los puntos cardinales. Como ejemplo, uno de los reportes del Banco Mundial señala que después de China y Estados Unidos, además de siete naciones más, México es el décimo emisor de contaminantes a la atmósfera.
Derivado de ello, el cambio climático, tema de gran discusión en los últimos años, es una de las principales líneas de debate y trabajo en la 74 Asamblea General de las Naciones Unidas. Cerca de 60 jefes de Estado y gobierno, además de numerosos activistas y organizaciones, participan en Nueva York con el propósito de fortalecer los diversos acuerdos multilaterales que se han concretado para enfrentar las amenazas que esto representa.
Los fenómenos climatológicos, cada vez más radicales, nos advierten de cumplir de inmediato con las acciones acordadas en los diversos instrumentos internacionales como el Protocolo de Kioto y los acuerdos de París. De no hacerlo, cada vez será más común la mayor potencia de los huracanes, la elevación de temperaturas, el descongelamiento de enormes masas de hielo, la migración de especies hacia nuevos hábitats, además de ríos y lagos secándose, en una amplia lista de amenazas globales.
Los daños a infraestructura, pérdidas en vidas humanas y los costos que éstos representan se han cuantificado recientemente por el Banco Mundial en unos 520 mil millones de dólares. Sin embargo, el costo futuro se debate hoy entre necesidades de industrialización, mercados e intereses frente a los imperativos de sustentabilidad, economía circular y responsabilidad social. En América Latina —cuya participación en esta dinámica representa apenas 10% de la emisión mundial de contaminantes a la atmósfera— la afectación podría traducirse en los próximos decenios en nueva pobreza y la migración de unos 17 millones de personas.
En nuestro país, en donde se experimenta una elevación en los niveles del mar, ciclones más severos, así como periodos de calor y sequías más prolongadas que amenazan a la agricultura, las reservas de agua y eventualmente otras dinámicas se perciben como una muestra de los estragos del cambio climático.
Con ello, estimaciones del mismo organismo refieren que, además de los daños potenciales en la economía, podrían migrar unos 4 millones de habitantes hacia zonas con climas y condiciones más llevaderas.
Todos dañamos al planeta en diferentes formas. A manera representativa, desde la casa —en la familia— y en prácticamente todos los ámbitos, generamos basura y contaminación en proporciones diferentes.
Los reportes de dicha institución sobre este tópico destacan que en México producimos diariamente 1.24 kilogramos de basura. Traducido eso a miles o millones de personas en las ciudades del país, la cantidad es descomunal. Así pueden verse desechos en las calles, en los espacios públicos, en las playas y hasta en los sitios menos imaginados.
En otro ejemplo, en lo que concierne a las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, la aportación per cápita en nuestro país es de cuatro toneladas métricas al año. En ello, el uso de vehículos impulsados por gasolina, aunado a la necesidad de transportación y crecimiento del parque vehicular, muestra un panorama de vialidades colapsadas cotidianamente, a lo cual ya nos hemos acostumbrado.
Estos casos se suman a los retos de enfrentar las dinámicas del cambio climático, por lo que nuestra generación tiene la oportunidad de controlar y mitigar. Al riesgo de no hacerlo, además de acostumbrarnos a escenas y vivencias indeseables, no se ofrecen salidas de ningún tipo.
Más allá de una estimación de costos en cualquier divisa y conscientes del tonelaje, litros y más factores que describen un entorno de fuerte deterioro ambiental, está en nuestras acciones individuales y preventivas el desafío de romper con conductas que afectan a la colectividad. Pensar seriamente desde ya sobre el futuro, el agua, el aire y el territorio en el que habitamos se recompensará con un entorno sustentable. Ese futuro valdrá más, pero ¿qué hemos hecho para dar un paso adelante estos días?
Académico Universidad del Valle de México, Campus Querétaro