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El futuro, hoy

El futuro no se puede predecir. Ni tampoco está predeterminado y sólo hay que dejar pasar el tiempo para llegar a él. Hay que soñarlo, prepararse y trabajar por él

15/01/2021 |02:15
Redacción El Universal
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“No esperaba encontrarme viviendo en el futuro, pero pues aquí &*%$# estoy”
– Black Mirror Temporada 3, Episodio 6 “Hated in the Nation”

Cada inicio de año representa el comienzo de un nuevo ciclo. Nos invita a la reflexión, a imaginar potenciales escenarios, riesgos, posibilidades y planes. Algo en lo que he estado cavilando es la importancia que tiene la manera en que pensamos sobre el futuro, en lo individual y como sociedad.

Nuestra visión del futuro y el rol que podemos jugar en su construcción orienta nuestras decisiones y acciones en el presente, creando así un círculo positivo o negativo que determina el futuro en sí.

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Una primera dimensión que distingue nuestra expectativa del futuro es si lo vemos con miedo o con esperanza. Por un lado, vivimos en la mejor época de la humanidad evaluada desde múltiples indicadores de bienestar, salud y económicos. Durante muchos siglos, cada nueva generación ha tenido mejores condiciones de vida que la anterior. Sin embargo, al mismo tiempo estamos en medio de la peor pandemia en al menos un siglo, enfrentamos retos titánicos en temas ambientales y las nuevas tecnologías (info, bio, nano, cogno) serán tan disruptivas que seguramente alterarán de manera significativa nuestra vida y nuestras comunidades.

Estas condiciones macro son sólo el contexto en el que cada persona y cada comunidad imaginan y edifican su futuro. Y aquí hay una primera oportunidad, una decisión de perspectiva. La disposición activa de ver el futuro con optimismo. Sin caer en una pasividad ingenua pensando que todo, todo el tiempo va a estar mejor siempre.

El pensar que el futuro puede ser mejor nos invita a imaginarlo y crearlo. Hace unas semanas, Martha Nussbaum en una conferencia de la Cátedra Alfonso Reyes, comentó: “no podemos justificar la esperanza, pero es lo que nos motiva a hacer el bien”. También creo que una visión de esperanza nos invita a cuidarnos y a trabajar en nuestro desarrollo personal y colectivo. Nos mueve a seguir aprendiendo y preparándonos para ese futuro mejor.

La segunda dimensión relevante es la manera en que concebimos nuestra propia capacidad para incidir en nuestro futuro individual y colectivo. ¿Nos entendemos, explícita o implícitamente, como espectadores pasivos o como agentes de acción? De entrada, esta visión de nuestras capacidades actuales y potenciales determina los posibles escenarios a los que aspiramos y por los que trabajaremos en nuestra vida. Para ser emprendedor, científico o catalizador de un cambio social, primero tengo que poder imaginar que puedo serlo y querer serlo.

Como en muchos otros frentes, en esta dimensión de posibilidades de futuro y nuestro propio sentido de agencia en los posibles escenarios, hay una creciente inequidad entre diferentes sectores de la sociedad. No puedes dar los primeros pasos en un viaje que no te puedes imaginar. Una tragedia el que haya tanto potencial y talento no aprovechado. De la misma manera, la reacción ante los retos y oportunidades de la vida depende de la autodefinición de nuestro rol y responsabilidad frente a las sucesos y condiciones.

En la edición 2018 del Congreso Internacional de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey (CIIE), Marina Gorbis, directora ejecutiva del Institute for the Future, cerró su conferencia con la siguiente frase: “Todos somos emigrantes hacia el futuro”. El destino y la manera de viajar dependerá, en gran medida, de lo que hagamos cada uno de nosotros.

Por esto, les comparto algunas recomendaciones acerca de cómo pensar sobre el futuro con una perspectiva positiva: Primero, estemos conscientes y atentos a que nuestro actuar en el presente se determina, en gran medida, por nuestras expectativas del futuro y nuestro rol en su construcción.

Parece una obviedad, pero por mi propia experiencia y observación de otros, es algo que olvidamos, por lo que caemos en fatalismos o actitudes de víctima que sirven de poco. Segundo, busquemos ser parte de grupos, organizaciones o movimientos que planten la posibilidad y se apliquen en la construcción de un mundo mejor; celebremos a los líderes que se enfocan en el futuro, sus posibilidades y los caminos para lograrlo. Tercero, ante los retos, recordemos la “Oración de la Serenidad” que repiten en sus reuniones los Alcohólicos Anónimos: “serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que sí podemos, y sabiduría para discernir la diferencia”.

Cuarto, desarrollemos capacidades personales y colectivas que sean conducentes a forjar el futuro deseado y, sabiendo que no todo dependerá de ello, las habilidades de adaptación y resiliencia para buscar vivir una buena vida.

El futuro no se puede predecir. Ni tampoco está predeterminado y sólo hay que dejar pasar el tiempo para llegar a él. Hay que soñarlo, prepararse y trabajar por él.

Rector de Profesional y Posgrado del Tecnológico de Monterrey