Hace diecinueve días, el 31 de enero, militares que patrullaban el camino Taixtán-Colomo, en el sufriente municipio michoacano de Tepalcatepec, zona de combates entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y Cárteles Unidos de Michoacán, fueron víctimas de un acto inmisericorde, el primero en su tipo que yo recuerde en México: el vehículo en el que viajaban explotó… ¡a causa de una mina terrestre! Sí, una mina, como si estuviéramos en los Balcanes en los noventa. Una mina sembrada en el camino, aparentemente por sicarios del CJNG, pero los perpetradores también pudieron ser los mercenarios de CUM. Cuatro soldados quedaron heridos y el vehículo militar fue destrozado.

Mientras el encono político envenenaba las redes sociales y los medios de comunicación, por las escaramuzas entre el Presidente (y sus fieles) y sus críticos y opositores, los señores de la guerra narca escalaban su atrevimiento, su desafío al Estado mexicano. “Nosotros ponemos minas donde queramos, muera quien muera. Este es nuestro territorio y, si tropas mexicanas intentan recuperarlo, van a morir, o al menos quedarán diezmadas. Mutilemos a quien mutilemos, estas tierras, huertos, caminos y brechas ya son nuestros. Nos pertenecen Y si ahorita emprendemos retirada por el avance de las fuerzas federales, ahí les dejamos estos regalitos: ándense con cuidado, limoneros, ganaderos, no vayan a volar por los aires, como los soldados. Y ya saben, cuando se vayan los guachos regresamos…”

¿Hasta dónde llegará la monstruosidad, la maldad de esta gente que ha bañado de sangre el país a lo largo de dos décadas (y ya van por la tercera década de sembrar muerte y desolación)?

Desde el año pasado los michoacanos intuían lo que se venía, porque miles de ellos ya huían desde entonces. Nada más en Tijuana hay 3,000 michoacanos desplazados de la violencia, según el gobierno de Baja California, gente que escapó de la violencia, de los secuestros, de las desapariciones, de las extorsiones, de despojos de sus tierras y mercancías, de los reclutamientos forzosos de los narcos, de los levantones y violaciones de sus mujeres.

Por eso redacté, hace siete meses, que lo peor estaba por venir en Michoacán. Teclee, en julio pasado, que Michoacán vivía la segunda llamada de alerta antes de una desgracia mayúscula, una tercera llamada de horror, de acuerdo a lo que me decían ellos mismos (), los michoacanos.

Nadie escuchó, hasta hace poco. En algún momento reciente hubo personas en el gobierno federal (digamos que algunos generales, según me confirman) que entendieron que no podían seguir permitiendo que los criminales se apoderaran de más territorios, así que el Presidente les concedió avanzar con cautela para recuperar espacios, aunque la verdad fue muy tarde: cientos de muertos después, los criminales, sí, se replegaron, pero muy envalentonados, osaron convertir el lugar en una gigantesca trampa explosiva.

Doce días más tarde de esa primera mina que afectó a varios soldados, justo hace una semana, el 12 de febrero, el terrorismo de los criminales se develó más inmisericorde que nunca: el sábado pasado dos campesinos andaban en su troca y… explotaron sobre otra mina antipersonal. Esto ocurrió en la brecha El Callejón, en El Aguaje, en el muy asolado municipio de Aguililla. Un hombre de 79 años murió y su hijo, de 45, fue internado con heridas graves por la onda expansiva del artefacto.

¿Qué hizo ese anciano, ese pobre campesino, para merecer una muerte así a causa de la codicia y las desmesuras de capos y sicarios? ¿Qué demonios hizo el huérfano, su hijo, para ameritar yacer postrado en un hospital? Cristóbal Mendoza y su hijo, dueños de huertas de limón en El Aguaje, solo habían ido a revisar su parcela cuando explotaron en un sendero.

De milagro no ha habido más muertos y heridos: mi colega Marco Coronel, estupendo reportero de televisión del equipo de Denise Maerker en su noticiero En punto de Televisa (un periodista pulcro, sin estridencias, sin amarillismo, acompañado por el muy notable cámara que es Adrián Tinoco), informó este jueves que el Ejército ha identificado, desarticulado y explotado… al menos 250 minas terrestres en tres semanas a lo largo de campos y caminos de Tierra Caliente. Leyó bien: los criminales sembraron al menos ¡250 minas! para matar y despedazar no solo a rivales, o a policías y militares, sino a cualquier niño, adolescente, mujer, hombre o anciano que tenga el infortunio de pisar sus viles artefactos. Qué miedo.

¿Cuántas decenas o cientos de minas más enterraron allá? Da escalofríos pensarlo. El terrorismo del crimen organizado mexicano ya no tiene el menor límite. No solo ejecuta periodistas y masacra a cualquier ciudadano que se ose andar en sus infiernos minados, sino que carece de piedad y mesura.

Basta. Dejemos las estridencias y ocupémonos de salir adelante, porque esta gentuza no tiene humanidad y ya se ha apoderado de demasiadas zonas de silencio…

BAJO FONDO

Quizá el problema es que seguimos normalizando la violencia, acostumbrándonos a ella, a las atrocidades crecientes de los delincuentes, a sus matanzas que no cesan desde el sexenio de Vicente Fox. Tanta sangre hemos visto esparcida que nos hemos vuelto emocionalmente, espiritualmente daltónicos. ¿No vimos desde hace meses que estos miserables ya estaban usando granadas de fragmentación para destazar gente, fusiles calibre 50 para aniquilar enemigos y cuerpos de seguridad, drones para bombardear? Sí, para bombardear, no hay otra palabra para describir el que dejaran caer artefactos explosivos para asesinar o desmembrar elementos de los cuerpos de seguridad, o peor, inocentes, población civil.

Si el El Mencho y sus delirios se hicieran realidad, ya tendría helicópteros artillados y aviones bombarderos, por eso recurre los drones. Si los mercenarios de Cárteles Unidos y sus desvaríos se volvieran realidad, ya tendrían tanques y artillería pesada con misiles tierra-aire, por eso los llamados monstruos artillados que ambos bandos utilizan. Están en guerra, como en otros tantos territorios otros grupos hacen lo mismo: Zacatecas, Guanajuato, Colima, Guerrero, Sonora…

AL FONDO

¿Y qué tal lo del aguacate, semejante estulticia? Estos criminales son estupendos suicidas: lograron lo que ningún rival de México podría lograr: que Estados Unidos suspenda la millonaria importación de aguacates justo en la temporada de más ventas en aquel país. Todo por sus amenazas (no es la primera vez) a inspectores estadunidenses. Que se jodan 59 municipios aguacateros. Y de paso, sus extorsiones, porque a ver quiénes se las pagan sin dinero. Es ese machismo, su insolencia narca, la que sigue jodiendo a nuestro país.
¿Alguna idea de cómo neutralizarlos de una buena vez?

jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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