En esta columna he criticado duro al gobierno federal, la ocasión más reciente la semana pasada (https://bit.ly/2RkYPfy), pero setenta mil muertos después, me parece que ya va siendo hora de que también nosotros, los ciudadanos, nos hagamos cargo de nuestra parte de responsabilidad en esta desgracia pandémica que padece México, y que ha mutilado a decenas de miles de familias, cuyos miembros no debieron morir prematuramente.
Quizá es políticamente incorrecto decirlo, pero eso no impide que sea verdad: buena parte del pueblo mexicano, de todos los estratos sociales, se ha convertido en gente físicamente floja y pésimamente alimentada. Y no, no le podemos estar echando la culpa a la chatarra y los refrescos como si fueran entes vivos que penetran e inoculan nuestros organismos por arte de magia: es doloroso, pero el 38% de los muertos por coronavirus (27 mil) tenía diabetes, el 24% (17 mil) obesidad, y el 44% hipertensión (31 mil).
Y todas esas comorbilidades no surgieron súbitamente. Repasemos datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) más reciente, elaborada por el INEGI y el Instituto Nacional de Salud Pública (https://bit.ly/3bOXdUS):
-En 2012, el 34.4% de los niños entre 5 y 11 años tenía sobrepeso y obesidad (combinadas). En 2018, el dato más del reciente disponible, la cifra alcanzó al 35.6%. Sí, tres de cada diez niñitos mexicanos padecen obesidad y/o sobrepeso.
-Casi cuatro de cada diez adolescentes (el 38.4% entre 12 y 19 años) tienen sobrepeso y/u obesidad. En 2012 eran el 34.9%.
-En los adultos de 20 años y más, los problemas se tornan más agudos: siete de cada diez están excedidos de peso, o son obesos: el 75.2%. En 2012, eran el 71.3%.
-La diabetes en adultos pasó de 9.2% a 10.3%. La hipertensión creció del 16.6% al 18.4%.
Ahora vea el consumo de “alimentos no recomendables”:
-Ocho de cada diez mexicanos consumen COTIDIANAMENTE refrescos. El 83% de los niños de 1 a 4 años, el 85% de los niños entre 5 y 9 años, y el 85% de los adolescentes y adultos.
-Seis de cada diez niños (1 a 11 años) consumen COTIDIANAMENTE chatarra, es decir, botanas, dulces y postres. Cinco de cada diez adolescentes, también. El porcentaje baja a tres de cada diez adultos mayores de 20 años (35%): pues sí, a esa edad ya están enfermos.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la obesidad casi se ha triplicado en el mundo. ¿Qué pasó? Que nos jodimos. En los setentas la gran mayoría éramos correosos. Me acaban de añadir a un chat de compañeros de primaria. Subieron varias fotos de esa época. El 98% éramos delgados. Por supuesto que comíamos chatarra y tomábamos refrescos (¿a quién no le gusta la deliciosa chatarra con sus crujidos de placer, o el estimulo del azúcar y la cafeína?), pero la dosificábamos los fines de semana, y la que comíamos a hurtadillas entre semana, la eliminábamos con la cantidad bárbara de ejercicio que hacíamos TODOS los días. Jugábamos fútbol diario, andábamos en bicicleta diario, saltábamos la cuerda diario, corríamos y sudábamos como locos. En algún momento nos apoltronábamos a ver caricaturas porque nuestras madres y padres trabajaban, pero cuando llegaban corríamos más: nos escondíamos porque nos daban Emulsión Scott, aceite de hígado de bacalao que era vomitivo, ya que no había de sabores como ahora.
Nos descuidamos irresponsablemente. Y descuidamos a muchos de nuestros hijos, los hicimos seres sedentarios, casi esclavos de los gadgets, adictos a la chatarra, fritangas, y fast food.
En un ánimo patriarcal, y en absoluto estado de negación, ¿también le vamos echar la culpa a Andrés Manuel López Obrador y al doctor Hugo López-Gatell de nuestra irresponsable pereza y de nuestra temeraria gula?