Otra vez el dogma. El principio innegable, que es el suyo. Las creencias, sus creencias, de carácter indiscutible y obligatorias para todos, en ese su mundo en blanco y negro. Su palabra representa el fundamento del sistema, de la ciencia y la doctrina que deben imperar, porque son dictadas desde su entendimiento.
Desde Palacio Nacional, donde cada día brota el arrebato mañanero de la infalibilidad. El yo no me equivoco, el yo jamás fallo; ustedes sí, conservadores. Ahí, en el púlpito patrio, donde emana el desplante de la sapiencia irrefutable. El yo sí sé todo. El yo sí sé de todo; ustedes, ustedes no, corruptos.
¿Cómo entender que el gobierno federal se niegue a vacunar a todos los médicos, enfermeras y trabajadores sanitarios (incluidos paramédicos y doctores de farmacias), aunque no trabajen en primera línea contra la Covid-19?
¿Por qué les resulta tan difícil entender y asimilar al presidente Andrés Manuel López Obrador, y al subsecretario Hugo López-Gatell, que miles de médicos, enfermeras, laboratoristas y paramédicos atienden cada día a miles de pacientes de todo tipo, de todos los estratos sociales, y que por tanto corren un riesgo permanente de contagio a causa del virus SARS-CoV-2? ¿O sí lo saben, pero les da igual?
¿Qué está pasando —otra vez— con las decisiones que se toman para gestionar esta pandemia? ¿El unipersonal y omnipresente politburó de la 4T consultó al pueblo (o sea, el Presidente encuestó al propio López Obrador cuando se afeitaba ante el espejo), y preguntó a eminencias médicas planetarias (es decir, el Presidente platicó con el doctor López-Gatell) y determinó construir una narrativa de que los trabajadores de la salud no vacunados tienen otros intereses, intereses oscuros, y deben esperar, sin que importen sus vidas y las de sus familias?
¿Primero los profesores de la CNTE y el SNTE, porque ellos son cientos de miles y ellos y sus familias dan millones de votos 4T, y los médicos votan por la oposición?
Hablé con varios doctores muy destacados que trabajan en hospitales públicos y privados y todos coinciden: hay que vacunar ¡ya! a todos los trabajadores de la salud, para evitar que sigan contagiándose y siendo foco de múltiples contagios. Lo explico como me lo ilustraron a mí los doctores con quienes charlé, quienes pusieron ejemplos muy similares a este que escogí:
“Imagina un consultorio. Imagina a un siquiatra, ahora que tienen una gran cantidad de pacientes con trastornos emocionales derivados de la pandemia. Imagina que recibe ocho personas al día. Basta con que uno de esos pacientes, asintomático, contagie al doctor para que él, a su vez, contagie al menos a otro de sus pacientes. Imagina que un tercer paciente asintomático contagia a la enfermera que ayuda al doctor, y que ésta a su vez, contagia a un cuarto paciente. Ahora imagina que esos seis contagiados asintomáticos (los cuatro pacientes, así como el doctor y la enfermera), van y contagian a un miembro de sus familias. Ya son doce contagiados. Y esos seis familiares imagina que van a trabajar y contagian a seis personas más. Y que esas personas contraigan a otros seis familiares. Ya tuviste un efecto multiplicador de 24 personas contagiadas en un santiamén. Ahora pon el ejemplo de un doctor con la especialidad que quieras y que necesite auscultar”.
Veamos los datos de vacunación: han llegado al país 16 millones 85 mil 750 vacunas, se han aplicado 10 millones 642 mil 873, y hay disponibles 5 millones 442 mil 877. De esos 5.4 millones disponibles, ¿no pueden vacunar a los trabajadores de la salud restantes, que no llegan a cien mil?
No. En la segunda quincena de abril los dos oráculos decidieron… que vacunarán a maestros de Campeche y CDMX. Increíble. ¿No está asentado en el plan nacional de vacunación que primero terminarían de vacunar a todos los trabajadores de salud (a todos) y a los mayores de 60 años? Sí, pero no.
En fin. Nada qué hacer: siempre se impone el dogma de los doctores Lopez Obrador y López-Gatell, que es capaz de contradecir y silenciar… al Presidente y al Subsecretario.