Hace casi un mes, pregunté en este mismo espacio:
“¿Va a desaparecer dos veces a los desaparecidos, Presidente?”
Era 18 de noviembre y me dirigía a Andrés Manuel López Obrador, no con la idea de que leyera mi columna —mi vanidad no llega ahí y sé que los suyos le filtran y distorsionan la información, tal como hacían los priistas de Comunicación Social en Los Pinos—, sino con la expectativa de que una sola persona decente en su círculo cercano (una sola, por Dios) le sacara de la cabeza la infame idea que le inocularon a principios de este año en el sentido de que el listado de desaparecidos en México, recogido y actualizado por la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), era una patraña, mentira complotista de la derecha, de los neoliberales, de los enemigos de su movimiento, como si tantos y tantos periodistas y defensores de derechos humanos no hubiéramos estado desde hace décadas cerca de las familias de las víctimas recogiendo sus historias de terror y desolación.
Era como si quisieran invisibilizar la tragedia de decenas de miles de mexicanos, incluidas mujeres y menores de edad. Teclee entonces:
“Desde hace varios meses —desde abril— supe que en la Secretaría de Gobernación (tiempos de Adán Augusto López) tenían la idea obsesiva (por no decir paranoia) de que el listado de personas desaparecidas recabado por la CNB, con datos de las fiscalías estatales y de Ciudad de México, estaba “inflado” por “conservadores” que querían perjudicar al gobierno federal. Inaudito, pero cierto: eso decían y en consecuencia actuaron, como ya lo reconoció el propio Presidente hace unos días”.
Imagine usted el delirio: eso hubiera querido decir, para poner un ejemplo, que el gobierno de Claudia Sheinbaum —con todo y su fiscal Ernestina Godoy— habría permitido, durante más de cuatro años, que se falsearan y abultaran las denuncias sobre desapariciones, y que lo mismo, o algo similar, hubiera ocurrido en cada uno de los 22 estados gobernados… por Morena. Los gobernantes morenistas conspirando contra su líder.
Semejante despropósito, proveniente del veneno político que inoculan asesores del Presidente que se dicen “expertos en guerras” por haber cubierto uno o dos conflictos armados en Centroamérica en los años ochenta, pero que jamás se han acercado a reportear las guerras narcas mexicanas, y que no entienden nada o que distorsionan lo que ocurre en esas zonas de combate entre criminales —regiones de brutal asolamiento de comunidades— tenía la intención de depurar la lista de desapariciones que, desde 1962 y hasta aquel 18 de noviembre, era de 113 mil 254 personas desaparecidas (100 mil 513) y no localizadas (12,741).
Escribí (https://is.gd/gcPLpq)
“Con los desaparecidos, no, no se metan. No se atrevan. Desaparecer dos veces a los desaparecidos es criminal. Es de una deshumanización imperdonable. Es un agravio a los familiares que confiaron en este gobierno y que vencieron sus terrores y empezaron a denunciar ante las fiscalías estatales.
“Por eso, porque aumentaron las denuncias, se elevó el número de desapariciones registradas en estos últimos cinco años (más de 42 mil). Pero no sólo por eso: (…) los sicarios cada vez desaparecen más personas para no dejar rastros de sus crímenes, para que no haya pesquisas sobre sus ejecuciones, sus homicidios, sus descuartizamientos. Son tácticas de guerra, de las perversas guerras mexicanas, que han masificado las desapariciones para perpetuar así el dolor entre los familiares de las víctimas”.
Con una insensibilidad estremecedora, el Presidente y su secretaria de Gobernación, una mujer que sí viene de la izquierda, Luisa María Alcalde Luján, anunciaron que el registro de desaparecidos queda en 12 mil 377 casos. Así, en un arranque autoritario, pum, tengan su Navidad, familiares de 100 mil 877 mujeres y hombres desaparecidos.
Qué cosa.
Twitter: @jpbecerraacosta