El resultado de la consulta popular, a través de la cual los mexicanos decidirán si le revocan o no el mandato presidencial a Andrés Manuel López Obrador, ya lo sabemos desde ahora, de acuerdo a lo que señalan todas las encuestas: siete de cada diez votarán a favor de que el Presidente continúe en su puesto. Solo dos o tres de cada diez sufragarán por la opción de sacarlo de Palacio Nacional.
En política puede ocurrir cualquier cosa y un par de eventos son capaces de hacer naufragar la popularidad de cualquier presidente, como bien lo sabe Enrique Peña Nieto (el escándalo de la Casa Blanca y la tragedia de Ayotzinapa lo hundieron en un oprobioso 30% de aprobación), pero al día de hoy parece imposible que López Obrador pierda ese ejercicio democrático.
La primera pregunta que parece sensata es: si ya sabemos el resultado, y éste es tan abrumador, ¿entonces para qué hacemos una consulta que puede implicar gastar casi $4 mil millones de pesos?
El argumento central de la oposición y los odiadores del Presidente es que se trata de un viaje de ego, un narcisista ego trip para satisfacer las vanidades de López Obrador, que ansía que su espejito le diga, a punta de votos, que él es el más bonito y que puede sentirse reelegido.
¿Es precisa esa interpretación? Sí y no.
El Presidente, desde sus tiempos de Jefe de Gobierno, tiene una especie de adicción a las encuestas, a las mediciones de popularidad. Le encanta verse ratificado en las gráficas de los sondeos, pero también es un convencido de las posibles bondades de eso que algunos llaman “democracia directa”.
En esta idea coincido con él. Lo observé por primera vez en 1986, cuando los españoles, embriagados de su joven democracia, se volcaron a las urnas para votar un referéndum sobre la permanencia de su país en la OTAN. Fue polémico porque, para arribar al poder en 1982, los socialistas de Felipe González habían hecho campaña promoviendo la salida de España de esa organización político-militar. Recuerdo aquel octubre de 1982 a los madrileños festejando en las calles la rotunda victoria del PSOE (48% contra 28% de la derechista Alianza Popular, con una participación de 79% del electorado): gritaban sin parar “¡Fuera-yanquis/OTAN-no! ¡Fuera-yanquis/ OTAN-no!”, y tres años y cinco meses después… el gobierno de González viró políticamente (se hace campaña en verso y se gobierna en prosa, como ya sabemos), promovió la permanencia de España en la Alianza Atlántica, y el sí ganó contundentemente: 56% contra 43%.
Así que las consultas populares pueden ser útiles también para que la gente se deshaga de gobernantes indeseables, o para evitar que éstos sean removidos de sus cargos por razones válidas u oscuras. El problema, en el caso de México, es quién sustituye a un eventual presidente revocado…
Pero bueno, esa es otra historia, volvamos a nuestro presente: ¿qué hacemos con la consulta para revocarle o no la presidencia a López Obrador?
El Poder Legislativo recortó más de la mitad de los recursos que el INE pidió para hacer la consulta: le dio $1,500 millones de pesos en lugar de $3,800 millones. Los legisladores morenistas les dicen a los consejeros electorales que la hagan con ahorros. El INE dice que no tiene tales recursos y el asunto ha terminado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), a donde ha acudido el Instituto en busca de que le den los fondos que requiere.
¿Qué va a hacer la SCJN? Si nos atenemos a su comportamiento en los últimos meses, le dirá al INE que lo haga como pueda con la mitad de los recursos necesarios. Eso sería muy lamentable, que el INE no pudiera instalar las 161 mil casillas que le mandata la ley, y que solo se pudiera votar en unas 60 mil.
La aristocracia política no va a ceder en sus posiciones extremas. Así han sido sus eminentes miembros durante décadas. La SCJN tiene una gran oportunidad de dar tranquilidad y sensatez a la democracia mexicana: el INE debe contar con los recursos que pide para evitar que las codicias y las vendettas políticas empañen y obstaculicen nuestra primera gran experiencia en un ejercicio democrático de este tipo.
Ojalá sus Señorías Ministros neutralicen a los ultras y nos den paz. Ojalá…
jp.becerra.acosta.m@gmail.com
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